Dos personajes recorren el libro de principio a fin: Marulanda y Andrés Pastrana. Fidel los cita textualmente. Las citas son elocuentes por sí solas. Pastrana demuestra generosidad y así lo percibe Fidel, cuando recoge la siguiente afirmación, de su libro “La palabra bajo fuego”: “En lo que respecta a mi experiencia personal y de gobierno, tengo que reconocer que (Castro) siempre obró con transparencia, sinceridad, lealtad y amistad hacia Colombia, y jugó un papel fundamental y generoso en los esfuerzos de paz que adelantamos. Al César lo que es del César”. Esta generosidad de sentimientos no fue propia de otros presidentes colombianos, como Lleras Camargo y Turbay Ayala, a los cuales Fidel hace referencia. Por supuesto, es totalmente ajena a Álvaro Uribe. Fidel nunca lo menciona, quizás, inferimos nosotros, porque no tendría cabida en ningún libro que hable de “paz”, ni siquiera como referencia contrastante. La actitud artera y falsa, o cuando menos distante, signada por la entrega al imperialismo norteamericano, ha caracterizado a varios presidentes colombianos. Esta actitud de espíritu bondadoso de Pastrana, rara en otros presidentes colombianos, es, sin embargo, contradictoria con la “responsabilidad histórica” que asumió con el “Plan Colombia”. ¡La ayuda Norteamérica promediaba los 100 millones de dólares al año, mientras que entre 1999 y 2003 alcanzó una cifra cercana a los 3.200 millones de dólares! Esto último lo dice el propio Pastrana, en su libro que antes mencionamos y que cita Fidel. La entrega de la soberanía del país, voluntaria o impuesta por las circunstancias, que pudiéramos decir, entonces, que es de carácter histórico, es innegable. La afrenta y la ignominia, con la propia Colombia y el resto de AL, llegan al extremo de la desvergüenza, más absoluta, con Álvaro Uribe…
Marulanda ha sido quizás, de todos los políticos latinoamericanos, de cierto renombre, el más vilipendiado y humillado. Fidel es preciso al expresar su desacuerdo con Marulanda, en la concepción del proceso revolucionario. No compartía “su idea de guerra excesivamente prolongada”, también discrepaba en el trato hacia los prisioneros de guerra, en las condiciones de la selva y en “la captura y retención de civiles ajenos a la guerra”. Esto lo expresó en diversas oportunidades, al igual que Chávez también lo ha hecho. Sin embargo, a pesar de estas críticas, y aunque Fidel no lo dice, uno siente que su libro es también un homenaje cálido y respetuoso a la honestidad y a las convicciones de ese hombre silencioso. Quizás era necesario decir ciertas cosas sobre Marulanda que normalmente no se dicen. Es un asunto de principios, de vida y muerte, algo que la derecha normalmente no entiende pero que es importante para los revolucionarios. Un compromiso ineludible con la verdad. El capitalismo ha intentado vilipendiar también a Fidel y no lo ha logrado, ni lo logrará. Su inmensa estatura moral es infranqueable. Hoy intenta hacer lo mismo con Chávez, no lo logrará y, menos, por medio de un enano moral como Uribe. ¡Amor a Colombia y a su pueblo hermano, no merecen un personaje tan bajo y servil!
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