Con el compromiso de pasar la página y normalizar las relaciones binacionales, los Presidentes de Colombia y Venezuela se reunieron en Santa Marta, fijando el compromiso del respeto mutuo y de superar la escalada belicista y ofensiva de la gestión de Álvaro Uribe. Como amantes de la paz y la unidad Grandeamericana hacemos votos por que estos compromisos se cumplan efectivamente, con la intención de reunificar en lo político a dos países que no han dejado de estar unidos en la historia, la cultura, el corazón.
En una conversación, mi compañera me dijo: “Santos desde que ganó la presidencia, parece otro. Esperemos que siga así”, y asentí. Pero no debemos olvidar que la política si bien tiene como insumo primordial la esperanza instrumentada en planes y proyectos, no es nada si no está acompañada de acciones que las hagan realidad. Sin duda, el Santos que como Ministro de Defensa de Uribe instruyó el bombardeo de Ecuador y que es acusado de múltiples ultrajes cometidos por el ejército colombiano durante su ejercicio ministerial entre 2006 y 2009, difiere por mucho a la figura que se ha comprometido recién a procurar la paz de la región.
Si es una realidad el cambio en la actitud y las acciones o es sólo una percepción, está por verse. No debe olvidarse que junto a su hermano Francisco Santos Calderón (ex vicepresidente colombiano), su primo Luis Fernando Santos (presidente de la Casa Editorial El Tiempo, director del diario El Tiempo -único de alcance nacional en Colombia- y director del Grupo de Diarios de América, asociación a la que pertenecen el mencionado diario colombiano, El Mercurio de Chile, La Nación de Argentina y El Nacional de Venezuela), su hermano Enrique Santos Calderón (ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP) y su sobrino Alejandro Santos Rubino (director de la revista Semana), cuentan con un alto poder de influencia en la creación de matrices de opinión.
Sin desconfiar del acto de constricción y la buena fe de Juan Manuel Santos, no debemos perder de vista en ningún momento el respeto de los acuerdos y el cumplimiento de los compromisos asumidos. De ese apretón de manos en la Quinta de San Pedro Alejandrino fuimos testigos todos, especialmente el Padre Bolívar que justo allí, vigilante, continúa haciendo votos por que se consolide la unión.