Si agosto es el mes del disgusto y transcurrió tibio, septiembre trae de vuelta una antigua práctica de las campañas presidenciales en Brasil: la búsqueda de la oposición de un salvador pantano de acusaciones. Los nostálgicos del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC) y partidarios de la candidatura de José Serra (economista y exministro de Cardoso), ambos del Partido de la Social Democracia Brasileña – PSDB, encarnaron el espíritu de la Unión Democrática Nacional (UDN), extinto partido derechista que, comandado por el periodista Carlos Lacerda, cuando ejerció una práctica de denuncias contra el segundo gobierno de Getúlio Vargas (1951-1954), llevó al suicidio a uno de los más populares (o populistas) presidentes del país. Existente o no, el estilo lacerdista afloró y Serra comienza a tutear como Lacerda, viniendo con todo.
Nuestro argumento parte de un hecho contumaz. En esta disputa electoral son las empresas periodísticas las que pautan los temas de la campaña y no al revés. Como el azar no es el factor determinante en la política, exponemos algunas dudas de fondo en cuanto a los tiempos de producción periodísticos empleados. Para nosotros, lo intrigante en estas piezas de acusación moral que envuelven la quiebra de sigilo fiscal de la hija del candidato del PSDB, y ahora, más recientemente, el tráfico de influencia en la Casa Civil (donde Dilma Roussef, la candidata del Gobierno, era ministra y que resultó en la caída de su sucesora Erenice Guerra) es su temporalidad. Traduciendo. ¿Habiendo sucedido el escándalo de la quiebra de datos sigilosos en abril y septiembre de 2009, ¿ por qué los mismos se hacen munición de campaña ahora? ¿Podríamos decir que el hecho mediático ha sido “recalentado”?
Veamos el caso de la Receta Federal. Si el revelado de secretos es usual (pudiendo ser comprados en zonas de fácil acceso, como a vendedores ambulantes del centro de São Paulo) y el episodio alcanza a casi tres mil brasileños, ¿por qué los nombres apuntalados como “blancos” son los del alto escalón político o parientes del candidato del PSDB? Otra posibilidad, digna de un libro-reportaje del genial periodista argentino Rodolfo Walsh, es suponer la maniobra inversa. Esta parte de la premisa muestra que habría habido una revelación de secretos intencional por motivos políticos. Y, para forjar el argumento de una historia de cobertura, se lanzan nombres de gente vinculada y anónimos, como posibilidad de maniobra de tipo confusionista, cubriendo los rastros electorales.
La conjetura de arriba es algo perfectamente posible y, según cualquier manual de inteligencia, un hecho de lo más común. La única evidencia es de que los acusados de haber violado los secretos fiscales son o fueron afiliados al Partido de los Trabajadores – PT, el de Lula y Dilma. Ya los reales respnsables, si es que existe uno o más coordinadores de la acción, continúan encubiertos y de acuerdo con las últimas informaciones, no sorprendería que sean del propio PSDB.
No entramos en la discusión de si hay o no criterios de relevancia de la noticia, porque el tema es importante. Así como hay relevancia e impacto en la suposición de posibilidades de tráfico de influencias a partir de relaciones familiares dentro de la Casa Civil, siendo esta denuncia materia de interés de la revista semanal Vea (la de mayor tiraje en el Brasil), edición del 11 de septiembre de 2010 y con el titular “El polvo en el poder”. Lo que colocamos en debate es la temporalidad de esta pauta. Cualquier persona no laica en comunicación y política sabe que los enunciados, antes hacerse públicos, son fruto de una ancha negociación y de relaciones de fuerza.
Que lo diga la Operación Castillo de Arena, realizada por la Policía Federal en 2009, cuyos resultados indicaban donaciones ilegales a partidos políticos, entre ellos el PSDB, por la constructora Camargo Corrêa, llegando a envolver al Palacio Bandeirantes, sede del Gobierno de São Paulo y al jefe de la Casa Civil del entonces gobernador José Serra, Aloysio Nunes (este, para desgracia de la insurgencia latinoamericana, es un exguerrillero que se ha portado muy bien cuando operaba contra la dictadura), candidato este año al Senado, también por el PSDB. En dos oportunidades, la prensa, notablemente los periódicos Folha de São Paulo y Estado de São Paulo, cogió lo que pudo de la información. Sin embargo, cuando la publicó, lo hizo de modo discreto, como se quisiera tapar el caso o aún cuidar sólo para no llevar lo agujereado de otro vehículo de comunicación. ¿Será que haría lo mismo se fuera el Palacio Planalto, de Lula y compañía?
Suena como mínimo “curioso” estén pautas perjudiciales a Dilma en titulares garrafales justamente en el momento en que la candidata apunta a la victoria ya en primera vuelta. También aparece la misma “curiosidad” en el hecho de la materia de portada de la revista semanal Carta Capital, edición número 613, con el título “Quién espía a quién” no tuvo la misma repercusión en los tele-noticieros. Hasta puede ser alegado que el impacto de la revista Veja, conectada al grupo Abril, en medio del periodismo profesional es mayor del que la publicación del experto periodista Mino Carta. Pero, preferimos la hipótesis de que la proximidad de las líneas editoriales y preferencias políticas sea el criterio de definición de los textos de escalada de los informativos televisivos y de las titulares en medios impresos y electrónicos.
Nadie mejor que un representante de la extrema derecha para afirmar de que lado están los grandes medios en esta carrera presidencial. En entrevista al periodista Bob Fernandes, del portal Terra (perteneciente a la transnacional, el ex-gobernador de São Paulo por el Partido Demócratas (DEM), Cláudo Lembo, declaró que los medios se unieron en torno al candidato del PSDB. Los medios citados por Lembo son encabezados por las Organizaciones Globo, editora Abril y los periódicos Folha de São Paulo y Estado de São Paulo, respectivamente propiedad de las familias Marinho, Civita, Frias y Mesquita. Juntas ellas controlan algunas de las principales publicaciones impresas y electrónicas, emisoras de radio y televisión, y agencias de noticias del Brasil. Su editorial político es conservador, mientras el económico, es neoliberal.
Concluimos con algunas evidencias. Ambos lados tienen episodios nebulosos en sus gobiernos y aliados comunes más que comprometedores. Delante de esto, la gravedad de los hechos pierde su poder de choque. Esto se da por tres razones. Primero, porque las campañas son personalistas, no hay instrumento de identificación colectiva que ultrapase la idea básica de la “barra de aquel” o la “barra de aquella”. Segundo, buena parte de esta gente que fueron gobierno tanto en la Era FHC como ahora a finales de los ocho años de Lula, así seguirán siendo, gane quién ganar. Por fin, el electorado se comporta de forma pragmática y, superando el índice de rechazo, deja las reputaciones y la moral en un segundo plano.
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