La garra del embajador norteamericano sobre Guatemala

Los medios de comunicación escriben bastante sobre la agresividad norteaméricana en la política internacional, los esfuerzos de Washington por desplazar a otros centros alternativos de poder fuera de escena y su pretensión de que las poblaciones de China, la India, Rusia, Brasil y muchos otros países imponen una carga excesiva sobre el ambiente. Sin embargo, los factores individuales en el marco del proyecto global, es decir, los diplomáticos norteamericanos, los espías, los activistas de los Cuerpos de Paz, los funcionarios de la USAID (U.S. Agency for International Development) reciben relativamente poca cobertura.


El embajador norteamericano en Guatemala, Stephen McFarland es uno de ellos. De acuerdo con Wikipedia, él nació en Texas en el año 1955 en la familia de un funcionario de elite del Buró de Investigaciones e Inteligencia del Departamento de Estado norteamericano. Los quehaceres del padre de McFarland no se limitaban solo a recolectar y analizar informaciones ya disponibles, sino también él coordinaba operaciones de campo en América Latina y en el Medio Oriente. Ansioso de hacerse una carrera sobre el modelo de su padre, Stephen se graduó de la American School of Lima (Perú) y luego fue a estudiar a la Universidad de Yale para luego pasar al Colegio de Guerra Aérea de los EU.


El primer nombramiento diplomático de McFarland lo llevó al consulado norteamericano de Maracaibo en Venezuela. Estados Unidos siempre asignó una alta prioridad a la recolección de información en las regiones ricas en petróleo y McFarland de manera clara realizó un buen trabajo en esta misión.


Más adelante, McFarland desempeñó cargos diplomáticos en las embajadas de Quito, Ecuador; Lima, Perú; La Paz, Bolivia; y San Salvador, El Salvador. Cuando el gobierno de Bush amplió la lista de cargos utilizados para cubrir las operaciones de inteligencia norteamericanas, McFarland fue ascendido a Encargado de Negocios, primero en Paraguay y luego en Venezuela. Entre estos dos, ejerció como Coordinador de Inteligencia en el Departamento de Estado para Nicaragua y Cuba.


McFarland fue presentado al presidente de Guatemala, Álvaro Colom como embajador en septiembre del 2008. El presidente Colom, quien despertó grandes expectativas en la izquierda guatemalteca, no debió haber sospechado que el nuevo enviado diplomático norteamericano había llegado para accionar en forma paralela, como embajador y como coordinador de operaciones de inteligencia. El nombramiento fue sellado al más alto nivel de gobierno y fue bendecido por el Director de la Agencia Nacional de Inteligencia, J. Negroponte. Otros embajadores norteamericanos residentes, especialmente aquellos en Venezuela y Ecuador, tuvieron cargos del mismo carácter.


Cuando Negroponte fue el segundo de Condolezza Rice en el Departamento de Estado, él asistió a la ceremonia de despedida de McFarland hacia su nuevo cargo. De manera extraordinaria, el evento fue filmado y puesto en Internet con el propósito evidente de demostrar que McFarland no era ninguna figura secreta.


Las páginas en Internet concernientes a McFarland tienden a ser duras. M. Grijalva expresó una opinión ampliamente compartida cuando escribió sobre McFarland: diplomático republicano posiblemente vinculado a la CIA, encarna la audacia, la corrupción y los métodos siniestros, y tiene la misión de derrocar al gobierno socialdemócrata de Colom. La página señala que solo Judas podría saber cómo McFarland se ganó sus recompensas.


Los primeros días de trabajo de McFarland en Guatemala estuvieron plagados por un escándalo,

cuando micrófonos y cámaras de video secretas fueron descubiertos en las oficinas del líder guatemalteco, en su residencia e incluso en su dormitorio.


Informes que fueron filtrados a la prensa sostienen que el sofisticado equipo de espionaje podía suministrar información en línea a receptores ubicados a una distancia de 1 a 1,5 kilómetros y existe la amplia impresión que esto sería responsabilidad de la CIA. Dedos acusadores apuntaron hacia el jefe del Departamento Político de la embajada norteamericana, B. Drew quien abandonó Guatemala luego que el equipo de espionaje fue descubierto.


McFarland tuvo que lidiar con las consecuencias, pero las declaraciones del propio presidente Colom en el sentido que los micrófonos y las cámaras habían sido instalados por la mafia de la droga y grupos criminales, lo ayudaron a salir del paso. Rápidamente McFarland se afincó en la declaración del presidente y culpó de la falla de seguridad al Secretariado de Asuntos Administrativos y de Seguridad, SAAS. Carlos Quintanilla, jefe del SAAS y su protegido, el jefe del Secretariado de Análisis Estratégico, SAE Gustavo Solano rápidamente pasaron a la clandestinidad..


A pedido de Colom, McFarland invitó al FBI para investigar el incidente. El equipo de espionaje fue entregado a los agentes del FBI quienes –luego de una larga dilación—declararon que los aparatos estaban inutilizados y que en consecuencia los temores de los colaboradores de Colom sobre la información confidencial de política internacional de Guatemala, su seguridad nacional e importaciones de armamento que pudiera haber sido robada, no tenía asidero.


Quintanilla fue enjuiciado solo en el 2010 una vez que el incidente ya se había enfriado y fue sobreseído debido a la falta de evidencias que lo implicaran. La investigación ignoró hechos tales como que Quintanilla y Solano no eran ningunos extraños en la embajada norteamericana y tenían contactos fuera de servicio con agentes de inteligencia.


A McFarland se le debe reconocer el hecho de haber cumplido exitosamente su tarea número uno, la de separar al presidente Colom de los líderes populistas. Colom hablaba mucho con ellos en diferentes foros y consentía en tomarse fotos con ellos, pero ninguna acción práctica seria se produjo. Hasta los intentos de Guatemala de ingresar a Petrocaribe patrocinada esta por Venezuela fueron considerados en Washington como un desafío –a pesar del daño económico para Guatemala. Finalmente, Guatemala solo ingresó a Petrocaribe en el mes de junio del 2009.


Gradualmente, el embajador McFarland se hizo cargo del papel del capitán que traza el rumbo de la transformación socio-económica de Guatemala. Le corresponde a él “autorizar” la mayoría de los nombramientos del gobierno y sugerir la legislación que es necesario cursar para reglamentar las instituciones a cargo de aplicar las leyes en el país. Actualmente está promoviendo una nueva ley sobre la policía nacional. Ocasionalmente, McFarland recomienda al presidente Colom el despido de funcionarios sobre la base de sus supuestas vinculaciones con los carteles de la droga.


Como regla general, las opiniones emitidas por el embajador norteamericano encuentran la más completa comprensión por parte de los políticos guatemaltecos.


De manera generosa, McFarland brinda su asesoría en la lucha contra el tráfico de drogas, la corrupción, la modernización del ejército, la importación de armamentos y el suministro de alimentos de la USAID para las regiones azotadas por la hambruna en Guatemala. Solo una vez su reticencia fue sometida a una dura prueba durante una ceremonia organizada por los familiares de guatemaltecos asesinados o desaparecidos durante el conflicto interno del país.


Mujeres llorando le rogaron que abriera los archivos de la CIA que deberían guardar información sobre los sitios de enterramiento de manera de poder sepultar a sus seres queridos de manera apropiada. Visiblemente conmovido, McFarland prometió cooperar, pero, está por verse si hizo lo que prometió hacer.


El día 6 de marzo de este año, www.rebelion.org publicó un aplastante artículo sobre la garra de McFarland sobre Guatemala. Decía así: “¿Qué diría Ud. acerca de las declaraciones hechas por el embajador de un país que suele estar gravemente involucrado en la guerra sucia en nuestro país, como también en otras partes de América Latina y que causó la muerte de unas 200.000 personas? Él continúa su injerencia, con una osadía sin precedentes en los asuntos internos de nuestro país. Él representa a la nación que fomentó la contra revolución y derribó al gobierno democrático de Jacobo Arbenz. Su país creó y controló a los escuadrones de la muerte con su práctica genocida y de limpieza anticomunista. ¿Qué derecho moral tiene este individuo para manifestar opiniones respecto de actividades terroristas que en realidad Estados Unidos planificó para los países que considera como su patio trasero? ¿Acaso sus asesores militares no entrenaron y dirigieron al ejército de asesinos que operaban bajo los regímenes militares de la época?


Probablemente, McFarland permanezca imperturbable ya que su período en Guatemala se acerca a su fin. Un nuevo nombramiento y una nueva misión le aguardan. Durante la ceremonia de despedida, el presidente Colom le otorgará una condecoración con la orden del Quetzal en reconocimiento por sus servicios a Guatemala.


No hay ninguna razón para sostener que la condecoración es inmerecida.

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
Publicado por Strategic-Culture.org


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Nil Nikandrov

Periodista y analista político escribiendo frecuentemente en la revista rusa internet Strategic Culture Foundation.

 editorial@strategic-culture.org

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