Una situación semejante
aconteció con la famosa primera-ministra Margareth Thatcher en
Inglaterra, cuando enfrentó una enorme huelga de mineros, iniciada
en 1984 y con doce meses de duración; lo mismo que ocurrió en la huelga
de los controladores aéreos contra la política aplicada para el sector
por el gobierno de Ronald Reagan en 1981.
Sucedió tal cual
en Brasil cuando el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (Partido
de la Social Democracia Brasileña – PSDB) enfrentó una gran huelga
de petroleros en 1995, que ya habían “empatado” con los ex presidentes
Fernando Collor e Itamar Franco, y consiguió –en función de las
decisiones de la Justicia– acabar con un movimiento de ocupación
de refinerías y hasta de plataformas de extracción.
Ahora, los avisos de
“caos aéreo” y la presión para alcanzar el plan de metas de infraestructura
y función operacional de la FIFA para la Copa del Mundo de fútbol,
abren margen de consentimientos de las personas para que un proceso
privatizador sea puesto en marcha. Nunca es demasiado recordar que la
aviación brasileña ya era de las más rentables del mundo cuando los
dos mayores desastres aéreos de la historia del país acontecieron
en un corto intervalo de tiempo.
Recordando. En septiembre
de 2006, el Boeing 737 de la compañía Gol Transportes Aéreos cayó
en un área de la floresta amazónica después de chocar con un jet
ejecutivo pilotado por dos norteamericanos, que viajaban con el transponder
(especie de dispositivo de identificación de la aeronave en el espacio
aéreo) desconectado. La aeronáutica también reconoció que erró
el control de tráfico al autorizar el vuelo del jet en una altura similar
al del avión de pasajeros. La caída resultó en la muerte de 154 personas.
Casi diez meses después,
una aeronave de la TAM Líneas Aéreas (la principal compañía del
país) –operando en el límite de la prudencia– traspasó la pista
y los márgenes del Aeropuerto de Congonhas (ciudad de São Paulo) y
chocó contra un depósito de cargas de la propia TAM, matando 187 pasajeros
y tripulantes, además de otras doce personas en suelo. Entre las causas
del accidente se identificó la falta de ranuras que permiten una mayor
adherencia en el suelo, en la entonces nueva pista del aeropuerto y
fallos en equipamiento del avión, como los frenos mecánicos y los
spoilers.
A pesar del recuerdo,
el consumo de pasajes aéreos siguió aumentando entre los brasileños.
Existe, realmente, el encuentro de la demanda por viaje reprimido con
la expansión del crédito individual (permitiendo el pago parcelado
de pasajes), disminución de costos y un relativo abatimiento de los
pasajes. Pero no termina aquí la fórmula de “éxito” que hace
crecer en el país a un sector en crisis mundial.
La rentabilidad alcanzada
pasa también por la super explotación de la mano de obra. Trabajadores
del sector aéreo (aeroviários), aeronautas y personal especializado
de aeropuerto (como los controladores aéreos) están trabajando visiblemente
muy por encima de lo permitido y también de lo tolerable. Son constantes
las alteraciones de escala, las suspensiones de descansos y el aumento
de la jornada de trabajo. No es por casualidad que han habido paralizaciones
y huelgas parciales en aeropuertos-llave, estando –cómo es sabido–
la mayor parte de los trabajadores en la aviación comercial en un nivel
de estrés laboral muy elevado.
Derrotar dos sindicatos
nacionales y bien estructurados como aeroviarios y aeronautas, que representan
cerca de 85 mil trabajadores, no es poca cosa. Es una “necesaria”
prueba de lealtad al proyecto desarrollista, yendo contra toda y cualquier
tensión social. Esta “quiebra de columna” de categorías organizadas,
fortalece ideológicamente la propuesta de expansión del sector a través
de la privatización de terminales, líneas y nuevos aeropuertos. He
ahí un desafío real –y contradictorio– para la presidenta del
Brasil.
Observación: Para
los lectores que puedan estar desinformados, estos dos analistas son
totalmente solidarios con las reivindicaciones de los trabajadores en
la aviación civil y obviamente contrarios a cualquier forma de privatización
abierta o velada (tipo asociación Público-Privada) de aeropuertos,
líneas o terminales.