El sábado 26 de marzo se conmemorará el 199 aniversario del terremoto de Caracas de 1812.
Humboldt lo describió así: “La noche del jueves al viernes santo presentó el espectáculo más desgarrador de la desolación y la desgracia… la tierra sembrada de ruinas y cadáveres… Familias agolpábanse en las calles que no se reconocían más que por los alineamientos de los montones de escombros”.
Ocurrieron dos terremotos el mismo día con poca diferencia de tiempo en Caracas y Mérida, y afectó regiones como La Guaira, Maiquetía, toda la costa, Antímano, Baruta, La Vega, San Felipe, Maracaibo y Barinas. El movimiento telúrico más destructivo en la historia de Venezuela: dejó más de 25 mil muertos.
Las recientes lluvias han dejado en evidencia la vulnerabilidad de nuestras ciudades, sobre todo la “Gran Caracas”, donde numerosos barrios consolidados cedieron a la inclemencia de las lluvias y a la irracionalidad de construcción de “viviendas” que impone la necesidad de un techo para la pobreza crítica.
El terremoto de Japón –el país mejor preparado del planeta en la construcción sismorresistente– nos hace pensar en la emergencia; en la Misión Vivienda de nuestra Revolución Bolivariana y preguntarnos: ¿La construcción de viviendas y edificaciones en el contexto de la emergencia, cuenta con las mínimas normas de sismorresistencia? ¿Los constructores malandros y estafadores inmobiliarios habrán cumplido con dichas normas?
Hay 442 reactores nucleares y 65 en construcción, ante esta mezcla de temas, ante tanta fuerza de la naturaleza, nos preguntamos:
¿qué sentido tiene la construcción de centrales nucleares?
¿Venezuela debe cerrar el tema de los reactores nucleares, como fuente energética alterna?
El capitalismo y el consumismo son el problema.
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