"Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos."
Mateo. Evangelios, 7,12
La absolución del terrorista Luis Posada Carriles, ha mostrado de nuevo las inmensas grietas ético-procesales existentes en la institución judicial estadounidense, al estar sintonía con el doble discurso imperial que utiliza la fachada de la “lucha contra el terrorismo y la defensa de los DDHH”, como camuflaje para adelantar la política guerrerista e intervencionistas de EEUU en el ámbito global. No fue por casualidad que el tribunal de la causa le dio la espalda a evidencias contundentes, algunas contenidas en documentos desclasificados del FBI, que señalan a este siniestro personaje adlátere de la CIA, solicitado en extradición por el gobierno venezolano, como responsable entre otros de crímenes, de la voladura en 1976 de un avión cubano con 73 personas a bordo.
En EEUU se sigue aplicando la pena de muerte, en muchos casos a inocentes que han sido víctimas de “errores” de una administración de justicia que, históricamente no ha estado exenta de sesgos racistas y políticos. Las detenciones secretas, así como la aplicación de torturas con “técnicas” como el “waterboarding” y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes por “razones de estado”, dentro y fuera de su territorio o en los países ocupados, contraviniendo el derecho internacional, reflejan su verdadero rostro.
Estas prácticas han sido facilitadas por acuerdos de seguridad con países, que en algunos casos contemplan el establecimiento de bases militares, que otorgan inmunidad judicial a los mercenarios y funcionarios al servicio del imperio. Al no haber ratificado EEUU el tratado que crea la Corte Penal Internacional, ésta tampoco podría juzgarlos por sus horribles crímenes de lesa humanidad. No obstante, su gobierno se autoerige en paladín defensor de los DDHH, pero solo para golpear a los gobiernos que obstaculizan sus ambiciones expansionistas. De otro lado, han guardado silencio frente a las atrocidades que cometieron contra sus pueblos dictaduras latinoamericanas, africanas o asiáticas, alineadas con su política imperialista. La suya es una justicia doble faz.
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