Treinta y tres naciones han dado a luz la Celac, el sueño de Bolívar. Comunidad geoeconómica, geopolítica y geoestratégica de importantísimo peso poblacional, económico, energético y alimenticio en un mundo en crisis.
Trascendental acto fundacional de carácter colectivo del cual se hicieron eco aquellas agencias de noticias y medios nacionales e internacionales, que captaron la magnitud del hecho y reseñaron sin mezquindad "la nueva cara de América", que se enrumba a la construcción "del nuevo mundo" que sí es posible.
Analistas de la región expresaron su orgullo de ser latinoamericanos e interpretaron el nuevo foro de integración continental que excluye a EEUU y Canadá, como un espacio que con el transcurrir del tiempo anulará a la anacrónica Organización de Estados Americanos (OEA). Otros medios y agencias prefirieron dar la espalda al pasado, presente y futuro de la región expresados en la Celac.
Gesta histórica, valorada y juzgada por El Nacional en dos editoriales, que expresan y resumen la línea ideológica de ese medio. El primero ¿O del dictador? ¿Guardia del pueblo?, además de cuestionar el talante democrático del Presidente, maliciosamente pone en duda las medidas desplegadas -1.550 guardias del pueblo- para brindar seguridad a las delegaciones extranjeras y venezolanas participantes en la Cumbre. El editorial interpreta la medida como un parapeto que pretende esconder el fracaso de la gestión de seguridad. Y especula en torno a la intención del Gobierno de mantener un contingente armado, altamente ideologizado y así "garantizar el control al caudillo y sus acólitos en el caso muy certero de perder las elecciones presidenciales".
El segundo, Los deudores. Cumbre y pancartas, prestigia la protesta pública de los "indignados" criollos y demerita la cumbre, abundando en juicios de valor, en detrimento de una visión articulada y contextualizada del tema. Jornada fastuosa, mediocre y ridícula. Cumbre de "cartón" que falsamente proclama nuevas instancias de unidad latinoamericana y caribeña, dirigida hacia un solo propósito: el de Fidel Castro. Remata con una suerte de analogía escatológica, cobardemente no resuelta, en torno a un pupú de perro que "Fidel y su clon criollo" dividen para quedarse luego con dos pupusitos… Símil que luce más apropiado a este tipo de editorial ideológico-escatológico.
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