El día en que una reina se tire un pedo

 Nada es tan protocolar y fastidioso como los actos de la Monarquía. Millones de personas extasiados esperando que los casados monárquicos se den un beso y hacerlo inmortal por las bocas que lo sellan con labios divinos e inmutables diferenciando las clases sociales para siempre. Nadie en el mundo tiene tanta potestad para creerse Dios como el Rey o virgen María como la Reina. Incluso, existen los súbditos que creen primero en su Rey o su Reina, luego en el Príncipe o la Princesa, después en Dios y la virgen María, posteriormente en su gobernante, en seguida en su familia y por último en los poderes creadores del pueblo. Nada es más parecido a Dios pero más perfecto que un Rey. En las monarquías no se jura lealtad a Dios sino al Rey o la Reina. Cada Rey o cada Reina tienen su legión de poetas y de cantores que exaltan las virtudes y esconden las tropelías de las monarquías

Una boda de un príncipe o de una princesa copa mucho más publicidad que una batalla donde se decide el destino del mundo. Qué importa que mueran veinte, treinta o cuarenta millones de personas en una guerra si una boda real hace olvidar, de un solo plumazo, todos los dolores del mundo que son, en definitiva, todas las libertades que le faltan para ponerse andar patas abajo y cabeza hacia arriba. Nadie tiene potestad, ni siquiera el Rey o la Reina, de eliminar el derecho que tenemos los seres humanos –con el mayor respeto lo digo y sin querer ofender a nadie- de ser, cuando nos venga en gana, ridículos o tontos útiles. No es un problema de ignorancia sino de satisfacción sicológica. Mientras más y mejores tontos útiles seamos, más esclavos, buenos esclavos y fieles esclavos seremos de aquellos pocos que explotan y oprimen a la aplastante mayoría de la humanidad y disfruta de vernos, a la gran masa carente de medios de producción y de capital, matarnos entre sí por las migajas que dejan los grandes ricos en la distribución muy desigual de la riqueza social.

Semanas se llevaron casi todos los medios de comunicación privados en el mundo vendiendo la boda real del príncipe Guillermo de Inglaterra con una preciosa muchacha, hija de una familia rica que explota trabajo ajeno y de esa manera adquiere su riqueza. Con razón el camarada Engels sostenía que la tradición es la vis inertiae (fuerza de la inercia) de la historia. Incluso, hasta el proletariado inglés se encuentra encadenado a tradiciones burguesas y muchas monárquicas. No nos olvidemos que fueron, precisamente, voces inglesas quienes nos vendieron la idea de que el socialismo está fundamentado sobre el Evangelio, por lo cual debe cristianizarse a las instituciones gobernantes como a la misma sociedad. Y eso es cosa de Monarquía. La política de ésta como la del capitalismo inglés busca no entrar en contradicción con los mitos del Génesis. Los burgueses ingleses, de tanto luchar contra la Monarquía en el feudalismo, abrazaron la costumbre de sentirse amos de los obreros o, por lo menos, seres superiores destinados desde arriba, desde el Cielo, a gobernar a los inferiores y sólo los monarcas están por encima de los grandes burgueses y hasta del mismito Dios y la Virgen María.

Los medios de comunicación convierten en “sagrados” los lugares que visitan el príncipe y la hermosa novia que se van a matrimoniar, igualmente los vestidos, las corbatas, los zapatos, los útiles de maquillaje, los sombreros, los blúmer, los interiores, las medias, es decir, todo lo que toquen sus manos o pisen sus pies. Centenares de analistas son entrevistados para que ilustren a la inmensa audiencia sobre los pormenores de la boda real antes de realizarse mientras que aquellos buenos analistas sobre conflictos bélicos que denuncian la ingerencia inglesa o imperialista en los asuntos internos de otras naciones, son desahuciados o execrados. La guerra y sus muertos no interesan para nada a la sociedad inglesa –en general- para no entorpecer el hilo sistemático de hipnotismo que causa una boda real. Por arte de magia, los medios de comunicación y sin desconocer que la novia es hermosa, la convirtieron en la mujer más bella del mundo, por encima de todas las mis universo que han existido. Los ricos o comerciantes abultaron sus riquezas especulando con la boda real. El anillo de la novia, que fue antes de la princesa Diana (madre del príncipe y sin que nadie se percate de la burla o el irrespeto hacia la muerta) a cada instante lo televisaron como para motivar a los más expertos ladrones de joyas ir en su búsqueda. ¿Cómo entrar al palacio real’: es el dilema a resolver. Lo demás, sería una papaya para los ladrones de película. El extinto Sean Connor les hubiese dado una lesión de asalto sin recurrir a realizar un solo tiro dentro del palacio real y dejar a la novia sin anillo por el respeto que sentía por la exprincesa Diana.

Miles de personas, pasando frío o hambre, armaron sus carpas para presenciar en vivo y en carne propia la boda real. Tal vez, muchas de esas personas, luego se quejaron de la escasez de recursos para cubrir sus necesidades materiales. Realizada la boda real, se piensa en la materialización que un día el príncipe sea el Rey y la princesa la Reina. Y en verdad, si no sucede una desgracia que les quite la vida a ambos o al príncipe, se cumplirá la profecía de ver, por ejemplo, a Guillermo como Rey y a Kate como Reina de Inglaterra, la Monarquía más poderosa de todas las monarquías en el planeta Tierra. Eso será otro acto tan protocolar como fastidioso que cautivará a millones y millones de personas para disfrutarlo aun sin tener visas para ese festejo y sin que nadie más allá de las fronteras del palacio real llegue a disfrutar de los exquisitos pasapalos que son exclusivamete para los invitados especiales.

Se tiene entendido que ni el Rey ni la Reina se tiran pedos, porque son perfectos y son los enviados de Dios a dirigir el destino de los súbditos en la Tierra. Vivimos en un mundo, lo han escrito o dicho muchos ideólogos, que se guía por clases o razas superiores y otras inferiores. El proletariado, el campesinado y los estamentos medios son los inferiores y la burguesía la superior. Pero por encima de ésta se ubican el Rey, la Reina, los príncipes, las princesas y las infantas, aunque un Presidente de Estados Unidos es mucho más poderoso e influyente que todos los reyes y todas las reinas, todos los príncipes y todas las princesas juntos, incluso, aunque sea de raza negra.

Lo que a continuación se escribe es sólo pura imaginación y no tiene nada que ver con la realidad pero no es una utopía. Un día de cumpleaños de la Reina puede suceder que por una mala digestión o desequilibrio estomacal, cosas que nunca han sucedido en la vida de reyes y reinas, se tire un pedo la reina en plena recepción, donde los invitados especiales serían los mandatarios de los países imperialistas y algunos reyes y reinas de otras naciones para no ofender la dignidad de ninguna monarquía inferior a la inglesa. Los mesoneros serían los jefes de Estados de segunda para que tengan acceso a probar los pasapalos; los porteros y celadores serían jefes de Estados de tercera y cuarta categoría sin derecho a saborear la exquisita ensalada elaborada en la Rusia que ya casi nada le queda de bolchevique. Ninguna invitación para un gobernante de quinta república, porque eso puede oler a revolución roja rojita o a sudor mulato de Sabaneta. La monarquía no dejaría de invitar al Papa, pero éste enviaría 13 de sus obispos demayor confianza.

Se supondría que por efecto del choque contradictorio antagónico de fuerzas sobrenaturales con las internas de la Reina, el pedo de ésta sería no sólo el más putrefacto en la historia de los pedos sino, mucho peor, el más catastrófico. Llamarían a todos los premios Nobel de química, física y medicina vivientes y, tal vez, algunos de literatura para que se escriba la historia del pedo más putrefacto, pudiente y sagrado sin alteración de ningúna naturaleza salvando todo el pudor de la monarquía.

Una vez que el pedo de la reina se convierta en un fenómeno recorriendo todos los espacios del palacio real, se creará un gran alboroto, una anarquía de competencia para aspirar algo de él por los invitados. No faltarán algunos monopolistas de la economía que traten de embotellarlo para que los químicos descubran la fórmula y crear un perfume especial para comerciarlo entre los sectores más elitescos del mundo. Los premios Nobel de química coincidirían en que jamás habían conocido ni imaginado la existencia de un gas tan putrefacto que despierte tanta avaricia por aspirarlo en los presentes en el palacio real. Los físicos comenzarían a permutar y deducir fórmulas para determinar las propiedades y la energía del orto que expulsó tan hediondo y costoso gas. Los médicos estarán confundidos y no sabrán si ese gas es producto de una enfermedad o de un virus sobrenatural desconocido. Los 13 obispos, entre sí y como en un solo coro, dirán: “Santo Dios: recemos por la salvación del alma de la reina, porque el cuerpo ya lo tiene perdido como cualquier pecador en la Tierra. Si el Santo Padre hubiese venido hubiera muerto de asfixia mecánica”.

Los mandatarios, invitados al palacio real, se desvivirán felicitando a la reina por tan importante milagro. Ofrecerán todas las materias primas de sus naciones por si le falta al gas algún elemento para mezclarlo o enriquecerlo como patrimonio de la humanidad y como la fuente más rica de energía núclear. Nada de negociarlo con Irán quien, seguramente lo dirán en el palacio real, lo utilizarían para bombas atómicas contra Israel. El mundo, casi entero, observará la algarabía en el palacio real pero nadie adivinará nada de la esencia del gran suceso. Aplausos sonoros se producirán en casi todas las regiones del mundo antes que la fetidez entre en la afmósfera fuera del palacio real. “Un terrorista islámico y loco lanzó una bomba atómica para sabotearle la fiesta a la reina”, dirá cualquier devota de los difuntos rey Luis XVI y de Ricardo Corazón de León cuando a sus pulmones penetre la putrefacción insoportable. “Es el comienzo de la revolución proletaria internacionalista, tal como lo vaticinó el camarada Marx”, expresará un obrero que regrese muy cansado a su casa luego de cumplir una larga jornada de trabajo asalariado. Es posible que algún Presidente de una nación imperialista diga y pregunte: “Los comunistas nos están atacando por sorpresa con gases atómicos. ¿Y ahora quién podrá defendernos?”. Justo en ese momento hará uso de la palabra el Presidente de Estados Unidos, ya con unas copas de buen wisqui escocés encima, y responda: “Yooooo. Cuenten con mi astucia. Siganme y hagamos la guerra al comunismo, porque ese gas aunque no mate al inicio intoxica al instante todos los órganos del cuerpo paralizando la facultad de pensar”. Mientras tanto todos los grandes medios de comunicación llegarán a la puerta del palacio real para informar al mundo del histórico acontecimiento de alegría que vivan los invitados, cuando un camarógrafo pregunte en voz alta: “¿Qué será lo que en el palacio real sucede que la reina tiene la cara demasiado roja rojita?” No faltará un jodedor o mamador de gallo que le responda con otra interrogante: “¿No será que ya Chávez hizo entrar victoriosa su revolución bonita del siglo XXI en los predios del palacio real?”. Posiblemente, en tiempo récord, los chinos elaboren un tapanariz antigasfétido para inundar el mercado satisfaciendo la demanda de tan vital mercancía en un mundo donde se sabrá a ciencia cierta que hasta los miembros de la monarquía se tiran pedos y en no pocas oportunidades más putrefactos que los del mapurite.

Fooooo. Fooooo. Que hediondez tan insoportable. Que inmoralidad y mala educación es tirarse un pedo justo cuando la reina celebra su cumpleaños”, dirá cualquier borracho, interpretando correctamente la realidad, tapándose la nariz con una mano mientras con la otra empine la botella para echarse otro trago.

Tal vez, preocupado el rey por saber a ciencia cierta que por vez primera una de las dos más elevadas o superiores figuras de la monarquía se ha tirado un pedo, tome en el acto dos importantes decisiones: 1.- someter a investigación o juicio a todo el plantel de la cocina del palacio real y saber con precisión qué condimentos le echaron a los pasapalos; y 2.- enviar en el acto por un filósofo que siguiendo el pensamiento platónico lo mezcle con agnosticismo, nihilismo y escolaticismo para que explique al mundo las leyes universales a que se encuentran subordinados los pedos monárquicos.

Lo cierto es que no habrá fórmula mediática ni científica capaz de mantener el secreto del pedo tirado por la reina ni siquiera acusando a terroristas infiltrados de lanzar un fétido gas para sabotear el cumpleaños de la reina. Descubierto el dilema pasará a la historia como el día en que la reina se tiró un pedo demostrando que es de carne y hueso, de músculos y venas y tira pedos tan igual a cualquier otro ser humano viviente, aunque élla sea tenida por raza supérior a los demás.

Aprovechando la algarabía no faltará un loco, en estado de delírium trémens, que diga: “Si ese es el aire que se respira en el socialismo mejor me quedo respirando la hediondez del capitalismo”. Pero también surgirá un naturalista que describa los pedos por clases sociales y tendencias políticas donde el pedo del burócrata será el más beneficiado de todos. Y, cuando ya todo esté en calma y la verdad verdadera sea conocida por el mundo entero, hará uso del pensamiento un dialéctico, inspirado en Heráclito, que sueña con ver pasar el cadáver del imperialismo leyendo hermosas poesías y diga: “Todo sucede, todo pasa, todo se mueve, toda hediondez se extingue en los pulmones de quienes se lo tragan pero, al final del género humano, nada queda”.

A los días (vueltos los pobres a su pobresa, los ricos a su riqueza y los curas a sus iglesias) un Primer Ministro de alguna monarquía-parlamentaría, ante todos los grandes medios de comunicación interesados en conocer las repercusiones del pedo que se tiró la reina, les responda: “El objetivo no es nada, el movimiento lo es todo”. Se apagarán las luces de las cámaras y el internev comunicará al mundo: “El movimiento del pedo tirado por la reina recorrió el planeta y el objetivo se extinguió debido a las miles de millones de narices que lo aspiraron antes de contaminar toda la atmósfera terrestre”.

Quizás, algún niño en el Africa, sometido a los rigores del hambre y la desolación, diga::”Con todo el dinero que se gasta en promocionar una boda de monarcas y en la fiesta de la misma, muchos niños y niñas como yo en el mundo no sufriríamos del hambre y tendríamos acceso a la educación para poder ser hombres y mujeres útiles el mañana a la humaidad”.



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Freddy Yépez


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