La gira de Ahmadineyad por América Latina

Traducción desde el inglés por  Sergio R. Anacona

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Washington debe haber tenido seriamente la esperanza de poder desbaratar los planes de Ahmadineyad para su reciente gira latinoamericana. Como era de esperar, la marejada de propaganda anti-iraní que en la víspera abarcó todo el continente, fue centrada en “la amenaza terrorista” con masivas acusaciones de que al recibir al líder iraní, los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador no solo demuestran su hostilidad hacia Washington, sino que también de algún modo, corroen la seguridad nacional de Estados Unidos. Por ejemplo, se hicieron imputaciones --sin citar evidencias-- que el servicio de inteligencia iraní mantiene una red de bases en los países amigos de Teherán y que agentes desde estas bases –saboteadores y extremistas—ocasionalmente viajan a Estados Unidos. Hasta ahora, las agencias de inteligencia norteamericanas no han interceptado a guerrilleros iraníes entrenados en Venezuela o Cuba y han tenido que lanzar cuentos absolutamente fabulosos. Estos cuentos fabricados apresuradamente, abundaron en discrepancias y claramente quedaron cortos en cuanto a las normas establecidas por Hollywood, especialmente en términos de reparto y puesta en escena. Un tal Mansour J. Arbabsiar de 56 años de edad de origen iraní, nacionalizado ciudadano norteamericano, fue detenido el mes de octubre del 2011 como el personaje principal de un supuesto complot iraní para volar la embajada israelí y matar a un diplomático saudita en Washington. Supuestamente, Arbabsiar le habría dicho a un agente encubierto que él recibía instrucciones de altos operativos iraníes interesados en conseguir a los Zetas –cartel mexicano de narcotraficantes—para llevar a cabo acciones terroristas en Estados Unidos. La ficción resultó difícil de vender a aquellos que en realidad conocían a Arbabsiar tanto en Estados Unidos como en Irán y que unánimemente lo describieron como un individuo crónicamente desorganizado y hasta como un tipo “inservible”, además que se trata de una persona psicológicamente dependiente con un posible registro de consumo de drogas. En cuanto la polvareda se asentó, la impresión general fue que el tipo fue utilizado por las agencias de inteligencia de Estados Unidos como lo fue Lee Harvey Oswald, el sospechoso arrastrado al caso del asesinato del presidente John F. Kennedy con el objeto de desviar la atención de los verdaderos perpetradores.

El 8 de diciembre pasado, el canal televisivo en idioma castellano, Univisión brindó a sus televidentes revelaciones acerca de supuestos planes iraníes y venezolanos para un cíber ataque masivo contra Estados Unidos desde México en un documental titulado “La Amenaza Iraní.” De acuerdo con los autores de la especie, la lista de blancos contemplados incluía la Casa Blanca, el Pentágono y el FBI y las consecuencias podrían incluso sobrepasar en gravedad a aquellas ocasionadas por el atentado terrorista del 11 de septiembre. El documental colocó a la Cónsul General de Venezuela en Miami, Livia Acosta Noguera en el centro de la conspiración. Supuestamente, ella mantenía regularmente conversaciones con estudiantes piratas informáticos de la Universidad Nacional Autónoma de México sondeando sus capacidades para sustraer materiales confidenciales y los muchachos le habrían ofrecido sus servicios a los diplomáticos cubanos e iraníes. Los diplomáticos saben demasiado bien que la Universidad Nacional Autónoma de México es escenario de denodados esfuerzos de reclutamiento por parte de la CIA y la comunidad de inteligencia norteamericana tuvo que cancelar toda la operación cuando uno de los piratas informáticos fue desenmascarado durante un viaje a Irán.

Acosta sumió el cargo en Miami en marzo del 2011 para ser declarada persona non grata diez meses más tarde sin haber antes sido confrontada con acusaciones formales. Sencillamente Washington necesitaba con urgencia un escándalo para contrarrestar el éxito obtenido por Ahmadineyad durante su gira latinoamericana y el escándalo por los supuestos ataques cibernéticos que culminó con la expulsión de Acosta fue todo lo que Estados Unidos pudo hacer al no tener nada concreto. Posteriormente Chávez señaló con ironía que el solo número de acusaciones contra Acosta socavaba la credibilidad del caso, pero también dijo que en realidad las acusaciones vinieron de la ultra derecha con base en Miami y que traerla de vuelta a Caracas se hizo necesario por su seguridad.

El observador político de origen argentino, Andrés Oppenheimer, residente en Estados Unidos, es un fabricante en serie de publicaciones en contra de Ahmadineyad a quien generalmente se refiere como un dictador fascista y un tirano sanguinario. Estas definiciones satisfacen a la clientela ultraconservadora de Oppenheimer. En su documento de enero publicado en ABS Digital él hace hincapié que el Departamento de Estado norteamericano considera dos respuestas a la pregunta acerca de la agenda latinoamericana de Ahmadineyad. La primera es que el régimen “terrorista” osadamente intenta demostrar su poderío en el vecindario de Estados Unidos, coopera con Venezuela (y posiblemente con Ecuador) en la minería de uranio para alimentar su programa nuclear y desarrollar en la región una red de agentes que esté lista para lanzar ataques contra Estados Unidos en caso que Washington y Tel Aviv decidan bombardear las instalaciones nucleares de Irán. La segunda sería que la visita de Ahmadineyad a América Latina en realidad indica la debilidad del régimen crecientemente aislado de Irán y que trata de convencer a sus connacionales que él todavía tiene un status de ícono en algunas partes del mundo como un campeón de la resistencia al Imperio. De hecho, repite la posición del Departamento de Estado de Estados Unidos y desaconseja a los gobiernos latinoamericanos de recibir al líder iraní quien trae a la región los conflictos con los cuales estas naciones no tienen ninguna relación e invoca la explosión que destrozó unas instalaciones judías en Argentina durante los años 1990. En conclusión, Oppenheimer cita al Departamento de Estado diciendo que la amenaza iraní a la seguridad nacional de Estados Unidos existe en América Latina de manera latente. Por lo menos, eso debería ser verdad. Durante su gira, Ahmadineyad y sus socios conversaron acerca de economía, política, recursos energéticos, etc., sin planificadores militares a la vista.

Hasta ahora Chávez ha evitado hacer comentarios sobre el posible embargo petrolero de Occidente contra Irán, pero difícilmente han caído en el olvido sus proyecciones en el sentido que el precio del barril de petróleo alcanzaría los 250 dólares si los desarrollos en torno a Irán toman un giro anormal.

Quizás, lo que él quiso decir es que si Estados Unidos e Israel desatan una guerra contra Irán, este en respuesta, minaría el Estrecho de Hormuz. Las recientes maniobras de la marina iraní en el área demostraron que Irán sigue siendo inmune a las amenazas y que el tráfico a través de una de las vías principales del suministro de petróleo del mundo, con seguridad si estalla la guerra, sería bloqueada. Por otra parte, Chávez no pareciera creer en la realidad del escenario a juzgar por el hecho que él prometió visitar Teherán a fines del 2012 una vez que gane la carrera presidencial en Venezuela.

No pasó por alto a los observadores que tanto Ahmandineyad como aquellos que los recibieron en el bloque del ALBA se abstuvieran de hacer declaraciones anti norteamericanas duras.

Resumiendo sus conversaciones con los hermanos Castro, Ahmadineyad dijo que Irán y sus amigos latinoamericanos hacían un frente común en la lucha por los derechos de los pueblos, compartían opiniones y que siempre permanecerían unidos. Al saludar al líder iraní en Managua, Daniel Ortega, cuya segunda presidencia se había iniciado hacía unos días, expresó su apoyo al derecho de Irán a la energía nuclear e hizo un llamado a los países con armamento nuclear, incluyendo a Israel a deshacerse de sus arsenales. En Ecuador, el presidente Rafael Correa hizo énfasis en que nadie está autorizado a decirle a su país soberano con quien hace amistad. En todo momento, Ecuador estará fortaleciendo vínculos con países dispuestos a la colaboración sobre la base de los principios de dignidad nacional y respeto mutuo.

Al tiempo que el sensacionalismo anti iraní evoca poca confianza, si la hay, la eficiencia en la lucha que libran los servicios iraníes de seguridad contra agentes de la CIA, Mosad y de otras agencias de inteligencia occidentales, pareciera aumentar constantemente. Bajo las actuales circunstancias, Teherán no tiene otra alternativa que enfocarse en el contraespionaje ya que rutinariamente, científicos nucleares y oficiales militares son asesinados mediante bombas magnéticas o disparos de franco tiradores, su espacio aéreo es violado por aviones no tripulados identificando blancos para futuros ataques misilísticos y, según todos los indicios, la agresión imperialista se está aproximando.

Constantemente se están publicando en Irán informes que dan cuenta del descubrimiento de redes de agentes enemigos. Por lo menos treinta agentes fueron detenidos durante el 2011. El ciudadano norteamericano Amir Mirza Hekmati de 28 años de edad que había regresado a su tierra natal con el objeto declarado de visitar a sus familiares, fue detenido luego que trascendió que reunía informaciones sobre las fuerzas armadas iraníes. En la medida que la investigación avanzaba, Hekmati admitió que espiaba para la CIA y que había sido entrenado en la base aérea norteamericana de Bagram en Afganistán. Fue sentenciado a muerte por una corte iraní.

La arremetida propagandística contra Irán está ganando fuerza. El régimen islámico del país está siendo demonizado por los medios pro norteamericanos y los activistas sionistas, quienes, es de notarlo, se hallan en posiciones dominantes en el espacio pos soviético.

En consecuencia, los analistas políticos progresistas tienen razón cuando sostienen que al iniciar una gira por América Latina, Ahmadineyad perforó el bloqueo diplomático norteamericano y asestó un duro golpe a la campaña de desprestigio de los sionistas.


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Nil Nikandrov

Periodista y analista político escribiendo frecuentemente en la revista rusa internet Strategic Culture Foundation.

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