El camino franco y definitivo a la libertad

A nombre de la Gran Colombia, con los territorios que hoy conforman Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, Simón Bolívar, el Libertador, convocó el Congreso Anfictiónico de Panamá, él proponía una Confederación de países Latinoamericanos con la finalidad de establecer su unidad y defender sus intereses, pero aquel esfuerzo debido a diferencias personales y políticas fracasó. Estados Unidos copiando la idea de Bolívar promovió unas organizaciones de integración americana y creó la Unión Panamericana, desde 1899 y la Organización de Estados Americanos, OEA, desde 1948, instituciones que en definitiva han servido a los intereses de la gran potencia que legitiman sus intervenciones armadas. Y es por estas organizaciones que los Estados Unidos han considerado a la América Latina y el Caribe como su patio trasero. Pero ya era hora que los países Latinoamericanos y Caribeños respondieran y ya han creado organismos regionales que no incorporan a Estados Unidos ni a Canadá así han integrado la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2004, la Alianza Bolivariana para América (ALBA) en 2004, y finalmente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011. Seguramente la CELAC debe comenzar con un procedimiento cauteloso y donde sus acuerdos se tomen por consenso, vale decir por unanimidad, pero más adelante sería deseable que se avance hacia una adopción de decisiones por mayorías calificadas. También los objetivos pueden cumplirse mediante Tratados Internacionales entre los miembros que sean partidarios de una determinada política, y tratar por todos los medios evitar repetir las experiencias de la Liga Árabe o de la Unión Africana, que más de una vez abandonaron a sus miembros ante la agresión imperial.

Los Latinoamericanos y Caribeños son sometidos en otros países a discriminatorios y draconianos regímenes de visado e inmigración, por lo deberíamos aplicar siempre y en todo caso a los nacionales de ellos la estricta reciprocidad. Todavía hay territorios en América Latina sometidos a esclavitud colonial como Puerto Rico y las Malvinas, debemos apoyar su independencia y la incorporación a la CELAC. A la CELAC concurren países con orientaciones distintas, algunos abiertos hacia el futuro, otros todavía atados a pactos, compromisos y dependencias con los poderes hegemónicos que hoy entran en decadencia, algunos de sus miembros tienen Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos o con la Unión Europea. Por lo pronto habría que cuidarse de algunos países que todavía tienen acuerdos con las potencias hegemónicas ya que podrían entrar en los tratados económicos de la CELAC como caballos de Troya y de otros que tienen gobiernos surgidos directa o indirectamente de la fuerza contrarrevolucionaria. Delicada será la tarea de concertar entre tan distintas perspectivas el no romper con la ecuanimidad de acción existiendo miembros de la CELAC que todavía sufren la lesión de su soberanía, lo que significa el sometimiento de sus decisiones a instancias supranacionales, tales como las de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y la Corte Interamericana de los Derechos Humanos de la OEA, o como la de la sucursal del Banco Mundial llamada Centro Internacional de Arreglo de las Diferencias sobre Inversiones.

Brasil nunca ha pertenecido a ella, y sucesivamente Bolivia, Ecuador y Venezuela se han dado de baja de estas instancias que casi siempre deciden en forma prejuiciada a favor de transnacionales y poderes hegemónicos en contra de nuestros países. Seguramente que en la CELAC quedará planteada la idea de una progresiva desvinculación de la OEA, que durante toda su existencia sirvió para legitimar las injerencias de Estados Unidos y agredir, aislar o deslegitimar las experiencias progresistas. La potencial unidad de la CELAC le asignaría un peso determinante en la Organización de Naciones Unidas. Esta nutrida coalición de 38 países podría aspirar a ejercer posiciones decisivas en el Consejo de Seguridad, en el Consejo de los Derechos Humanos, en la Organización Mundial del Comercio y en otras secciones claves del organismo mundial. El nuevo ente tendrá sin duda una actitud menos obsecuente hacia la Alianza Atlántica, que se hunde en el desastre de la crisis económica, y más abierta hacia China, Rusia, India, Japón y en general el Asia, África y las potencias emergentes. Bien podría asumir el liderazgo de un revitalizado Movimiento de los Países no Alineados. La CELAC es el camino hacia el porvenir de medio continente americano. América Latina y el Caribe emprenden por fin un rumbo propio, profundamente libre y democrático.

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José M. Ameliach N.


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