No hay lugar a dudas, los resultados de la Cumbre de Mar del Plata estremecieron de tal manera los cimientos estructurales a partir de los cuales se había fraguado el proceso de Cumbres de las Américas, que éste no ha podido ser reconstruido. El mejor ejemplo de lo afirmado lo constituye lo ocurrido en el marco de la V Cumbre, realizada en Puerto España, Trinidad y Tobago, entre 17 y 19 de abril del año 2009 y, en la recién finalizada, en Cartagena de Indias, Colombia, 14 y 15 de abril del presente año.
En ambas Cumbres no pudieron ser consensuadas la Declaración de Jefes de Estado y de Gobierno, documentos en los cuales se plasman los principios y mandatos, sobre los tópicos tratados en la misma. La declaración de compromiso de Puerto España y Cartagena de Indias, tituladas: “Asegurar el Futuro de Nuestros Ciudadanos Promoviendo la Prosperidad Humana, la Seguridad Energética y la Sostenibilidad Ambiental” y “Conectando las Américas: Socios para la Prosperidad”, tuvieron que ser sustituidas por una Declaración de los mandatarios de Trinidad y Tobago y de Colombia, Patrick Manning y Juan Manuel Santos, lo que constituye un duro golpe para dicho proceso, y la mejor demostración de la pérdida de interés sobre el mismo.
Y es que, a decir verdad, fuera el ALCA de la agenda hemisférica, el interés por dicha Cumbre, era natural que disminuyera; contribuyó, asimismo, a su pérdida de interés el hecho de que en ambos documentos se nota una regresión en cuanto a la profundización de la discusión en temas tan neurálgicos como los referidos a los derechos económicos, sociales y culturales, como derechos humanos tan importantes como los políticos y cíviles, cuyo cumplimiento y satisfacción es garantía para avanzar hacia la justicia social; sobre los tipos de democracia existentes en el hemisferio; sobre el respeto de la soberanía, la libre determinación, el derecho de nuestros pueblos a darse de manera autónoma su propio modelo de sociedad, para sólo citar algunos.
Si algo resulta obsoleto -en este tiempo- es seguir definiendo la integración como acuerdos, sobre todo como acuerdos económicos, comerciales, mercantiles, la integración en este tiempo –y para este tiempo- es un proceso político, en constante construcción.
Teniendo como marco este principio conceptual, podemos afirmar que la Cumbre de las Américas, nace deslegitimada. En primer lugar, porque el objetivo de su convocatoria era el de conformar un mecanismo de integración económica: el ALCA; en segundo lugar, porque habiendo sido convocada por el mandatario de un país, los Estados Unidos, no era una iniciativa emanada de alguno de los foros hemisféricos existentes, su justificación la fue adquiriendo en la medida en que la oferta ALCA era presentada como una oferta posible de contribuir con el “crecimiento económico y el desarrollo”, de los pueblos de América. Recuérdese que hablamos de la década de los noventa de la centuria pasada, década en que las propuestas neoliberales eran asumidas como la panacea para resolver los problemas existentes en cada uno de nuestros países.
Pues bien, sobre estos dos hechos no se discute, ellos no ocupan un lugar en la agenda de dichas reuniones. Las cumbres son un “organismo” hemisférico tan atípico que, sin formar parte de la estructura orgánica de la OEA, por vía de los hechos ha sido adscrita a ella. A este respecto bien vale la pena recordar que las cumbres son dirigidas por la Comisión de Cumbres y que los temas son discutidos en el Grupo de Implementación y Revisión de la Cumbre (GRIC), conformado por Comisionados de los gobiernos nacionales, que no son –necesariamente- los Representantes Permanentes de los Estados ante la OEA; el rol que se le había asignado a este foro hemisférico era el de cooperador en los asuntos organizativos y de logística de las cumbres, con el correr del tiempo, pero sobre todo en la gestión de José M. Insulza, la OEA se ha convertido en el ente conductor de las mismas, atribuyéndose una función que no le corresponde.
(*)Profesor ULA
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