Confieso que he sentido una admiración especial por el camarada Evo, no sólo por su sencillez, su sinceridad y su honestidad sino, fundamentalmente, porque su Gobierno ha dado pasos importantísimos sólo cuando las condiciones objetivas, tanto de carácter internacional como nacional, se lo han exigido. Y Evo ha sido un objetivo de los imperialistas e incluso de gobiernos que se han llenado la boca de ser íntegros servidores de los intereses populares. Por eso, siempre me ha parecido una obra monumental la solidaridad que el camarada Chávez realizó con el camarada Evo. Este, sin duda y de la forma más honesta y sincera, sintió en la profundidad de su corazón y su dolor la muerte prematura del camarada Chávez. Evo sí sabe cuánto valor tiene el principio del internacionalismo proletario y por eso, entre otras cosas, sabe que del Gobierno chileno lo único que puede conseguir es barro en vez de harina o plomo por la espalda en vez de un abrazo de pecho a pecho.
Escuché todo el discurso del camarada Evo del día viernes 10 de mayo que fue trasmitido por Telesur. Es realmente sorprendente que un dirigente político, que hace poco confesó que no le gustaba leer, haga un análisis tan profundo, tan meticuloso y tan acertado sobre la realidad de un país –caso Bolivia- como lo hizo el camarada Evo. Pareció como si hubiese estudiado e interpretado correctamente todos los grandes textos del marxismo como guía para los análisis, como guía para la acción y haberse resguardado magistralmente de esos elementos teóricos que intentan colarse por debajo de la mesa para desvirtuarle el discurso y hacer decir lo que no se debe decir y dejar de decir lo que se debe decir. Evo se las comió. Dijo lo que debía decir y no dijo lo que no debía decir.
El rostro de Evo, su mirada y sus gestos eran las de un hombre que ama a su pueblo, que desea y lucha por lo mejor para su pueblo en un tiempo en que su Gobierno no puede ni debe saltar etapas de la historia que causen traumatismos generalizados a la población y pongan en peligro las conquistas que han logrado. Hay obreros que ganan más que el camarada Evo y esos son los que, por lo general, pertenecen a la aristocracia obrera que viene siendo tan enemigo del proletariado como los burgueses monopolistas. Su discurso fue, sin duda alguna, concreto y brillante. Hizo un análisis correcto y llegó a conclusiones correctas como si tuviera un dominio, por lo menos, casi perfecto del marxismo. No soy, en lo particular, preparado en ninguna ciencia, no tengo un nivel de conocimientos que valga la pena destacar, no soy investigador social que ande noche y día tras la pista de todas las verdades que se mueven en el mundo aunque sí me percato con facilidad de las mentiras que buscan engañar a los pueblos, vengan de donde vengan. Pero, en mi rústica manera de ver las cosas, sentí una profunda emoción de saber que una persona que no le gusta leer pero que quiere enamorarse de la lectura haya pronunciado un discurso tan preciso, tan realista que cualquiera que lo haya escuchado, independiente del nivel de sus conocimientos, debe sentirse maravillado de un indígena que incursiona en la política -en función de gobernante- buscando el bien y no el mal para su pueblo sin que nunca se le pueda acusar de abultar sus bienes personales.
Pero quiero es destacar algo de lo que habló el camarada Evo que nos puede servir de ejemplo y hasta de guía o de orientación para la elaboración de políticas económicas en la Venezuela actual, esa que existe en un contexto mundial donde domina y sigue dominando el capitalismo más altamente desarrollado, el imperialista. Evo le habló, fundamentalmente, a los obreros, esos que declararon una huelga haciendo solicitudes que no es que no sean justas sino que no son realistas en un país que no posee los recursos económicos para complacer a todos los trabajadores en base a una igualdad de oportunidades. Huelga, por lo demás, más política que económica porque en el fondo de lo que se trata es de producir una situación en que el camarada Evo sea derrocado –supuestamente- por la vía del voto popular.
Evo habló de las expropiaciones, de las empresas en poder del Estado. Se paseó por las realidades de las mismas, preguntándose cuáles son los beneficios que han traído a Bolivia; hizo una pregunta que debe hacer reflexionar profunda y profusamente a los obreros cuando el Estado expropia o nacionaliza una fuente de la riqueza o empresa y que pretenden que todas las ganancias sean repartidas exclusivamente entre los trabajadores de las mismas. Allí fue preciso al preguntarse cuáles serían los beneficios para el país o para el pueblo boliviano si todo queda exclusivamente en manos de los trabajadores de la empresa nacionalizada o expropiada. Tener esa mentalidad un obrero es más que egoísmo, es como ser indiferente al resto de los trabajadores, de las clases y sectores populares, de las necesidades de la nación. Eso es capitalismo puro, salvaje y demasiado atrasado. Eso no tiene absolutamente nada de justicia y menos de socialismo.
El camarada Evo le preguntó a los obreros radicales si querían que se hicieran nuevas expropiaciones cuando las condiciones no favorecían para que esas empresas aporten rentas al país; es decir, Evo tiene claridad sobre cuándo, en qué momento, bajo qué condiciones se puede expropiar o nacionalizar una empresa, ya que sólo se justifica si en verdad produce dividendos a la nación y no exclusivamente a un número determinado de personas o trabajadores. Evo dictó una clase magistral de que las expropiaciones y nacionalizaciones no deben ser el fruto de un deseo sino de una imperiosa necesidad determinada por condiciones y capacidades para que lo expropiado o nacionalizado supere con creces los niveles de producción o de beneficios anteriores y en vez que sean de la propiedad privada pertenezcan a la Revolución, al pueblo, al país. Ninguna transición de capitalismo a socialismo, en este tiempo y de manera casi aislada, debe recurrir a las expropiaciones y nacionalizaciones para complacer solicitudes -de quienes quieren se demuestre en un dos por tres el triunfo del socialismo- sino que cuando se lleven a cabo sean el fruto de estudios profundos, de tomar en consideración factores (tecnología, organización social del trabajo, capacidad de técnicos y del proletariado) para que resulten un verdadero beneficio a los intereses nacionales de una Revolución o de un pueblo que no es homogéneo ni en la transición ni en casi todo el proceso de construcción socialista. Sólo en el comunismo podrán desaparecer todos los vestigios del Derecho Burgués para que todos trabajen según sus capacidades y reciban según sus necesidades. Si no es así, me perdonan, el marxismo no cuadra, estaría fuera de foco y la experiencia histórica no nos serviría absolutamente de nada. Amén.
Todos los comunistas del mundo, si creen en el marxismo y en la emancipación de todos los oprimidos y explotados por el capitalismo, ansían que el comunismo llegase como por arte de magia y se resolvieran todas las contradicciones y situaciones de pobreza en este planeta para que todos fuesen cultos y la humanidad se administre por sí misma, pero eso no pasa de la raya de un sueño relámpago como expresión de la utopía menos imaginable de la mente humana. Vivimos con intensidad una era de lucha de clases donde el enemigo fundamental de la humanidad es el imperialismo y a éste no se derroca con oraciones, rezos, plegarias ni buscando en juegos de barajas o bolitas de cristal la determinación del destino de este mundo. Lo importante es que en cada nación donde se den las condiciones objetivas y subjetivas se le arranque el poder a la burguesía y entrar en la transición del capitalismo al socialismo. No importa el tiempo que eso se lleve siempre y cuando se practique la máxima expresión del internacionalismo revolucionario como impulso para que un día el proletariado de los países capitalistas más desarrollados se decida hacer la Revolución. De allí en adelante, el avance y desarrollo del socialismo sería una papaya. Nuevamente, amén.