Los paga peos: los hermanos Castro

 

Llegará un momento en la Historia, no tengo dudas que será en el Comunismo, en que todos los seres humanos desarrollarán sus capacidades o cualidades para escribir y lo harán muy bien. Será tan rica la cultura como el arte, que las ciencias y todas las expresiones artísticas se sentirán orgullosas que muchas décadas atrás un Marx y un Engels hubiesen anunciado al mundo –a través del Manifiesto Comunista- un futuro emancipado de todo vestigio de esclavitud social. Privilegiadas serán las generaciones que sin necesidad de lucha de clases ni de dolores ni traumas sociales tendrán a su disposición toda la riqueza cultural y artística conquistada para el mundo por el comunismo.

         Pero el mundo de hoy, conformado por naciones donde unas pocas lo dominan y poseen intereses socioeconómicos de forma antagónica con las muchas que son tratadas como colonias, se rige por la clave de la lucha de clases: una que explota y oprime y otras que son explotadas y oprimidas. Y en ese contexto es el proletariado quien porta en su entraña la nueva sociedad, esa que empieza a formarse desde la transición del capitalismo al socialismo hasta pasar por el socialismo propiamente dicho y llegar a la fase comunista donde desaparece, para siempre, todo vestigio del Derecho Burgués. Para los que defienden el capitalismo, lo que digo simplemente es una locura desprendida de una mente que no es capaz de pasar de las rayas invisibles de la utopía.

         Lo cierto es que en el caso concreto de América Latina y el Caribe –como también más allá de sus fronteras-  todo cuanto sucede que no resulta agradable para el imperialismo –en lo particular- y para el capitalismo –en lo general- es culpa de los hermanos Castro, es decir, de Fidel y de Raúl. Los nuevos ideólogos pragmáticos del imperialismo continúan aferrados al mismito odio con que los ideólogos del mismo interpretaron y rechazaron la más grande hazaña histórica producida en el continente América aquel 1 de enero de 1959: la Revolución Cubana en las propias narices de la nación más poderosa, más armada, más intervencionista, más colonialista y más belicosa del planeta: Estados Unidos.

         Poco ha faltado para que salga uno de esos ideólogos, luego de emborracharse en una orgía, y culpe a los hermanos Castro de haber asesinado a don Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y de haber sido culpables de las ideas radicales de doña Evita Perón contra los oligarcas y los altos prelados de la Iglesia Argentina en su tiempo. Es que los ideólogos del imperialismo no necesitan hacer ningún esfuerzo en estudiar la Historia porque sólo responden a cosas automáticas y beneficiosas a sus intereses económicos del presente. Para ellos las fechas en que se producen los hechos son meros indicios de una misteriosa participación de los hermanos Castro en los mismos. Los Castro, al fin y al cabo, son como duendes que siempre andan martillando las cabezas de los señores imperialistas. Cualquier suposición  o imaginación, sin importar el tiempo ni el lugar, es suficiente para culpar a los hermanos Castro cuando los hechos –ficticios o no- no son beneficiosos a los intereses económicos de los imperialistas. Aseguro que más de un ideólogo del imperialismo, nacido de un nihilismo narcisista, ha pensado que quienes le dieron casquillo a Hitler –en la década de los cuarenta del siglo XX- para que intentase tomar el mundo por asalto, fueron los hermanos Castro. Y si no lo ha dicho es porque muchos saben que Fidel y Raúl eran unos niños en ese tiempo.

         Para los ideólogos del imperialismo, por falta de formación científica o histórica verdadera, ningún político –especialmente venido o surgido de desde la década de los sesenta del siglo XX hasta los comienzos del siglo XXI- ha tenido capacidad propia para levantar banderas de lucha contra el imperialismo –en particular- o contra el capitalismo –en general-. Han sido los hermanos Castro quienes han metido en esas cabezas ideas malignas y duendes exaltados de fanatismo y odio contra la buena vida de quienes se enriquecen explotando el trabajo ajeno y apropiándose indebidamente de la plusvalía producida por el plustrabajo no remunerado a los trabajadores. No faltará un analista internacional que acuse a los hermanos Castro de haberle hecho la vida imposible al príncipe Carlos, quien renunció a su derecho al trono y todos sus títulos nobiliarios para disputar el cargo de Primer Ministro, temeroso de un acto de terrorismo individual de Fidel y, además, convencer a Camilla que se divorcie protestando contra la decisión de su marido.

         Si alguien tira una piedra y esconde la mano pero rompe un vidrio de alguna institución privada, inmediatamente se acusa a los hermanos Castro de ser los culpables. Si alguien esputa hacia arriba y le cae encima del vehículo de un capitalista que vaya pasando en ese momento por ese lugar, de inmediato se culpa a los hermanos Castro del salivazo sin control. Si alguien se tira un pedo bien putrefacto y corre a los clientes de un restaurante de zona lujosa, inmediatamente se acusa a los hermanos Castro de haber hecho estallar un artefacto explosivo. Si se produce un choque entre un tren y una mula descarriada, inmediatamente se acusa a los hermanos Castro de haber drogado el animal para que perdiera la noción de sus pasos. Si a un niño se le rompe el papagayo en plena altura, inmediatamente se acusa a los hermanos Castro de haberle frustrado con una hojilla la diversión al infante. Si un jugador de las grandes ligas de béisbol batea y saca la pelota del estadio pero por la zona de faul, inmediatamente se acusa a los hermanos Castro de haber movido la línea de demarcación para evitar el jonrón. Si algún loco pega un grito de ¡viva el comunismo! en una plaza pública, inmediatamente se acusa a los hermanos Castro de haberle atiborrado el cerebro de anticapitalismo aprovechándose del problema sicológico o siquiátrico que padece esa persona. Nadie dude que un día en que muera ahogado un Presidente de Estados Unidos atragantado con una presa de pavo en el Día de Acción de Gracias, se acuse al pavo de terrorista y a los hermanos Castro de haberle enfermado a ese animal el cerebro con tanta ideología castrocomunista. Bueno, échenle bola que ya hay ideólogos que hablan de volcanes castrocomunistas. Si se produjeran, al mismo tiempo, un terremoto de nueve o más grados y un ciclón de más de mil kilómetros por hora, nadie dude que a uno lo llamen Fidel y al otro Raúl y los daños causados a la Tierra y al género humano serán condenados como monstruosidad del castrocomunismo. Carajo: no habrá un solo ideólogo imperialista serio que analice con objetividad la obra y el pensamiento de los hermanos Castro aun cuando, en su conclusión, determine que son culpables de querer el socialismo para Cuba.

         Y cuando ya no existan los hermanos Castro, seguramente y si el camarada Evo vive, acusarán a su indigenismo y a la coca de todo lo que en adelante sea un acto o un hecho no favorable a las políticas imperialistas valiéndose de que ya el camarada Chávez no existe.



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Freddy Yépez


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