Años atrás la curvina desapareció del Zulia por culpa de la pesca de arrastre. Ahora se la llevan a Colombia pagándola en la orilla del Lago a precios del mercado de Coche en Caracas.
En Carrasquero, cabeza de la parroquia Luís D’Vicente del municipio Mara, no se consigue el pan. Se lo llevan a Colombia porque allá lo venden a diez veces su precio venezolano.
Así es muy jodido vivir. Aquí nos empeñamos en la igualdad, allá en el neoliberalismo. Aquí subsidiamos, allá privatizan. Aquí damos educación y salud gratuita, allá las niegan. Aquí regalamos la gasolina, allá es la más cara del mundo.
Coño, pero tenemos más de dos mil kilómetros de fronteras. Y en Zulia son 680. Nos tienen jodidos por todos lados. Y la Guardia Nacional gozando. Estamos acorralados por nuestros enemigos santanderistas.
En Maracaibo y sus comarcas, contrabandistas y paracos se llevan todo para Colombia. Ah, pero un ministro de Santos nos ofrece abastecernos de alimentos. Qué ironía! Si con dejar de saquearnos bastaría.
De Colombia llegan a Venezuela: pobres, buhoneros, drogas, peones, vigilantes (indocumentados y armados), jardineros, niñeras, refugiados (nuestros hermanos de clase); pero también llegan sicarios, paramilitares, votos comprados por la derecha, narcotraficantes, lacras, contrabandistas, estafadores y lavadores.
De Venezuela se van a Colombia: carros robados, secuestrados, vacas para reingresarlas como importaciones, dólares por montones en remesas injustificables, ganancias de “empresas gemelas”, alimentos subsidiados, gasolina por coñazo, golpistas alcahueteados, cemento, oro, coltán, diamantes, madera, y todo cuanto les dé la gana. Para eso tienen su Caballo de Troya.
Cerrar las fronteras por tres o cuatro meses, sin afectar las relaciones familiares y humanas que existen ancestralmente, permitiría sincerar los flujos comerciales formales y parar la hemorragia imparable de bienes venezolanos hacia Colombia.
Sería una medida extraordinaria y transitoria que busca efectos profilácticos en cuanto a las anómalas economías fronterizas que vienen sacudiendo gravemente a la sociedad venezolana.
Porque hay que ver el cinismo de la clase política colombiana en la materia. El ministro de Santos declara que pueden abastecer el mercado venezolano de alimentos; pero, caramba, señor Ministro, bastaría con que usted dejase de permitir el contrabando de nuestros productos hacia su país, para que en Venezuela se desbordaran los anaqueles con Harina Pan.