Las masivas manifestaciones callejeras en Brasil continúan. La mayoría de los manifestantes no pertenecen a ningún partido y no tienen dirigentes con los cuales las autoridades podrían negociar las exigencias que se están planteando. Todo empezó con un estallido de descontento entre los brasileños de la clase media y residentes de los barrios pobres por el alza en las tarifas del transporte público. Para comenzar, las tarifas eran altas y el alza reciente fue recibida con mucha indignación por parte de los pobladores de la ciudad que no poseen vehículo propio.
Los problemas del transporte público son un tópico permanente en los discursos críticos en el país. A menudo muchos brasileños tienen que pasar un total de entre 5 y 6 horas para llegar a su trabajo y luego regresar a casa. El descontento popular fue sobre todo provocado por la publicación en las redes sociales -- como si hubiese sido ordenado-- una serie de materiales acerca de “los desembolsos multimillonarios desde las arcas del estado” para la construcción de sedes deportivas para el Campeonato Mundial de Foot-Ball del 2014 y para los Juegos Olímpicos de Verano del 2016. Mensajes manuscritos en las palmas de manifestantes señalan que no todos los brasileños viven para las competencias futbolísticas o los records deportivos: “Necesitamos medios de transporte público modernos, educación de calidad, servicios médicos y trabajo seguro.”
También se escuchó llamados para luchar contra la corrupción. El “auge deportivo” es asociado en la opinión pública, cada vez con mayor frecuencia, con la corrupción en el gobierno y con los “contactos mutuamente provechosos” de algunos de sus miembros con empresas constructoras y círculos financieros. Según diferentes cálculos entre 300 y 500 personas participaron en las manifestaciones. Las protestas aun no han amainado. La organización de los manifestantes es dirigida principalmente a través del “Foro por la Lucha Contra el Aumento del Precio de las Entradas.”
Las instrucciones para los manifestantes eran “mensajes movilizadores” emitidos por anónimos usuarios de Facebook cuyas ubicaciones hasta ahora son difíciles de precisar.
No obstante, existen algunas conjeturas en torno a quiénes son estos instigadores. Por ejemplo, el 19 de junio pasado se publicó una fotografía en la página brasileña de Facebook titulada “Comunidad de Derechos Humanos” que muestra al dueño de la compañía, Mark Zuckerberg, sosteniendo un letrero en inglés que dice “¡No se Trata de 20 Centavos, Cambia Brasil!”. Es un hecho bien conocido que en los comienzos de su carrera empresarial, la CIA estableció contacto con él y financió su negocio. Sus contactos de trabajo con la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana (NSA) no son ningún secreto. De tal modo que la incitación de Zuckerberg, luego que de manera inesperada se alarmara por el aumento en las tarifas del transporte público en Brasil, es poco probable que sea de su propia iniciativa.
Las consignas “La Lucha es por el Cambio” han estimulado la vida política de las universidades y de otras instituciones de la enseñanza superior.
Los estudiantes están dispuestos para estar al frente de la lucha por los derechos sociales y políticos, aunque ocultos manipuladores no han sido capaces de crear una dirección centralizada para las manifestaciones.
Ahora que el modus operandi de la inteligencia norteamericana ha sido revelado por Edward Snowden, sus actividades en Brasil y en otros países han sido puestas en grado de “alta amenaza.”
La contrainteligencia brasileña y la policía están haciendo todo lo que pueden para encontrar a la gente que tan rápidamente ha introducido una aguda agenda chivata en las discusiones en Internet de estudiantes y otros grupos de manifestantes. Las investigaciones en torno al “empleo hostil” de las redes sociales han sido aceleradas. En Brasil más de 80 millones de personas tienen acceso a Internet y 140 millones usan teléfonos móviles.
Naturalmente que las consignas que apuntan hacia la desestabilización política de la situación no son pasadas por alto. Las actividades de las organizaciones no gubernamentales, ongs, los agentes extranjeros que mantienen contactos con la embajada y consulados norteamericanos y la oficina de la USAID en Brasil son tema de su interés. Blogueros locales han notado que las protestas están alcanzando su punto más álgido en las ciudades donde existen oficinas de representación norteamericana, tales como en la capital brasileña, Rio de Janeiro, Sao Paulo, Porto Alegre, etc.
Una de las más grandes estaciones de la CIA y de la inteligencia militar norteamericana opera en Brasil. El coordinador político de estas operaciones en Brasil es el embajador Thomas Shannon. Podemos suponer que él ha cumplido su meta al tratar con el “gigante suramericano”. Las manifestaciones de junio pasado que según todas las apariencias continuarán durante el mes de julio, en gran medida han dañado la imagen idealizada que ha prevalecido en la prensa internacional de un Brasil que se desarrolla de manera exitosa y dinámica.
Las elecciones presidenciales en Brasil se llevarán a cabo en el mes de octubre de 2014. DilmaRousseff contempla postular a un segundo período presidencial y de este modo, cualquier acción desestabilizadora es considerada como proveniente de políticos rivales. “Están probando nuestra fortaleza de carácter.”
Primeramente, en algunos estados, las autoridades locales respondieron a las protestas de manera dura empleando a la policía militar para reprimirlas. Rousseff condenó “el uso excesivo de la fuerza” haciendo énfasis en que la decisión de emplear a la policía militar contra los manifestantes fue tomada por los gobernantes estatales.
Mucha gente en el país que es contraria al “gobierno de la izquierda” y piensan que a más de diez años de presidencia de Lula da Silva y de DilmaRousseff, “el régimen se ha corrompido” y debe ser cambiado. Cuando se analizan las cosas que están ocurriendo, los analistas políticos brasileños hacen hincapié en que estos tomaron al gobierno y a DilmaRousseff por sorpresa. La presidenta tuvo que cancelar una visita a Japón. Luego de una serie de reuniones incluyendo algunas con funcionarios policiales y de la defensa, Rousseff se decidió por la única vía posible: adoptar una política conciliatoria en vez de una de confrontación, cosa que atizaría las pasiones. Esencialmente anunció que ella apoya a los manifestantes. En un discurso televisado a la nación declaró estar orgullosa de que muchos brasileños estén luchando por un mejor futuro para el país: “Es bueno ver a tanta gente joven como también a gente madura, marchando codo a codo, ondeando banderas brasileñas y cantando nuestro himno nacional.” Hizo énfasis en que ella nunca permitiría que los eventos deportivos internacionales se realicen a expensas de los programas sociales financiados por el estado.
Con el objeto de contener la ola de protestas, DilmaRousseff sugirió la organización de un “plebiscito” sobre el problema y realizar una profunda reforma política en el país. Finalmente, el plebiscito y las consiguientes medidas a tomar deberían conducir al llamado a una Asamblea Constituyente la cual enmendaría la ley fundamental del país para hacerla más democrática y acrecentar el rol del pueblo en la toma de decisiones importantes para el desarrollo del país.
Estos planes ya han comenzado a despertar oposición dentro de los círculos oligárquicos financieros de Brasil. Los opositores de la presidenta creen que el curso Lula-Rousseff para la modernización sociopolítica conducirá al establecimiento de un “régimen populista” como el de Hugo Chávez.
El gobierno de Obama está haciendo todo lo que puede para impedir semejante perspectiva. Es así como debe interpretarse la creación de la Alianza del Pacífico que une a cuatro países de la región –México, Colombia, Perú y Chile—bajo la égida de Estados Unidos.
Tal como lo ve Estados Unidos, la Alianza, entre otras cosas contribuirá a limitar la influencia de Brasil en el Hemisferio Occidental y a crear “un poderoso contrapeso geoestratégico a la expansión brasileña”. Con diferentes pretextos, el Pentágono está organizando ejercicio militares conjuntos con los vecinos de Brasil –Trinidad & Tobago, Surinam, Guyana y Perú-- Básicamente, los norteamericanos están estudiando un futuro teatro de operaciones militares. La Cuarta Flota norteamericana está patrullando las regiones del Océano Atlántico cercanas a los yacimientos petrolíferos en la plataforma continental de Brasil. Estados Unidos mantiene sus esfuerzos para debilitar a los aliados de Brasil en la región –principalmente a Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Cuba. La connivencia de la OTAN con Colombia también en parte puede explicarse como la creación de un factor adicional de presión sobre Brasil.
Las protestas continúan a través de las campañas de prensa, feos detalles salieron a la luz acerca de la “limpieza de elementos peligrosos” en áreas cercanas a los estadios antiguos y en construcción y como hogares de gente humilde fueron demolidos para realizar nuevas construcciones sin las debidas compensaciones financieras. El gobierno central está teniendo que responder por estas acciones de las autoridades locales.
Los acontecimientos en Brasil están siendo cubiertos por los medios occidentales hasta en el más mínimo detalle. Expertos analistas políticos evalúan este trabajo como una deliberada operación con el objeto de comprometer la imagen de Brasil y su capacidad para organizar grandes eventos deportivos internacionales. Ha habido incluso sugerencias en el sentido que el campeonato de foot-ball debería ser cancelado debido al peligro que correrían las vidas de los jugadores y los fanáticos. Se trata de un ensayo para ser utilizado en los futuros eventos deportivos en Brasil y con el objeto de presionar al país en aspectos que no tienen nada que ver con los deportes.
Nota.- Sus comentarios y opiniones acerca de este artículo serán bienvenidos en
editorial@strategic-culture.org