Snowden aun no ha dicho la última palabra

Traducción desde el inglés Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation

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Las amenazas y ultimatums con que el gobierno de Obama está bombardeando a los potenciales anfitriones de Edward Snowden no deberían sorprender a nadie. Ninguna otra reacción de parte de las autoridades norteamericanas es posible. La factibilidad que Snowden encuentre asilo seguro en uno de los países de América del Sur es bastante alta. Cualesquiera sean las limitaciones que su status como “refugiado político” pueda acarrearle, él encontrará la manera de continuar con su lucha para denunciar las maquinaciones de la “Democracia Ejemplar” y su verdadera actitud hacia los derechos humanos y hacia la comunidad internacional.

Durante la mayor parte de sus 29 años, Edward Snowden fue un ciudadano norteamericano respetuoso de la ley. Pero una vez que firmó un contrato y un acuerdo de confidencialidad con la Agencia Nacional de Seguridad, NSA, (sigla en inglés) él tuvo la rara oportunidad de ver de cerca la colosal disparidad entre lo que los dirigentes de su país farisaicamente predican acerca de los derechos humanos y cómo todos los días los pisotean en nombre del establecimiento de un control planetario.

Provocaciones, inicio de guerras, “revoluciones de colores”, mentiras y falsificaciones en apoyo de la propaganda de la lucha contra los “regímenes hostiles” todo esto solo podían horrorizar a un joven criado sobre la base de principios morales y de integridad.

Usar a Snowden como ejemplo es el principal objetivo de la operación en gran escala de la inteligencia norteamericana para capturarlo y llevarlo de regreso a territorio norteamericano.

Altos funcionarios del gobierno norteamericano sostienen que “para él solo existe una sola salida posible, regresar al país y los consiguientes procesos legales y tribunalicios.” Snowden sabe perfectamente bien lo que le espera en tal caso. El ejemplo más reciente es la prisión del Sargento Manning quien pasó decenas de miles de documentos del Departamento de Estado y de otras agencias a Wikileaks para su publicación. Durante todo este tiempo, Manning ha tenido que beber del vaso de la humillación hasta la última gota en nada menor a la de los prisioneros en Abu Ghraib en Irak o en la base de Estados Unidos en Guantánamo. Si resulta que Snowden es capaz de evitar este castigo, no sería imposible que muchos otros que hace mucho decidieron ante si mismos que el silencio es un crimen, quien no desee ser cómplice en el atropello sistemático de los más elementales derechos humanos y quienes interiormente están decididos a romper con el sistema, seguirán su ejemplo. Durante la era de Obama podría haber una repetición de lo que la generación anterior de norteamericanos recuerda sobre la guerra de Vietnam: En protesta por lo que Estados Unidos estaba haciendo al otro lado del mundo, los opositores a una guerra sucia desertaron por centenares del ejército norteamericano y de las agencias de inteligencia.

Hoy en día el enorme “oído” electrónico de la NSA, la CIA y de otros organismos de inteligencia están trabajando en el modo de combate con el propósito de obtener informaciones acerca de las futuras acciones de Snowden y aquellos que simpatizan con él. Como suele suceder en tales casos, los periodistas que trabajan con las agencias de inteligencia, están haciendo preguntas cuidadosamente formuladas en todo el campo de lucha a favor de Snowden, en la Habana, Managua, Caracas, La Paz, Quito y otras capitales. Los latinoamericanos han sido inundados con publicaciones y segmentos de televisión acerca de las consecuencias que se acarrearían los países que acojan a “traidores” como Snowden. El primer ejemplo de esto es un artículo de Beatriz de Majo publicado en el periódico venezolano de oposición El Nacional el 9 de julio recién pasado. Hace tiempo que esta periodista se ha destacado por transmitir propaganda de la CIA en torno a críticos problemas internacionales. Esta vez la periodista festinó la supuesta competencia que habría entre los líderes de Venezuela, Nicaragua y Bolivia por el derecho a conceder el asilo para Snowden. Según ella, lo están haciendo con el objeto de estar en el centro de la atención de los medios.

La periodista tilda al fugitivo de la CIA y de la NSA como un “cachorro arrogante”, como un “criminal” y un “traidor amoral” que “enlodó la respetable institución donde él trabajaba.” Ella también advierte a los presidentes latinoamericanos –obviamente a sugerencia de sus supervisores—que al final “no hay garantía que haya un final feliz para Snowden ni para los países que están pujando por el primer puesto en su perverso juego.” La periodista recuerda a sus lectores que según la ley norteamericana, el delito de Snowden es considerado espionaje, es decir, que él arriesga una pena de no menos de 30 años de cárcel. “Bolivia, Nicaragua y Venezuela están tratando de convertirlo en un héroe y de jugar el papel de sus protectores internacionales. El precio que tendrán que pagar será alto.”

El intento anterior de atrapar a Snowden en el avión presidencial de Evo Morales terminó en un ignominioso fracaso. Actualmente los diplomáticos europeos occidentales se están arrepintiendo y enviando al Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia por vía no oficial notas indicando “que fueron obligados” a hacerlo, que fueron “embaucados” y que sus colegas de ultramar les “pusieron una trampa.” El gobierno de Evo Morales es inconmovible en su exigencia de una disculpa pública y explícita admitiendo la responsabilidad de ellos en el acto criminal y la revelación de las circunstancias que condujeron a él.

Nadie duda en América Latina que esta peligrosa provocación fue coordinada desde Washington. El flagrante desprecio de los gringos arrogantes por las normas de conducta internacional, la Carta de la Organización de Naciones Unidas y la Convención de Viena ha alarmado incluso a aquellos gobiernos de América Latina que se consideran aliados de Estados Unidos. Por cierto, hoy en día ellos son formalmente aliados, pero mañana cuando las circunstancias cambien, cuando los populistas de una nueva oleada lleguen al poder, Estados Unidos actuará en contra de ellos empleando los mismos métodos bárbaros y desde la misma posición de poder con la que actualmente está actuando contra Bolivia o Venezuela. Es por eso que es fundamental un rechazo unido y efectivo de toda América Latina contra los colonizadores de Washington y sus lacayos de Europa Occidental. Son lacayos en realidad: ninguna otra palabra cabe para referirse a ellos, término que se escucha con frecuencia en comentarios de periodistas y expertos políticos latinoamericanos.

En los medios pro-norteamericanos las posibles opciones para una reubicación de Snowden en el Hemisferio Occidental sería un país que haya expresado su disposición para concederle asilo humanitario son comentadas con avidez. La opción que se escucha con más frecuencia sería el vuelo sin etapas de Moscú a la Habana de un Airbus 330-200. Como pasajero en tránsito, Snowden puede tranquilamente comprar un pasaje en una línea aérea cubana con destino prácticamente a cualquier país que sea miembro del ALBA sin riesgos para su vida y sin siquiera dejar el Aeropuerto Internacional José Martí. Se presume que la histeria norteamericana por el “caso Snowden” aun no ha llegado al punto que una decisión de alto nivel obligara al avión a un aterrizaje forzoso.

Existen muchas ambigüedades y cosas que no se han mencionado en el caso de Snowden. Considerándolo todo, Snowden se está reservando la más “letal” información para una emergencia. Digamos, información específica acerca de cómo la ventaja de la NSA sobre los adversarios internacionales de Estados Unidos es utilizada contra sus propios ciudadanos. La información es mandada al FBI y sus operativos “ponen” a los candidatos “en su sitio”. ¿Acaso la mayoría de los 40 o 50 “terroristas” que han sido descubiertos empleando las intervenciones telefónicas de la NSA no pertenecen a ese tipo de exitosa colaboración entre la NSA y el FBI? ¿No es acaso la poco creíble historia de los hermanos Tsarnaev un ejemplo de ese enfoque “creativo” en la guerra contra el terrorismo? ¿Qué otras cosas pudo Snowden haber descubierto cuando deliberadamente reunía información para futuras denuncias antes de su fuga de la NSA? Tomemos por ejemplo la sospechosa enfermedad y consiguiente deceso del Presidente Hugo Chávez acerca de lo cual mucho se ha dicho y escrito. ¿Tuvo acaso Snowden la oportunidad de conocer, mientras trabajaba para la NSA, la verdad acerca del asesinato del presidente de Venezuela? ¿Será esa la explicación por el exacerbado nerviosismo en los círculos superiores de la dirección política de Estados Unidos? Uno tiene la impresión que las acciones y movimientos de Snowden preocupan mucho más a Washington que, digamos, los acontecimientos en Egipto o Siria. En todo caso esperaremos y deseamos a Snowden un exitoso traslado al Hemisferio Occidental. Él aun no ha dicho la última palabra.

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Nil Nikandrov

Periodista y analista político escribiendo frecuentemente en la revista rusa internet Strategic Culture Foundation.

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