Lecturas de papel

La difícil tarea de comentar una imagen

En la guerra de Vietnam el ejército de los Estados Unidos de Norteamérica ocultó muchas atrocidades. La masacre en la aldea de Mai Lai fue una de ellas. Otra, mucho más evidente, fue el ataque a la aldea de Trang Bang, en junio de 1972. Las fuerzas norteamericanas atacaron a los civiles lanzando bombas de napalm. Bombas incendiarias que arrasaban todo cuanto encontraban a su paso. El fotógrafo Nick Ut, quien realizaba la cobertura de ese encuentro captó con su cámara el momento cuando unos niños corren por una carretera huyendo del desastre. Una niña totalmente desnuda corre gritando mientras pide ayuda por las quemaduras que tiene en su cuerpo. El niño, a su izquierda y en primer plano, grita espantado. Apenas tienen 9 y 13 años. Esa imagen dio la vuelta al mundo e hizo que la sociedad norteamericana tomara consciencia de lo inmoral e inhumano que era mantener una guerra que no tenía sentido. Un año después esa fotografía obtuvo el premio Pulitzer como mejor fotoreportaje.
El 13 de diciembre de 1985 el volcán Arenas, del Nevado del Ruíz, en Colombia, hizo erupción, sepultando el poblado de Armero. Cientos de miles murieron y otros tantos quedaron heridos o desaparecidos. El símbolo de esa tragedia fue una niña, Omaira Sánchez, quien quedó atrapada entre el lodo y restos de escombros. Apenas se le podía ver el rostro hinchado. Agonizó por 60 horas. Las crónicas que el periodista Germán Santamaría le realizó a la niña reflejaron la angustia y el drama de la tragedia. La imagen del video capta los últimos minutos cuando Omaira habla a los socorristas y deja su testimonio de ánimo, fe y esperanza. Luego se hunde en el barro. El gobierno colombiano y las agencias internacionales reaccionaron al desastre natural y colaboraron masivamente.
Otra imagen impactante y dolorosa es la hambruna que en los años ’90 sufrió África. Fue en Sudán donde el fotoreportero Kevin Carter, en 1994, encuentra a una niña sudanesa desnuda y agonizando en un campo de refugiados. Carter espera el desenlace mientras al fondo un buitre aguarda que la niña muera para lanzarse sobre ella. La niña está inclinada al suelo y apenas la cubre un collar blanco. Después de esperar un rato para ver si el animal abría sus alas y tomar la instantánea, el fotógrafo toma la imagen e impide que el animal se coma a la niña. Meses después Carter obtiene el premio Pulitzer por esa foto. Pero también dos meses después, y sin poder superar el impacto de semejante experiencia, el fotógrafo se suicidó. La foto y demás imágenes de este reportero hicieron que el mundo volteara sus ojos sobre la hambruna africana y la ONU y demás agencias internacionales se solidarizaran con los pueblos africanos.
En agosto de 2010 el diario El Nacional publica, en primera página, la fotografía de la principal morgue del país donde aparecen unos cadáveres, algunos tirados en el suelo. Desnudos. Colocados de a dos en las camillas. Días después otro diario, Tal Cual, publica en primera página la misma imagen. La fotografía, de Alex Delgado, muestra cómo se vive el drama de una morgue venezolana donde no existe dignidad en el trato a los muertos ni solidaridad con los deudos. Como imagen la fotografía respeta los rostros de los cadáveres que son desenfocados mientras destaca el hacinamiento, la sangre y el desorden.
La imagen fotográfica es un discurso certero y espeluznante de la actualidad en una sociedad que se ha mal acostumbrado a vivir con la violencia cotidiana. Violencia doméstica y violencia de un Estado que constantemente agrede al ciudadano.
La respuesta del régimen fue la de censurar la imagen, amenazar a ambos diarios con cerrarlos y demandarlos penalmente, y como paliativo, dotar a la morgue de vehículos y camillas.
Tres años después la sentencia del máximo tribunal es condenatoria contra los medios que osaron publicar tan certera imagen.
No es tanto la dotación de insumos y equipos como la necesidad de asumir actitudes responsables y políticas de Estado que protejan al ciudadano.
Muchas veces cuando la palabra escrita no es suficiente para que el ciudadano reaccione ante la agresión contra la dignidad humana, una imagen fotográfica es capaz de penetrar hasta lo más profundo del sentimiento humano, despertando la solidaridad y la denuncia.
(*) camilodeasis@juanguerrero.com.ve / twitter@camilodeasis



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Juan Guerrero


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