Alexandre Bóveda, el mártir gallego asesinado por los golpistas fascistas de Franco, contaba que decidió entrar en la política cuando, siendo niño, su padre leía un periódico en la entrada de la casa y un burgués de la ciudad, al verlo, dijo en tono despectivo que todo había cambiado mucho (a peor) «pues hasta los obreros leían el periódico» Tituló Bertolt Brecht su conocido poema como Preguntas de un obrero que lee, que terminaba con un esperanzador: «Tantas historias. Tantas preguntas.»
Con los años supimos que fueron los estadounidenses los que hundieron su propio barco, Maine, en La Habana para así tener una excusa para declarar la guerra a España. Lo del barco debió de gustarles porque volvieron a inventarse un ataque en el Golfo de Tonkin en 1964 para justificar una declaración de guerra contra Vietnam. Los poderosos siempre se han reído de los débiles con esas pantomimas, primero inventándolas y después, una vez sabida la verdad, sin darles ninguna importancia. No es casual que Estados Unidos sea el paraíso de las teorías de la conspiración en las que se duda si el hombre llegó a la Luna o se cree que los atentados de las Torres Gemelas fueron obra del gobierno estadounidense. Los alemanes no dudaron, en 1939, en ponerse uniformes polacos para autoatacarse y declarar la guerra a Polonia. La historia ama las paradojas y todos aquellos obreros que leen piensan en cómo se le ocurre a España, a Vietnam o a Polonia atacar a las grandes potencias del momento. Esa paradoja la vemos diariamente con los ataques indiscriminados de Israel (otra potencia) contra la famélica Palestina. El número de muertos de cada lado nos da una idea clara de quién es el fuerte-agresor y quién el débil-agredido. Aun así, la opinión común de los media, en pleno siglo XXI, con trabajadores informados, es insistir una y otra vez en esos mismos bulos de los que todos dudan.
¿Cómo creer que los separatistas rusos de Ucrania derribaron el avión de las líneas aéreas malayas? ¿Cómo creer que Rusia busca con este inútil derribo legitimar la oposición europea? Ante nuestros ojos todas esas paradojas, que están adornadas por un muro que cierra como un gueto a los palestinos en su propia tierra. ¿Quién ha visto que los «agresores» construyan muros contra los agredidos? ¿Construyeron los judíos del gueto de Varsovia el muro que los rodeaba o fueron los alemanes? Fueron los alemanes, sus represores, sus asesinos, los que decidieron un día arrasar ese gueto ante la heroica resistencia de judíos armados, cuando ya todo, casi, estaba perdido. De haber ganado la guerra, sabemos cual hubiese sido la historia oficial escrita: terroristas judíos atacan a las fuerzas de pacificación alemanas.
Devorados por un exceso de información deformada, en la que en la misma noticia se presenta un «ataque» de un mísil palestino contra cien israelís, nos acordamos del periódico del padre de Bóveda, que en aquella época debía de tener la misma cantidad de mentiras que los actuales, pero nos queda la pregunta de Brecht, la del obrero que desarma a los media, a estadounidenses, israelíes y alemanes, y se hace la pregunta, la paradójica pregunta que mueve el mundo, que hace las revoluciones, a pesar de todo.