La dignidad del pueblo de México ha sido de nuevo mancillada. Una nueva tragedia enluta la patria de los héroes que ofrendaron sus vidas por la soberanía de la nación Aztteca. Son nuevas víctimas de una institucionalidad agotada, fracturada y al borde de la quiebra, un sistema que sólo representa a una minoría y con el peso acuesta de las políticas neoliberales, es decir, en las garras del capitalismo salvaje.
En México, "tan lejos de Dios, pero tan cerca de los Estados Unidos", las masacres son casi de rutina, acompañadas de impunidad y bajo el eufemismo que son cometidas por paramilitares, bandas de delincuentes comunes o el aparato militar del narcotráfico.
Hace 46 años grupos élites del Ejército mexicano, uno de ellos denominado "Batallón Olimpia", reprimieron violentamente a un grupo de estudiantes, profesores, intelectuales, obreros y profesionistas, quienes se habían congregado en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, exigiendo mayor autonomía universitaria, libertad a los presos políticos, fin de la represión estatal y mejores condiciones laborales. Este hecho sangriento fue el 2 de octubre de 1968. El presidente de entonces era Gustavo Díaz Ordaz, quien se "comprometio" a investigar los hechos y castigar a los culpables, tal como lo ha dicho, casi sin quitar una palabra, el presidente actual, Enrique Peña Nieto.
Ahora se repite la masacre. Esta vez encubierta con el eufemismo de que fueron bandas de narcotraficantes asentadas en Guerrero. El filósofo mexicano, Fernando Buen Abad, aseguró que la llamada guerra contra el narcotráfico, en un Estado penetrado completamente por el crimen organizado, ha dejado hasta la fecha más de 130 mil personas asesinadas, sumado al hallazgo de fosas clandestinas en todo el país en los últimos años.
El crimen se repite en Ayotzinapa, con la desaparición de 43 estudiantes normalistas. Reina la impunidad.
El autor es: Periodista-Politólogo (Especialista en Sistemas y Procesos Electorales)