(A propósito de panegírico de un economista a su colega ministro de educación)
Esta es la primera parte de un largo artículo escrito en cuatro partes para el Perú. Sin embargo, las reflexiones que contiene pueden ser válidas para otras realidades de América latina y el Caribe, principalmente. Entre los temas que aborda están: Estados fallidos, doctrinas y estrategias; Bancos Centrales; Educación; Maestros mal pagados y privatización de la educación; Aprendizajes o desempeños; Calidad de la educación; Meritocracia y Autoestima docente; Profesores idóneos; y más. Me refiero, también, a las razones por las que considero que un tecnócrata del Banco Mundial sea el actual ministro de educación del Perú. Esto, igualmente, podría aplicarse a otras latitudes donde las instituciones de “ayuda externa” imponen desde presidentes y ministros, hasta autoridades y funcionarios de los poderes públicos.
Precisión necesaria
Empezaré diciendo que salvo casos que exceden mi tolerancia me ocupo de lo que alguien dice o comenta sobre la problemática que vive el Perú. No porque mi país no me importe, sino porque, precisamente, me importa y mucho. Pero hace rato me convencí, y sobre esto dan cuenta mis libros y artículos, que la solución de todos los problemas que asedian a mi país, y a muchos de los que aún siguen atados al colonialismo norteamericano, empieza donde termina la injerencia de las instituciones financieras (FMI, BM, BID, USAID), de las de cooperación y asistencia (UNESCO, UNICEF, OMS, OMC y demás), de las encargadas de la sedición y el terror (NED, IRI, NDI,Freedom House, ISOA, Comando Sur, IV Flota), de la embajada norteamericana y de las ONGs que medran de todas esas instituciones y actúan de intermediarios en los medios de información, la “investigación”, los “derechos humanos” (que no sé que son), el medio ambiente, la seguridad ciudadana, los poderes del Estado, la educación, la cultura.
Siendo aquella la institucionalidad que formula, diseña, dicta, ejecuta, evalúa las políticas, estrategias y la acción misma, año tras año, gobierno tras gobierno, ocuparme de lo que diga fulano o sutano es algo que descarto por higiene mental.
Pero, a veces, una declaración o escrito me sirve de pretexto para hacer algunas observaciones y precisar otras. Este es el caso de este largo artículo en tres partes. Aborda lo que un “economista” dice en un artículo que alguien me hizo llegar, y que fue publicado el 02 de diciembre 2014 en el diario “decano” del Perú. El nombre del economista no importa porque no me ocuparé de él como persona. Lo identificaré como economista.
El economista hace señalamientos sobre Estado fallido, el Banco Central, la educación en el Perú, los maestros, para finalmente terminar con un panegírico hacia su colega de profesión que ejerce hoy el ministerio de educación en el Perú. En esta entrega primera entrega tocaré lo de:
- Estado fallido
El economista dice que “el progreso del Perú se ve retrasado por el lastre de un Estado sin gerencia, pobremente dotado de recursos humanos, plagado de ineficiencia y corrupción, y con instituciones débiles o disfuncionales”. Y agrega que “cimentar una nación exitosa con un Estado fallido es materialmente imposible”.
Como es común en ciertos “analistas” de la realidad, su acuciosidad da para mirar los efectos pero no las causas. Esto resulta distorsionante y falaz. Si alguien revisa la literatura existente al respecto, descubrirá que todos los “Estados fallidos” existentes en Medio Oriente, África, Asia, América latina y el Caribe y ahora, también en Europa, son el resultado de la acción simbiótica entre invasiones militares, ocupación territorial, y acción de la institucionalidad a la que me he referido al empezar este artículo. Preciso:
Las invasiones tal cual se ven en Oriente Medio, en África, en Ucrania en Palestina, implican acción militar: de la ONU, de la OTAN, del ejército norteamericano, de Israel, y/o de sus respectivas fuerzas mercenarias. Igual de la OEA, cuando se trata de América latina y el Caribe.
Las ocupaciones son latentes como acción militar. Las más de 1000 bases militares en el mundo y todo tipo de instalación militar en territorios que no les pertenecen, ni a EEUU ni a sus socios europeos, ilustra bien esto.
Tanto las invasiones como las ocupaciones se sostienen y son posibles gracias a la institucionalidad de la ONU (desde lo financiero hasta lo gastronómico), de la OEA, de la OEI, de la Secretaría de Estado de los EEUU, de su Sistema Nacional de Seguridad, de su Consejo Nacional de Inteligencia, de su Departamento de Defensa y sus Comandos Combatientes Unificados (Cocom) alrededor del mundo, de la CIA, de la OTAN.
No se puede perder de vista que tras toda invasión u ocupación existen objetivos estratégicos geoeconómicos, financieros, productivos, comerciales, geopolíticos.
La acción simbiótica entre la institucionalidad del orden mundial capitalista y la acción militar efectiva o latente, viene desde muy lejos; pero cambió de pretexto justificatorio con el transcurrir de la historia. Antes fue la lucha contra el comunismo; ahora, es el combate contra el “eje del mal”, el terrorismo, el narcotráfico, o si se prefiere, contra el narco-terrorismo.
La última versión justificatoria, en Oriente Medio, se llama combate al “extremismo islámico”, también identificado como yihadismo, o “Estado Islámico”. Pero no se dice que tras este “combate”, Estados Unidos pretende hacer de Siria un “Estado fallido” continuando su labor destructiva ya lograda en Irak, como antes en los Balcanes, en Somalia, Afganistán, Libia…
La ocupación en los países que forman la Alianza del Pacífico, que articula el BID, tiene como pretexto “el chavismo” y su objetivo estratégico es cercar para después destruir la ALBA y pretender amarrar a sus países integrantes al furgón de cola de los EEUU.
En este contexto hay que recordar que aún quedan pendientes de hacerlos fallidos, más de 15 Estados de África, Asia, Medio Oriente, en la “lista” que para el 2030 tiene el Consejo Nacional de Inteligencia-NIC de los Estados Unidos. Esto, sin contar los previstos en América latina y el Caribe, considerados “desquiciados” por amenazar “la paz y la democracia” y los intereses de ese país en lo que considera su “patio trasero”.
Los países de América latina a excepción de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, son países ocupados. La ocupación, así como la invasión, genera anomia. Ésta identifica, igualmente, “Estados fallidos”. A la institucionalidad pre existente, o nacional, se yuxtapone la institucionalidad externa para la destrucción y el desorden. Esta institucionalidad vertebra un “nuevo orden” de corrupción y de cohecho funcional a sus intereses pero que enajena la interacción social, imposibilita la convivencia civilizada, desprecia el respeto por la vida, instaura la inseguridad, hace de la delincuencia un patrón de poder.
Doctrinas y Estados fallidos
Son las doctrinas, unas apoyadas en mitos y otras en el delirio belicista de las élites civil-militares del sionismo internacional, las que subyacen a la instauración de “Estados fallidos”. Todas las doctrinas son de larga data y con reediciones que advierten los reacomodos de la política norteamericana a los intereses hegemónicos de sus élites de poder. Es más. Todas se conjugan y conjugan mito y terror.
Allí están como ejemplos del primer tipo la “Doctrina Monroe”, la del “Destino Manifiesto”, la de la “Excepcionalidad norteamericana”. Y como ejemplos de la segunda especie: la de la “Distensión”, de la “Tripolaridad”, del “Compromiso global”, de los “Derechos humanos”, de la “Guerra preventiva”, de la “Guerra limitada”, del “Nuevo siglo americano”, y claro, la de Seguridad nacional norteamericana”.
Ciertamente, no sólo se trata de doctrinas donde mito, manía y guerrerismo se mezclan. Cada doctrina, o más de una, responden a una concepción geopolítica, como la que enmarcó la Guerra Fría, o la acción en el Sudeste asiático después del fracaso norteamericano en VietNam, y, ahora, el avance económico y militar de China y Rusia, la Cooperación de Shangai, el desarrollo del BRICS, la fortaleza del ALBA.
Cada artificio doctrinario supone una racionalidad económica, o mejor dicho, una irracionalidad como la que sustenta al capitalismo decadente.
Doctrinas, estrategias, Estados falllidos
Las doctrinas suponen estrategias: allí están, como muestra, desde fines de los 90’, las “revoluciones de colores”, “las primaveras árabes”, “las manos blancas”, los “golpe suave”.
En definitiva, y lo que aquí importa decir es que la institucionalidad del orden mundial capitalista es la que produce los “Estados fallidos”. Por destrucción y balcanización, por ocupación, por anomia; o, por una mezcla de las tres. No necesariamente lo logra en todo los casos.
Los “Estados fallidos” son aquellos donde la institucionalidad del orden mundial capitalista “destruye” la vida y la cultura; destruye los cimientos básicos para la gobernabilidad con independencia y autonomía y los reemplaza por imposición, corrupción y cohecho; usurpa las riquezas energéticas, mineras, acuíferas, forestales, productivas y asume su exploración y explotación como cotos privados; impone la fantasía del PBI (en su expresión monetaria) haciendo de los pobres “pobres extremos”; ensancha la brecha de la desigualdad hasta hacerla un abismo insalvable.
Los “Estados fallidos” son aquellos donde esa institucionalidad condena a la gente a “vivir de prestado”; hace de los Estados nacionales una ficción útil para “gerenciar” en función de la inversión extranjera, la bancarización y la desnacionalización de las economías; aliena a los pobres con políticas asistencialistas que desarraigan y desculturizan; enajena la educación haciéndola un servicio y privatizándola; hace de lo propio, que sustenta la identidad, “patrimonio de la humanidad”; privatiza la salud y la seguridad social; exacerba los conflictos interétnicos y religiosos; penaliza la protesta social; hace del crimen organizado un subsistema funcional al sistema judicial; “garantiza” la “seguridad interna” con operativos efectistas, bases militares, centros de operaciones especiales, ejércitos de ocupación y asesores sionistas; acaba con la libertad y la democracia.
Los “Estados fallidos” les son funcionales al orden unipolar que EEUU se esfuerza en mantener por encima de la decisión de los pueblos de ejercer su libertad y soberanía. Son funcionales dentro de la lógica de “destruir para construir” que hace décadas quedó escrito en los “Documentos de Santa Fé” producidos por la Central de Inteligencia Americana (CIA). Destruir lo que nos es propio para construir lo que nos asemeje más a un Estado “confederado”, a un Estado “amigo”; a un Estado “socio”; a un Estado de “libre mercado”, de “alianza público-privada” (APP) donde lo privado se engulle el territorio y sus riquezas que son bienes públicos. A un Estado con “libertades democráticas” donde las instituciones para la sedición y el terror financian partidos y candidatos advenedizos (civiles o militares, mediocres o ignorantes), y los “ciudadanos” son obligados a votar so pena de multa.