Los asesinatos de París son difíciles de comprender para los «occidentales», entendiendo por éstos los ciudadanos de países que durante siglos, primero en nombre de Dios y hoy en nombre de la «libertad», llevan asesinado, esclavizando y burlándose del mundo que no es como «ellos».
Judenwitz, Turkenwitz, Auschwitz (Chistes de judíos, de turcos y su resultado final: el crematorio de Auschwitz) nos recuerda el dicho alemán. No se puede esgrimir como «libertad» el reírse de las creencias del otro. Que bien alimentados europeos, agnósticos y ateos, viajados y estudiados, con todos los medios a su disposición para difundir sus ideas, se burlen y denigren las creencias de otros no deja de ser un esperpento y la defensa de esa libertad de reírse de los demás una errada concepción de la libertad.
No es que sólo mataran a unos humoristas por burlarse del Corán y de Alá. Detrás de esas burlas están cientos de miles de muertos en países musulmanes desde Irak hasta Libia, Guantánamo y el Corán utilizado como papel higiénico y la esclavitud a manos de gobiernos títere de Occidente de todos los países árabes y, por último, la ignominia occidental, bajo la marca Israel, atacando día si día no a otros árabes que Europa, día si día también, califica como terroristas.
Casi nada justifica el asesinato de un ser humano… pero ni unos defendían la libertad de expresión ni los otros eran, simplemente, unos desalmados terroristas.
No se puede exigir «tolerancia» a aquellos que iban en fila a los crematorios. En los años 20 y 30, en la «civilizada» Europa central era común dibujar sátiras de los judíos. Éstos, para ser «aceptados» por los cultos alemanes y austriacos, empezaron a satirizarse a sí mismos consiguiendo el efecto contrario, tal como nos narra Sigmund Freud en El chiste y su relación con el inconsciente. No podemos, por tanto, exigir a los musulmanes que nos aplaudan las sátiras contra El Corán y Alá en nombre de la libertad. Sin embargo, ellos si pueden exigir que sus creencias no sean objeto de burla: la historia lejana y reciente de Europa les da la razón a los musulmanes. El peligro no han sido ellos, sino los europeos.