El año 2014 no va a pasar a la historia por el crecimiento de la
economía mundial (se prevé una tasa del 2,6% en 2014 en comparación
con el 2,4% registrado en 2013). La economía de los Estados Unidos
sigue con un patrón de recuperación muy moderado (exhibe un
crecimiento del 2,1%; levemente inferior al 2,2% de 2013); basado en
buena medida por un proceso de desintoxicación financiera más que por
el impulso de la demanda interna. La política de compra de bonos por
parte de la Reserva Federal ha puesto cierto orden en el caótico
tablero financiero interno aunque a costa de no respetar su auto
imposición monetaria (violaron la relajación cuantitativa y emitieron
dólares garantizando que la banca privada norteamericana pudiera
sanearse). Sin embargo, esto no se traduce en recuperación de la
economía real; no se observa ni mejora en la industrialización ni
tampoco una reactivación de la demanda interna; el déficit comercial y
el déficit fiscal siguen siendo problemas de la economía
estadounidense, constituyendo éstos una debilidad estructural que le
limita cualquier posibilidad real para recuperar la hegemonía unipolar
en materia económica. Esta restricción interna es un importante
handicap para afrontar la disputa en clave geoeconómica. Frente a este
escenario, Estados Unidos apuesta por una ofensiva en materia
petrolera (usando reservas propias vía fracking que se estiman que se
agoten en poco tiempo pero que permiten una arremetida coyuntural) con
el objetivo por ahora logrado de hacer caer los precios hasta el punto
de poner en jaque a ciertas economías emergentes dependientes de este
recurso natural; y al mismo tiempo fuerza una guerra contra Rusia y
China en materia comercial y financiera que no logra tener sus frutos
esperados. A ello cabe sumarle la iniciativa de firmar un gran acuerdo
comercial con la Unión Europea para crear una gran zona de libre
comercio que ayude a recuperar la tasa de rentabilidad del gran
capital privado en detrimento de las pequeñas y medianas empresas. Es
así como Estados Unidos encara un año 2015 en el que la disputa está
más servida que nunca en plena consolidación de un mundo cada vez más
multipolar.
Por su lado, en la zona euro, el crecimiento volvió a ser más que
limitado en 2014. La apuesta es un deja vú; es un constante erre que
erre dando continuidad a las políticas de austeridad (o austericidio)
y recortes sociales. La prioridad descansa en el pago de la deuda
financiera a favor de los acreedores sin conceder importancia alguna
al empleo ni a la economía real. El endeudamiento social sigue en
aumento sin atisbo de mejora. La década pérdida es un horizonte a
punto de lograrse si la política económica continúa con esta misma
tendencia. El Plan Juncker, el plan de inversiones para reactivar la
economía, es ridículo en términos cuantitativos si éste se compara con
la magnitud del PIB en la eurozona. Es una suerte de plan de
inversiones sin dinero porque apenas se dota ningún fondo nuevo. El
objetivo en realidad es una salida vía exportadora con lo cual solo
puede salir ganando Alemania debido a que cuenta con una Unión Europea
hecha a su medida en la que su competitividad depende de una periferia
devaluada salarialmente. De este modo, la periferia es cada día más
periférica, y Europa cada vez más desintegrada después de haber optado
por una salida neoliberal frente a la crisis sistémica de su
neoliberalismo. De ninguna manera, se prevé recuperación de su demanda
agregada si la senda es la elegida hasta el momento.
El crecimiento de los países emergentes continuó desacelerándose en
2014, aunque sus niveles siguen siendo muy superiores a los del mundo
denominado desarrollado. En promedio, el crecimiento de estas
economías se estima de un 4,4% en 2014. Se destaca la disminución de
la tasa de crecimiento de China, que pasó de un 7,7% en 2013 a un 7,3%
en 2014; por otro lado, India sí muestra recuperación económica
pasando de 4,7% en 2013 a un 5,4% en 2014. En el caso de China, no
solo no crece al ritmo de hace años sino que además su apuesta es al
inicio de un proceso de sustitución de exportaciones concentrándose
más en el mercado interno al mismo tiempo que procura reducir el
volumen de importaciones de bienes básicos procurando relanzar un
proceso productivo adentro en pos de reducir todo aquello que hasta el
momento compra afuera. Mientras tanto, China sigue con fuertes
alianzas geoestratégicas con todos los países denominados no
centrales, desde los BRICS, hasta otros polos geoeconómicos como es el
caso latinoamericano. Los lazos y la dependencia es cada vez más
fuerte, y se convierte por tanto en una cuestión de doble rasero; por
un lado, evita la dependencia de los países centrales, y pero por otro
lado, se forja una neo dependencia que ha de ser gestionada
virtuosamente para que no acabe siendo un ancla inamovible.
El otro país clave en la escena geoeconómica es Rusia quien ha sufrido
sanciones por parte de Estados Unidos y Europa. La consecuencia
inmediata ha sido el movimiento de Rusia en busca de nuevas alianzas.
La reinserción de Rusia en el tablero económico internacional sí ha
tenido significativos cambios: se ha fortalecido la relación con
China, y con toda la zona eurasiática. La Unión Económica Euroasiática
podría pronto renunciar al dólar y al euro para pasarse a las monedas
nacionales; la idea de crear una zona única de pagos tiene el respaldo
tanto del Consejo de la Federación como de la Duma Estatal rusa.
Incluso la relación con Japón también se ha estrechado a pesar que
este país no termina de remontar su crecimiento económico (ha vuelto a
padecer recesión en el segundo semestre del año 2014). Rusia también
ha iniciado un proceso de acercamiento con algunos países del sur de
Europa, donde por ejemplo destaca la reciente relación con Turquía que
pretende usar para poder construir el deseado gaseoducto que
impidieron en la zona euro para suministrar a algunos países
periféricos europeos. A todo ello cabe sumarle el importante viraje de
la política económica Rusia hacia América latina dando muestras de
considerar esta zona económica como prioritaria en el futuro
inminente. Resulta que las presiones estadounidense han tenido
justamente el efecto opuesto al deseado, esto es, que Rusia haya
respondido con un salto hacia delante en sintonía con la vigente
transición geoeconómica hacia un mundo multipolar; Rusia se constituye
así en un nuevo socio a considerar activamente en las relaciones
económicas internacionales sin necesidad de transitar por los
tradiciones centros de poder mundial.
Esta síntesis de la economía mundial explica por qué la demanda
agregada externa que enfrentan los países de América Latina se ha
debilitado; fundamentalmente debido al bajo crecimiento de las
economías desarrolladas y a la desaceleración de las economías
emergentes, sobre todo de China, quien se había transformado en el
principal socio comercial de varios países de la región, en particular
los exportadores de materias primas. Precisamente este escenario
permiten explicar que los precios de las materias primas hayan
descendido a lo largo de este año 2014 (en especial a partir del
segundo semestre); como promedio del conjunto de las materias primas,
el precio mostró en 2014 una caída estimada de alrededor del 10,5%, en
comparación con una disminución del 5,2% en 2013; el precio de los
metales cayó alrededor de un 2,3% en 2014, frente a una baja del 16,7%
en 2013; el precio de los alimentos disminuyó en torno a un 6,9%,
frente a una caída del 15,5% en 2013; el precio de la energía cayó
cerca de un 17%, frente a un alza del 4,6% en 2013. En relación al
petróleo, el precio se ha reducido de forma notable (no sólo por la
caída de la demanda mundial sino muy explicada por la ofensiva
especulativa de los Estados Unidos usando a su aliado en la OPEP,
Arabia Saudí); se ha producido una caída de los precios de casi un 40%
desde junio de este año. Este hecho es determinante a la hora de
explicar cómo se avecina el año próximo en materia económica para
América latina, y muy particularmente en el caso de Venezuela. La
restricción externa es una cuestión fundamental para estudiar qué se
avecina económicamente en este año 2015.
Sobre la economía venezolana
Según la Cepal, las economías de América Latina y el Caribe crecerán
un 1,1% en 2014, el valor más bajo de los últimos cinco años. Según la
misma fuente, Venezuela tendría una contracción del 3% en su PIB. El
volumen de las exportaciones de Venezuela se ha visto estancado
claramente por la caída del precio del petróleo y por la reducción en
la demanda mundial; por otro lado, el volumen de las importaciones se
redujo 17,7%. Estos datos no se han visto traducido al área social; la
inversión social en Venezuela sigue estando muy por encima del 60% del
presupuesto de tal forma que se garantiza el Estado de las Misiones
como estructura imprescindible para continuar con el proceso de
revolución social que viene desde hace años. Además, estas cifras no
positivas en materia de crecimiento económico tampoco tienen reflejo
en materia de empleo ni en cuanto a la recaudación tributaria. Este no
contagio de la contracción al terreno de lo social, laboral y
tributario es una muestra efectiva de otro paradigma económico que
precautela la irreversibilidad de lo logrado, de la década ganada para
la mayoría social venezolana en los aspectos más básicos de la vida
cotidiana. La tasa de desocupación al cierre de junio de 2014 se ubicó
en 6,8 %, lo cual representa el registro más bajo en el desempleo en
los últimos 30 años. En relación a lo segundo, el Servicio Nacional
Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) recaudó de
enero a noviembre del 2014 la cantidad de 414,07 millardos de
bolívares, lo que representa el cumplimiento de 145,3 % de la meta
establecida para este período. Tanto lo uno como lo otro refleja que
la economía venezolana a pesar de ciertos desequilibrios en el ámbito
productivo, sí goza de buena salud estructural en cuanto a las
cuestiones sociales, en el terreno de la economía real laboral y
también en lo que concierne a la política tributaria, siendo realmente
estos tres ejes la base sobre la que cual se puede seguir edificando
una economía más sólida en el futuro frente a los retos que se
avecinan.
Venezuela afronta además una región latinoamericana que no crece a
gran ritmo ( en 2014, el PIB de América Latina y el Caribe creció un
1,1%, la tasa de expansión más baja registrada desde 2009). El
contexto internacional previamente descrito, y el entorno regional,
son realmente importantes restricciones externas que implican serios
condicionamientos a la hora de analizar qué se espera de la economía
venezolana para el 2015, así como cuáles son sus principales retos y
desafíos para sostener y hacer irreversible la revolución social en
marcha a favor de la mayoría ciudadana.
A esta latente restricción externa, hay que añadirle la restricción
interna de la propia estructura económica venezolana y el
comportamiento de los agentes económicos en estos últimos años. La
guerra económica es un hecho que no se puede ignorar pero es preciso
que se caracterice rigurosamente para conocer en base a qué operan,
quiénes son los actores, qué desequilibrios son los que aprovechan
como grietas, y cómo actúan a modo de –como diría Meszaros-
metabolismo de capital en un escenario de transición poscapitalista,
en camino al socialismo bolivariano del siglo XXI. ¿Es posible una
convivencia consensuada entre un socialismo emergente y un capitalismo
que no acaba de morir? Esta es la gran pregunta que estuvo detrás del
Golpe de Timón que anunció Chávez allá por el 20 de Octubre del 2012
después de haber ganado las elecciones. La durabilidad de la década
ganada, en pro de esta época ganada, requería edificar mayores
estructuras de irreversibilidad relativa, para impedir la posibilidad
de dar marcha atrás en los avances democráticos en materia política,
económica y social; y al mismo tiempo avanzar en los nuevos desafíos,
según las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas que
ahora disfruta la mayoría de los venezolanos. El pueblo venezolano ya
no es el mismo paciente-enfermo que padecía las consecuencias nefastas
de la larga noche neoliberal; este pueblo es otro, es un pueblo que ha
disfrutado los logros del largo amanecer posneoliberal, y de ahora en
adelante exige no solo salud y educación pública y gratuita, sino
también que éstas sean más eficaces; demanda no solo satisfacer las
necesidades básicas, sino que ahora desea acceder a nuevos patrones de
consumo, que siempre fueron exclusivos de unos pocos privilegiados.
Este desplazamiento de la centralidad de las demandas, en lo social y
en lo económico, es el principal desafío a encarar en esta nueva
década en disputa, a la que Chávez llamaba Década de Oro.
Cualquier proceso de transformación de alta velocidad trae consigo
innumerables tensiones y contradicciones propias de la disputa entre
el cambio acelerado y la inercia conservadora del statu quo. Lo
importante es no descarrilar en ningún momento, a pesar de las
dificultades para sortear las prácticas del viejo aparato estatal
heredado; a pesar de tener que inventar nuevos instrumentos y marcos
conceptuales que disputen el sentido hegemónico al pensamiento único
neoliberal, impregnado en la política económica y su praxis en
Venezuela; a pesar de tener que remar a contracorriente del imaginario
popular y de ciertos hábitos culturales que el neoliberalismo había
introyectado en la mayoría social venezolana en forma de sentido
común; a pesar de que la guerra económica y mediática fuera constante,
sin cejar un instante en el intento de derrocar al emergente paradigma
económico humanista y bolivariano, que llegaba a su madurez bajo la
forma del socialismo del siglo XXI. Para Chávez, se trataba de
responder satisfactoriamente a ese legítimo derecho sin que hubiese
vuelta atrás; esto es, se estaba “obligado a traspasar la barrera del
no retorno”. Mientras queden residuos del capitalismo en la sociedad
venezolana, en el Estado, en cada una de las actividades de la vida
cotidiana, y fundamentalmente en las nuevas relaciones de producción,
será complejo el tránsito definitivo hacia el socialismo. Se trata de
afrontar seriamente un cuestión que no se puede ocultar: el inquilino
capitalista no se va tan fácilmente de una casa aunque el nuevo dueño
le diga que ya no puede seguir viviendo como antes. El metabolismo
social del capital está arraigado desde hace siglos, y no resulta
fácil expulsarlo de raíz, ni eliminarlo de las innumerables
expresiones en las que se presenta en cada momento de la vida de los
ciudadanos. Si se permite la connivencia del socialismo bolivariano
del siglo XXI con elementos constitutivos del capitalismo —sea en
cualquier aspecto determinante del orden económico—, se está en
constante riesgo de volver atrás, e impedir hacia el futuro
transformaciones democratizadoras del poder económico. En este
sentido, uno de los elementos que Chávez observaba con mayor
preocupación es la composición aún capitalista de un poder económico
no afectado por esta década ganada para la mayoría social.
El “sistema de capital poscapitalista” se manifiesta en aquel sector
empresarial privado que ha reorientado en gran medida su estrategia,
acomodándose a la nueva propuesta económica bolivariana con el afán de
mantener una tasa de ganancia elevada; muchas veces, hasta usurera. Si
al inicio el capital transnacional disputó la apropiación de la renta
petrolera en origen, luego se concentró en la renta petrolera en
destino. a medida que avanzó el proceso de transformación económica de
redistribución del excedente económico reapropiado a favor de la
mayoría venezolana, entonces, se pasó así de un capitalismo basado en
el rentismo petrolero del siglo XX a un capitalismo basado en el
rentismo importador del siglo XXI. El sistema capitalista que persiste
en Venezuela busca obtener la máxima tasa de ganancia disputando la
renta petrolera que está en manos del pueblo por la vía de satisfacer
su creciente consumo con las importaciones de bienes y servicios. Se
trata de un nuevo rentismo del siglo XXI, pero basado todavía en un
modelo capitalista no productivo, sino más bien de base especulativa,
que demanda dólares al Estado para comprar afuera, y revender adentro
con tasas de ganancia tan elevadas como lo permita el incrementado
poder adquisitivo del pueblo.
Este es el nuevo pulso estratégico en lo económico para afrontar el
2015 en un contexto además de restricción externa. El nuevo ciclo ha
de responder a desafíos inminentes de carácter múltiple: 1) cómo
afrontar a la emergente burguesía importadora, que se ha instalado
como clase capitalista aprovechándose de los beneficios de la nueva
política socialista de la década ganada; 2) cómo seguir transformando
el Estado para una administración más eficaz desde el socialismo
bolivariano del siglo XXI; 3) cómo alterar los términos de intercambio
en la inserción nacional/regional en el mundo, garantizando más
soberanía (autonomía) frente al proceso creciente de
transnacionalización del sistema capitalista aún hegemónico; 4) cómo
seguir impulsando la transición geoeconómica mundial, desde la región,
haciendo compatibles efectivamente los procesos de transformación de
base nacional-popular con los cambios supranacionales de carácter
bolivariano; y por último, pero no por ello menos importante, 5) cómo
construir en adelante categorías motivadoras/movilizadoras en el
imaginario popular económico de una mayoría social en mutación, que ve
muy lejana la larga noche neoliberal, y que está renovando
constantemente sus demandas y exigencias, siempre mirando hacia
delante.
Si persiste una estructura productiva desequilibrada, en discordancia
con la nueva demanda interna, entonces se está permitiendo que el
capitalismo tenga oportunidad para hacer efectiva una guerra económica
a través de sus armas de destrucción masiva: inflación,
desabastecimiento, dólares ociosos, etc. Son peligros provenientes del
comportamiento capitalista anti popular, anti nacional, anti humano,
anti democrático, que aún reside puertas adentro, con conexiones
excepcionales puertas afuera. Frente a ello, la urgencia está en la
Gran Revolución Productiva. La suma integral de avances en esta
transformación productiva será factor correctivo del desequilibrio
estructural consumo-producción, para cerrar las grietas por las que
penetra el “sistema del capital poscapitalista”; esto es, los
inquilinos capitalistas que se quedaron vivitos y coleando en el
proceso de cambio revolucionario en busca del socialismo bolivariano
del siglo XXI. Esta burguesía importadora sigue contribuyendo a
resucitar el metabolismo social del capital que se constituye —en
última instancia— en suelo fértil para guerras económicas a través de
inflación y desabastecimiento.
No obstante, la transformación productiva no solo significaba
introducir nuevos bienes, sino también cambiar la forma de
producirlos, para incluir la participación de nuevos agentes
económicos en el modelo productivo alternativo. Cambiar la matriz
productiva es cambiar los bienes producidos, a la vez que las
relaciones sociales de producción; y por otro lado, el proceso de
sustitución de importaciones no es de ámbito estrictamente nacional,
sino que ha de combinarse en muchos sectores con una planificación
productiva/industrializadora supranacional en los nuevos tiempos, para
así resistir a un capitalismo real basado en un modelo de producción
transnacional —deslocalizado mundialmente—.
Además a esta doble exigencia, hay que sumar la dimensión alimentaria
y tecnológica. Respecto a la primera, se trata de afrontar los nuevos
niveles de consumo de la mayoría social en la industria
agroalimentaria con más producción nacional. En relación a lo segundo,
la tecnología adquiere una mayor relevancia desde ahora en adelante.
El mundo está en pleno boom del conocimiento como valor principal a la
hora de determinar los patrones de intercambio desigual a nivel
mundial, y a esto no se le puede dar la espalda. El cambio de matriz
productiva requiere insumos productivos intermedios, que tienen un
alto componente tecnológico que en la actualidad es necesario importar
por no tener soberanía tecnológica, y esto genera una suerte de neo
dependencia que exige crecientes divisas. En este punto está uno de
los principales reto a afrontar con una planificación ordenada que
priorice los sectores económicos que tienen más pesos en la estructura
económica venezolana, con potencialidad para responder a la demanda
interna, y también para poder llegar a exportar.
Por último, el Estado de las Misiones ha de seguir siendo la piedra
angular del proceso de cambio como pilar de justicia social de la
economía que humaniza y democratiza las condiciones de vida digna a
favor de toda la sociedad venezolana. El Estado de las Misiones no es
ningún Estado de Bienestar porque no parte de ningún pacto con los de
arriba para que concedan permiso para ayudar a los de abajo. El Estado
de las Misiones debe estar a salvo de cualquier shock macroeconómico
externo o interno, de las restricciones internas y externas. Se trata
de mejorar el funcionamiento y la coordinación de las mismas, pero
especialmente, sostenerla a pesar de la caída del precio del petróleo.
Para ello se requerirá seguir profundizando en la reforma tributaria
en aras de conseguir la soberanía tributaria suficiente para ir
reduciendo la dependencia de la recaudación de los fondos públicos por
la exportación de petróleo. En este sentido, se ha dado un importante
paso con la última reforma fiscal que gravará más, con IVA, a aquellos
bienes suntuarios consumidos predominantemente por la población de
mayores ingresos; además se ha avanzando en la imposición ambiental
aunque aún resta mucho por realizar en esta materia para conciliar
justicia ambiental y justicia social, es decir, se trata de ir
diseñando impuestos socialmente eficiente en materia ambiental pero
siempre bajo el máximo respeto a la progresividad (quien más tiene,
más paga). Esta herramienta de política económica, la tributaria, ha
de ser fundamental para sortear la restricción externa sin caer en
restricciones internas sustitutivas; se debe procurar buscar en la
soberanía tributaria el camino sostenible que permitiría un mecanismo
de reapropiarse del excedente económico que se genera no solo por la
vía petrolera, sino gracias a las actividades comerciales (con gran
importancia en el sector de las importaciones) que están siendo
determinante en la generación de nueva riqueza y ganancias en la
economía venezolana en el siglo XXI.
2015, el año de la oportunidad, el Nuevo Salto Adelante
Es por ello que hace pocos días, en una doble intervención (a fines de
año y a principios del nuevo año 2015), el Presidente Maduro ha
anunciado una suerte de nuevo Salto Adelante en lo económico, con la
intención de convertir en oportunidad aquello que hoy puede ser
contemplado como un momento de gran complejidad económica derivado de
la guerra económica interna, de la restricción económica externa, y
también de las propias tensiones y contradicciones en la estructura
económica que acompaña un proceso acelerado de revolución social y
política. En este sentido, se considera que el año 2015 ha de ser el
año de la Recuperación Económica en base a una gran alianza productiva
que permita avanzar materialmente en la construcción del sostén
necesario para que la Revolución Social no tenga vuelta atrás. Se
sigue fijando como centralidad económica la cuestión social, lo
humano, la justicia social, lo laboral. Ser trataría (en palabras del
propio Presidente) de perfeccionar el modelo de distribución de
riqueza al mismo tiempo que se debe ir perfeccionando el modelo de
generación de riqueza”. De este Plan Económico de Recuperación, se
destaca la importancia de: a) nuevo sistema cambiario que se acomode a
la nuevas necesidades de divisas para afrontar el nuevo orden
económico a lograr; la política cambiaria ha de satisfacer una
cuestión clave de justicia social al mismo tiempo que ha de procurar
canalizar a los dólares de la forma más productiva posible, evitando
los dólares ociosos-antiproductivos-
reforma fiscal buscando fortalecer capacidad recaudatoria siempre bajo
los principios de equidad; c) optimizar el gasto público en la línea
del programa de eficiencia socialista (o nada); la gestión es también
parte de la política; d) fortalecer las reservas en dólares pero
también en bolívares (creación del Fondo Estratégico de Reservas) como
forma de avanzar en la soberanía monetaria (desdolarizando
paulatinamente la economía venezolana en la medida de lo posible) y
procurando disponer de “colchón” de estabilidad frente a cualquier
tipo de shock externo o interno; e) una política eficaz de precios
justo que logre equilibrar precios y costes de producción, con
especial interés en descifrar qué ocurre en esa caja negra que el
capital pretende de la cadena de valor; f) políticas de fomento para
aumentar el ahorro interno y de control del exceso de liquidez, como
medidas anti inflacionaria; g) la creación de zonas económicas
especiales de desarrollo como iniciativa fundamental para ir
construyendo un mayor equilibrio territorial y sectorial, teniendo un
efecto multiplicador sobre el necesario del cambio de matriz
productiva de Venezuela, y además, sirviendo como mecanismo para
contrarrestar el preocupante contrabando que se dan en algunas zonas
del país que tienen un efecto contagio desestabilizador en muchas
variables macroeconómicas (entre ellas, el tipo de cambio ilegal); h)
gran apuesta a recuperar al campo como sujeto social y económico para
que se responsabilice de desatar la nueva fuerza productiva
agroalimentaria; i) creación un Centro Nacional de Balance de
Alimentos, que permite justamente controlar y dar seguimiento a
inventarios, distribución, comercialización, cadenas de valor, y en
última instancia a la conformación del precio justo; se trata de poner
a la alimentación como derecho humano básico, en calidad centralidad
económica; j) creación del Sistema Integral de Control de
Abastecimiento que garantice que no haya fallas ni errores en este
aspecto central para la economía cotidiana del venezolano.
En definitiva, este conjunto de acciones económicas constituyen un
plan de inversiones anti cíclico en materia productiva que garantice
sosteniblemente todo lo conquistado en materia social. La apuesta en
2015 es romper el ciclo vicioso de la economía a partir de mas
inversiones productivas que quiebre este pasado de contracción
económica. Se trata de hacer irreversible lo logrado al mismo tiempo
que se avanza en romper con el rentismo petrolero y con el rentismo
importador (compro afuera y vendo adentro), de tal manera que siga
transitando hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI.
Doctor en Economía, @alfreserramanci es Director Centro Estratégico
Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)