Perú: engañados

La conquista del Perú se inició con dos engaños. Los españoles al ver a los nativos envueltos, debido al calor del norte del Perú, creyeron que eran los musulmanes que habían combatido en Andalucía. Los indigenas al ver a los españoles a caballlo pensaron que eran una misma persona.

Poco duró ese engaño mutuo. Ni los indigenas eran musulmanes ni los españoles y el caballo una sola persona. Después, aprovechando mil y una circunstancias, se vivió una época de sometimiento que con sus altos y bajos, perdura hasta el día de hoy.

La bonanza económica peruana, abriendo el país a cuanta empresa buitre vuele por el mundo, deja la triste realidad estadística de cientos de miles de sus ciudadanos emigrados por el mundo (por no poder subsisitir en su propio país) y la misma situación de dominación que dejaron los españoles cuando bajaron del caballo.

El otro día vi en el kiosko la portada de una revista de divulgación histórica que titulaba: «Las lágrimas de Pizarro por Atahualpa», pensé que tal vez una mota del oro que le había pedido por rescate, antes de asesinarlo, le habría entrado en el ojo, y recordé que desde la maravillosa excepción del gobierno de Velasco Alvarado, a todos los gobernantes peruanos les ha caído una lagrimita por su pueblo que ya no vive en el engaño pero sí engañado de presidentes que prometieron vida a cambio de oro.



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Xurxo Martiz Crespo

Vivió 30 años en América Latina. Académico del exilio económico y político gallego

 xurxo.martiz@gmail.com      @XurxoMartiz

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