Al día siguiente de expresar el gobierno español su preocupación porque los recursos naturales de Bolivia pertenezcan a los bolivianos en lugar de a los accionistas de Repsol, este país concede el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación, dotado de 50.000 euros, al hombre más rico del mundo. Sin duda es una línea de actuación y pensamiento coherente. Parece que el mérito del premiado Bill Gates, presidente de Microsoft, y su esposa es haber donado los últimos cinco años más de diez mil millones de dólares a proyectos de desarrollo, así como a programas de lucha contra enfermedades, lo que, según la Fundación Príncipe de Asturias les convierten en “los mayores filántropos del mundo”. Entendiendo por filantropía el amor al género humano, según establece la Real Academia de la Lengua, ya descubrimos que la fundación mide el amor en dólares.
Veamos cuál es el sacrificio y generosidad del premiado. El patrimonio de Bill Gates es de mil millones por cada año de vida. Atesora una fortuna de 50.000 millones de dólares y en 2006 lideró por decimosegundo año consecutivo la lista de los hombres más ricos del mundo elaborada por la revista estadounidense Forbes. Tras la última subida de sueldo como directivo de Microsoft ganará un millón de dólares al año. A ellos hay que añadir sus beneficios empresariales como accionista de esta multinacional y los de otras empresas en las que tiene participaciones. Según publicaba el diario mexicano El Universal el pasado 16 de febrero, Bill Gates ganó el año 2005, 124 millones de dólares sólo con sus inversiones en el Grupo Televisa. A esa cifra, y sólo en México, el reportaje le añade casi nueve millones en tres meses con su inversión en la empresa América Móvil, más otros cuarenta y dos millones de beneficios con las acciones de Coca-Cola. Pero lo más impresionante es que, según el diario, “el principal accionista de Microsoft realizó (estas) operaciones a través de la fundación Bill & Melinda Gates desde marzo del año pasado”, la fundación filantrópica que le hace merecedor del premio.
La fortuna de Bill Gates es igual al PIB de Honduras, Nicaragua y Panamá juntos. Y si nos vamos a Africa supera a la suma de todos los países de la región extremo-occidental, es decir, Cabo Verde, Gambia, Guinea Ecuatorial, Guinea Bissau, Liberia, Senegal y Sierra Leona.
El patrimonio del presidente de Microsoft es el doble de toda la ayuda al desarrollo de Estados Unidos en el año 2005. Para mayor indignación, el tema puede mirarse desde otra perspectiva. Las riquezas acumulada por Gates casi alcanza los 65.000 millones de dólares que perdieron los países en el 2003, a raíz de las 700 catástrofes ocurridas a lo ancho y largo del planeta, con un horrible saldo de 75.000 muertes, según cifras de Naciones Unidas. Compárese ese dinero con los 30 mil millones de dólares anuales que envían, como remesas a sus familiares, los 10 millones de latinoamericanos que viven en Estados Unidos, según datos de Susana Pezzano, miembro de Comunicaciones del Sistema Económico Latinoamericano (SELA) .
Mientras tanto, el acta del jurado señala que "este desprendimiento por parte de Bill y Melinda Gates constituye una aportación valiosa a la cooperación internacional y una referencia ética que debe llamar a la conciencia de cuantos tienen responsabilidad y medios para contribuir a paliar las desigualdades y carencias de tantos millones de personas".
Pero es que, según la ley fiscal de Estados Unidos, cada dólar que se aporta a una fundación es como si se pagase de impuestos. Con lo cual, lo que ha hecho la familia Gates es dedicar a su fundación el dinero que debía pagar de impuestos al fisco de Estados Unidos.
Después de su generosidad y sacrificio solidario, y según la información que proporciona el corresponsal del diario español El Mundo, Carlos Fresneda, podemos saber que la vivienda de la familia Gates en el lago Washington, en las cercanías de Seattle, estaba valorada en cincuenta millones de dólares hace ya diez años. No es tanto si se tiene en cuenta que entre sus objetos de valor está el Codex Leicester, cuaderno de Leonardo da Vinci que Gates adquirió por 30,8 millones de dólares. Una casa con un garaje donde caben sus veinte coches de época y la piscina, de mármol de Carrara en forma de «L», que tiene hilo musical subacuático. Y todo ello con treinta y dos monitores formando una deslumbrante pared electrónica. Un sistema «inteligente» de cien microcomputadores vela por el mínimo detalle. La casa de huéspedes ya solo vale millón y medio dólares y, la del guarda, más modesta, unos setecientos cincuenta mil. La obra faraónica, tardó seis años en rematarse (tres veces más que el rascacielos más alto de Seattle, el Seafirst Center, de 76 pisos).
Una vivienda digna para quienes, según el jurado, “representan un ejemplo de generosidad y filantropía ante los males que siguen asolando al mundo”.
Si prescindiese de esa casa y tuviese una como la de cualquiera mortal, se podrían hacer algunas cosas. De acuerdo con la Coalición Nacional para los Sin-Techo, en Estados Unidos hay 760.000 personas que viven en la calle. Bill Gates tiene recursos como para dar a cada uno de ellos 36.000 dólares. La organización Save the Children señala que mantener a un niño dignamente cuesta 240 dólares al año. Bill podría costear los gastos de 114 millones. También se podrían construir un millón de casas de tres habitaciones para 4 millones de personas, según Habitat for Humanity.
Esto es lo que podría hacerse con ese dinero si lo recuperase la población mundial y no se destinase a las mansiones, coches y lujos de Bill Gates. O si el presidente de Microsoft cobrara lo que cualquier profesional medio de su país. Pero entonces ya no sería premiado en España por su “aportación a la cooperación”, frente a otras candidaturas como la Escuela Latinoamericana de Medicina, con sede en Cuba donde estudian gratis miles de jóvenes de procedencia humilde o la Federación de Organizaciones para Enfermos Crónicos y Discapacitados de Lituania, o la Organización Internacional del Trabajo.
Parece que han evolucionado mucho nuestras sociedades desde que en 1992 se le diese ese mismo premio a Nelson Mandela. Eso sí, dice Felipe de Borbón en la página principal de la web del premio: “Queremos que estos premios sean ante el mundo una gran obra de los españoles unidos”. O sea, cincuenta mil euros para Bill Gates.