Días atrás estuve en Porto Alegre, en el marco del Foro Social participe como invitado de un panel de debate organizado por la Fundación Lauro Campos, sobre las perspectivas en nuestro continente. Fue un interesante intercambio junto a dirigentes de diversas corrientes del PSOL de Brasil, de Marea Socialista de Venezuela y el Frente Amplio de Perú. Dejo algunas de nuestras conclusiones y propuestas.
El triunfo de Macri en Argentina, el de la oposición venezolana, la ofensiva de la derecha brasilera en medio de la debacle del PT y el posible triunfo derechista en Perú en abril, son muestras de un cambio político en curso, que lógicamente nos preocupa como a miles de trabajadores, jóvenes y a la militancia popular y de izquierda. No se puede negar que los triunfos electorales de la derecha son un problema serio, como tampoco se puede ignorar que no están acompañados por giros en la lucha de clases a su favor. Hay batallas en curso y otras por venir, con un pueblo latinoamericano de gran tradición en defensa de sus derechos sociales. A la vez la situación está enmarcada en la crisis capitalista global que persiste y dificulta los planes conservadores, en eso dista de la década del 90. Nos preparamos para un salto en las luchas sociales en diversos países.
Retroceso de los llamados gobiernos progresistas
El nuevo escenario abre debates sobre las causas que lo motorizaran. Los llamados gobiernos progresistas intentan evitar poner en su propia cuenta, la causa central del retroceso. Emir Sader sustenta ese enfoque y dice sobre estos gobiernos: "ha puesto en práctica un modelo victorioso de desarrollo económico con distribución de renta, aun en la contramano de las tendencias internacionales. Es la única región del mundo que logró elegir gobiernos antineoliberales y empezar a poner en práctica procesos de ruptura con el neoliberalismo. Las inmensas transformaciones sociales positivas en esas sociedades permanecen y son una marca incuestionable del éxito de esos gobiernos". (22/01/16). No compartimos esa visión.
Primero porque no parte de la realidad, hablar de "modelos victoriosos" "éxitos" e "inmensas transformaciones" contrasta con las recientes derrotas electorales, con cierta pérdida de base social, y sobre todo con los altos niveles de desigualdad social que aún existen, más el mantenimiento de enormes ganancias y control económico de grandes corporaciones extractivas y financieras. Además, sin un hartazgo de franjas de masas con la política de estos gobiernos por problemas estructurales no resueltos, no hubiera habido espacio para el avance de la derecha clásica.
No se puede eliminar del debate la responsabilidad de gobiernos que no provocaron cambios estructurales sustanciales. Sader y otros intelectuales abonan una defensa acrítica de estos gobiernos y minimizan que bajo el FPV argentino o el PT de Brasil los agronegocios, la extracción minera y petrolera a gran escala con su impacto ambiental negativo y su relación directa con el sistema financiero, han estado en pleno auge y avance regional, en acuerdo con esos gobiernos. Y olvidan por ejemplo, que el PT de Brasil se desplazó hacia los Brics y las relaciones con las potencias, abandonando la idea del Banco del Sur y descartando el positivo proyecto ALBA, que se fue apagando.
Frente al evidente retroceso de estos proyectos, no se puede abonar un reduccionismo binario y sostener tan sólo que hay que optar entre la derecha o estos gobiernos–proyectos, eliminando cualquier otra posibilidad más progresiva. Esta equivocada visión, es en última instancia la falaz lógica de "lo posible" que en esta etapa de crisis capitalista sistémica actúa para frenar las posibilidades reales de transformación social.
Venezuela y la crisis de otro proyecto
Venezuela fue quien más se atrevió a un cambio. En vida de Chávez expresó, aún con limitaciones y problemas, un proyecto con medidas antiimperialistas y un proceso constituyente. Lamentablemente hoy asistimos a su retroceso ¿Por qué? Por una serie de razones que incluye la acción de la derecha y la caída de los precios del petróleo; pero el elemento central es interno al proceso: su dirección fue abandonando el rumbo, dio un salto en su proceso de burocratización interna y generó un nuevo modelo de acumulación mafiosa, surgido de negocios con la renta petrolera, hechos por funcionarios de Estado convertidos en nuevos ricos, mientras el pueblo bolivariano sufre una brutal crisis social y económica. La ofensiva derechista en Venezuela, parte del aprovechamiento de esta realidad. No decirlo, coloca en los hechos una complicidad implícita con los responsables del retroceso.
La derecha pro-imperialista quiere retomar un control político más directo en Sudamérica y está dando sus primeros pasos más que por virtudes propias, por el espacio que le abrió la inconsecuencia del falso progresismo que, con desigualdades, mantuvo un esquema de privatizaciones en áreas estratégicas, un rol limitado a exportar materias primas y ningún plan serio de industrialización independiente. Siendo diferentes a los gobiernos de los 90, han tenido lazos de continuidad inocultables. Negar esta realidad, no ayuda pensar nuevas estrategias frente al imperialismo que a través del TPP (Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio) viene con un nuevo plan de coloniaje y depredación, que en unidad debemos enfrentar.
Impulsar las luchas sociales y construir nuevas alternativas
Partiendo de un análisis más integral sobre lo ocurrido, hacia adelante vemos la línea divisoria en otro plano; hay quienes proponen proyectos dependientes de las grandes corporaciones extractivas y financieras y hay quienes buscamos un camino emancipatorio e independiente, colocando los grandes resortes de la economía en manos del Estado y bajo control social, algo que los gobiernos progresistas no hicieron. Proponemos la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la prohibición de la megaminería, la desojización para una producción diversificada, el fin de la deforestación, la generación de condiciones laborales dignas y no precarizadas y un modelo político con democracia real contrapuesto a la casta política.
Se pueden construir nuevas opciones antiimperialistas y anticapitalistas, amplias y unitarias, por fuera de las estructuras de los viejos partidos y de las fallidas experiencias del llamado progresismo. Alternativas que disputen el poder político apoyadas en la movilización popular y sean confluyentes entre las fuerzas de izquierda y miles de trabajadores y jóvenes que han apoyado años atrás al PT, al FPV o al nacionalismo radical que Humala traicionó. En el caso de Venezuela reorganizando las mejores experiencias bolivarianas en un amplio espectro del chavismo crítico dando protagonismo a una fuerte visión anticapitalista. Vale el ejemplo del PSOL de Brasil, de la corriente Marea Socialista de Venezuela, del Frente Amplio peruano. En Argentina, está pendiente lograr una nueva y amplia confluencia que abarque diversas corrientes de pensamiento de la izquierda, una propuesta diferente a la política de la dirección del FPV que alienta ilusiones en la disputa del viejo PJ, que nada progresivo puede ofrecer. En lugar de estimular un regreso pejotista en próximas elecciones, o de encerrarse en debates estériles como hace el FIT, hay que impulsar la fuerza militante hacia una nueva y heterogénea construcción plural de toda la izquierda política y social.
Entramos a una nueva situación y a nuevos debates de ideas. Desde la izquierda tenemos buenas perspectivas, si intervenimos a fondo en los procesos de lucha y disputamos en grande por ser opción de poder. Por eso diversas organizaciones que conformamos una corriente internacional común, arrancamos el año reorganizando nuestras fuerzas hacia esta perspectiva. Compañeros de Brasil, Venezuela, Perú, Paraguay, Uruguay, Argentina y otros países lanzaremos en pocos días la web "Portal de la izquierda". Allí haremos nuestro aporte a la lucha política y de ideas, de cara a las confrontaciones y desafíos que vienen.