Independientemente de la acera donde nos ubiquemos en el contexto religioso, necesario es deslastrarse de cualquier fanatismo para observar y opinar a consciencia sobre la gira del Papa Francisco, por los Estados Unidos Mexicanos. Basta con observar la manera mediática y selectiva, como el gobierno de Peña Nieto y el Episcopado mexicano manejó el protocolo y demás detalles, para advertir que la visita del líder católico representa un gigantesco cilindro de oxigeno para la pareja presidencial, que en medio de escándalos de corrupción, de crímenes de Estado y hasta de su unión conyugal, se las ha visto feas ante el mundo.
El Papa Francisco fue recibido con alborozo y devoción por el sufrido y excluido pueblo católico que encuentra en la fe, un refugio para sobrellevar su desgraciada vida, signada por el abuso de los terratenientes capitalistas, que les explotan desde las corporaciones privadas y las instancias de gobierno, asociadas con el narcotráfico, el paramilitarismo y las demás mafias, que conforman los poderes que gobiernan a su manera a una república que nació en el sitio equivocado con el peor vecino del universo, que mediante el asalto a mano armada le robó la mitad de su territorio y el resto lo maneja como un protectorado a través de los lacayos que a lo largo de la historia han servido de Malinche.
Bien diferente y calculado fue el recibimiento preparado por el poder mexicano laico y el religioso, que de manera sagaz y bien articulada le dieron al pontífice un tratamiento mixto, como Jefe de Estado y como líder religioso, obviando solo algunos detalles protocolares, en lo referente al Estado, pero en lo atinente a logística de seguridad y mediática, fueron más allá de lo que pudiera ser una visita oficial del dignatario de un país.
En los actos se cuidaron mucho de no invitar a figuras emblemáticas pero incómodas de la iglesia católica mexicana, como el caso del sacerdote Alejandro Solalinde, activista social en defensa de los Derechos Humanos, que ha desarrollado un extraordinario trabajo para proteger a los migrantes. Este por nombrar uno, porque son centenas de religiosos, que en México se identifican con los pobres, que son el 90 por ciento de la población, en su inmensa mayoría de pueblos originarios, maltratados y excluidos hasta por la misma iglesia, que hasta ayer mantenía la prohibición de ordenar diáconos aborígenes, la cual fue abolida por Francisco, en esta gira donde también oficializó la realización de la liturgia en idiomas originarios.
Lógicamente incluir entre los invitados a figuras de la lucha social, era un riesgo que el gobierno de mafias y la cúpula religiosa, ésta ultima señalada por los escándalos de pederastia, no podían correr, pues representaba la posibilidad de que Francisco supiera quienes le había recibido y extendido alfombra roja, para su desplazamiento. Por eso fuero vetados, sacerdotes e historiadores, sospechosos de ser portadores de la verdad ante su santidad.
Más allá de estas reivindicaciones simbólicas, que convienen más a la iglesia, como centro de poder mundial, que a los pueblos originarios, el pueblo mexicano no ha recibido ningún beneficio con, esta visita que si ha beneficiado y en demasía a Peña Nieto y la señora Angélica de Peña, que con el hecho de junto a su esposo como pareja presidencial, lavó su cara ante el mundo, aunque en su país, al igual que su cónyuge, no puede alzar la frente para dirigirse a su pueblo.
Los padres de los 43 estudiantes de Ayopzinapa, desaparecidos, luego de ser detenidos por la policía de Guerrero, tampoco lograron la entrevista privada con el Pontífice, porque no pudieron pasar el filtro protocolar.
En definitiva y con el respeto que nos merecen los creyentes y la buena voluntad del Papa Francisco, tenemos que decir en honor a la verdad y la honestidad desde el alma, que la visita papal a México represente El salvavidas para Peña Nieto. Periodista* CNP 2414 cd2620@gmail.com.
