Llegamos del Perú desplazados por la crisis y el conflicto armado. Mi papá siempre había sido un izquierdoso, heredero de la sangre quechua que ha sido perseguida y asesinada desde la colonización hasta nuestros días.
Yo tenia apenas unos meses de nacida cuando emprendimos nuestro trayecto sin documentos y sin dinero. En Venezuela el apogeo neoliberal perseguía indiscriminadamente a pobres, inmigrantes, viejitos, estudiantes. Aun así ofrecía mas esperanza que nuestra tierra resquebrajada por la ambición y la violencia.
Tuve la oportunidad de visitar un par de veces al Perú. Pude percibir el fuerte lazo que une al pueblo peruano con su identidad originaria, cómo la tierra emana una intensidad propia de haber sido escenario de siglos y siglos de guerras y resistencias.
También vi la miseria. Una sociedad que parece mantenerse todavía en una estructura de castas, tal como en la época de la colonia.
Pero apenas hoy puedo entender muchas cosas. Siempre había postergado mirar de frente al Perú. Tenía la infantil impresión de que Perú era un país triste. A veces me daba miedo escuchar a mis hermanos o a mis padres recordar las cosas que vivimos en los últimos años antes de decidir marcharnos
Luego vino el ascenso de los gobiernos progresistas, desde los más tibios hasta los mas radicales pero Perú siempre con sus gobiernos de pasado me seguía dando esa impresión sombría.
Como inmigrantes indios y pobres, naturalmente, nos hicimos bien chavistas. La alegría de la Venezuela en revolución puso en contraste muchas realidades nuestramericanas, pero de todas maneras algo ya venia pasando en Perú.
Humala fue un falso Chavez y canalizó una esperanza abrigada por los millones de peruanos que impidieron el retorno de ese pasado atroz que representa Keiko Fujimori. Sin embargo su abierta y temprana traición dejo las dudas despejadas.
La fuerza de lo que viene pasando es capaz de superar esa experiencia y ademas hacerlo en tiempo récord.
En los últimos meses he seguido emocionada la explosión movilizadora de millones de jóvenes en contra del fujimorismo. Ya mucho antes las luchas contra el extractivismo se multiplicaban entre los comunidades indígenas a lo largo y ancho del país.
El abrumador ascenso de Veronika Mendoza y el Frente Amplio es un síntoma de este proceso que esta empezando a tomar forma. Unas fuerzas que derrotan con su paso las contenciones de un régimen político estructuralmente represivo, formalizado en la constitución impuesta con sangre por Fujimori en 1993.
Tal vez Keiko Fujimori sea la próxima presidenta, pero eso es algo circunstancial. Macri, el juicio a Dilma y los resultados del 6D en Venezuela tienen a muchos sectores de izquierda chillando sus catastróficos augurios. Terminan tributando a una política de justificación y obsecuencia ante las fracasadas direcciones progres.
La juventud peruana señala un camino y nos da una bocanada de esperanza. Desde Venezuela golpeados por la crisis y constantemente pisoteados por la arrogancia de las cúpulas levantamos la mirada hacia el Tawuantinsuyu.
Una nueva ola de rebeldías certifica aquel rezo de Alí ¨jala que el pueblo es cuero seco, si lo pisan por un lado por el otro se levanta¨ y nos da oxigeno a los revolucionarios del mundo.
Ya no pienso en Perú con la tristeza con la que vi el laberinto de piedritas que rodean la escultura el ¨Ojo Que Llora¨, monumento erigido a la memoria de los muertos y desaparecidos en manos del terrorismo de estado. Ya no tengo la sensación sombría que tuve al leer los nombres y apellidos de las victimas inscritos en cada una de las miles de piedras en el camino a la fuente que emana agua sin cesar, simulando ser un ojo triste y solitario. Atesoro la indignación y la rabia que sentí al ver que muchos de esos nombres estaban manchados con pintura anaranjada, porque partidarios de Keiko Fujimori asaltaron la escultura e intentando destruirla le echaron pintura del color de su partido.
Hoy más que nunca como joven peruana me uno al grito de mis hermanos y amigos: FUJIMORI NUNCA MAS.