Al interior de Estados Unidos están sucediendo hechos que solo apuntan a la existencia de aguas turbulentas generadas, y generadoras de crisis institucionales y sociales de consecuencias imprevisibles.
Hace pocos días, miles de manifestantes se dieron cita en el Capitolio de Washington D.C. para realizar allí un plantón, cuyo propósito era solicitar al gobierno luchar contra la corrupción, contra el juego sucio en la industria financiera y por unas elecciones “más libres y justas”. A mi memoria vino de inmediato la película El Planeta de los Simios.
La crisis resulta de tal magnitud, que comienza a crecer al interior de sus propias entrañas un fenómeno político impensable décadas atrás y se llama: Bernie Sanders. Este señor no es ningún aparecido en la política usamericana, tanto así que en 1963 participó en la Marcha sobre Washington por el trabajo y la Libertad, liderada por Martin Luther King Jr., en donde éste pronunciara su histórico discurso “Yo tengo un sueño”.
Él mismo se describe como socialista demócrata, progresista. Según The New York Time, su campaña se fundamenta en la creación de una revolución política, en donde el gobierno no sólo represente a los ricos contribuyentes de la campaña. En el Congreso ha mantenido una postura crítica a la política exterior estadounidense; se opuso a la guerra de Irak, aboga por la igualdad de ingresos, la asistencia universal de salud, la ausencia laboral por maternidad, el cambio climático, los derechos LGTB y la reforma al financiamiento de las campañas políticas. Pero como si lo anterior no fuera suficiente, su lucha por las libertades y los derechos civiles es reconocida nacional e internacionalmente, así como su oposición a la discriminación racial en el sistema de justicia criminal americano y un férreo opositor a las políticas de vigilancia masiva tipo Ley “Patriota” o el programa de vigilancia de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad), cuyas revelaciones conmovieron al mundo en tanto que se demostró la vigilancia que los servicios de inteligencia estadounidense en colaboración con otros países aliados ejercían sobre la población mundial, incluidos jefes de Estado.
En relación con América Latina, Sanders critica al gobierno estadounidense por su implicación en el derrocamiento de muchos de sus gobiernos y aboga por el fin de esta política intervencionista que solo ha dejado caos y miseria en los países intervenidos. Lamentó el golpe de Estado que contra Salvador Allende en Chile realizara la CIA (Agencia Central de Inteligencia de EE.UU.) la que, en su criterio, sirvió para instaurar una dictadura neofascista que mató a miles de personas. Pero además se declara partidario de que al Estado Libre Asociado de Puerto Rico se le conceda el estatus de un estado pleno de derecho de EE.UU., llegando a proponer incluso la celebración de una consulta para que los portorriqueños decidan sobre la independencia de la isla. Pero también se ha mostrado contrario al fallido intento de invasión a Cuba, proponiendo en cambio el levantamiento del bloqueo impuesto a la isla.
Esta actitud del político estadounidense pareciera suicida, pero la situación se torna más compleja cuando vemos que su potencial electoral aumenta día a día a medida que se acercan las elecciones. En principio la Clinton la tenía clarita como candidata presidencial por el partido demócrata pero a medida que esta bola de nieve llamada Bernie Sanders rueda por la pendiente del favoritismo electoral el asunto se le complica cada vez más a esta señora. La campaña de Sanders se viene financiando por aportes directos de sus simpatizantes y habiéndose declarado fans del Papa Francisco, uno de sus últimos comentarios fue: “Hay personas que creen que Bernie Sanders es radical, lean lo que está diciendo el Papa”. Incluso ya se habla de pánico al interior de la candidatura de Clinton, dado que antes la diferencia favorable a ella era de un 9% y al día de ayer era solo de 2%.
Pareciera que todo lo que quieren arrasar al sur del continente se les está reproduciendo al interior. ¡Vaya paradoja!