En el año de 1917, Hace cien años él periodista y escritor estadounidense Jhon Reed, se desplazaba en la Rusia entre San Petersburgo y Moscú cubriendo los sucesos revolucionarios que se habían desencadenado en esa nación, poco tiempo después publicó “Los Diez días que estremecieron el Mundo”, se trataba de la Revolución de Octubre (c.Juliano) O de noviembre (c. Gregoriano) en la inmensa Rusia zarista. Sin embargo ese estremecimiento continuó e impactó durante todo el siglo XX, a toda la humanidad y aún hoy, a pesar de los cambios drásticos ocurridos en su conducción política, sigue siendo una referencia histórica obligada para entender los procesos de liberación nacional, la lucha por el socialismo y posiblemente la declinación de las revoluciones.
Las mujeres y hombres, que vivimos este tiempo de crisis universal y donde nuestra República Bolivariana de Venezuela está en el ojo de huracán, asediada por varios frentes, tenemos en el siglo XX, un gran libro histórico abierto, que se sigue interpretando y escribiendo de múltiples formas, por lo tanto nos corresponde echar un vistazo hacia atrás, no precisamente para copiar pautas, establecer guías o modelos, sino para entender aquello de Terencio “Hombre soy y nada humano me es ajeno”, y posiblemente algo podríamos aprender de las revoluciones y revolucionarios de otros tiempos.
Hay historiadores que sobre el siglo aludido señalan cuatro grandes conmociones: La Primera y Segunda Guerras Mundiales, el Crac del 29-33, y la de 1971, insertándola en lo que han definido como un fenómeno de largo aliento de transformación histórica. En la primera década de nuestro Siglo XXI, de nuevo acontece una gigantesca crisis financiera global teniendo como epicentro la economía norteamericana. A finales de esta segunda década, hay analistas económicos que no nos presentan un panorama optimista y pronostican una nueva crisis, y lo más grave es que flota en el ambiente amenazas bélicas que de salirse de las guerras convencionales pisando los botones nucleares, todo radicalmente cambiaría a nivel planetario.
El historiador E.J. Hobsbawm, en la revisión hecha a la producción teórica sobre “La revolución”, que reposa en los archivos de la biblioteca del Congreso de Washington, estima que las mayorías de los trabajos realizados tienen su fundamentación en análisis comparativos con revoluciones concretas.
Hobsbawm, hace tres observaciones a este conjunto catalográfico: la primera se refiere a la abundancia de investigaciones que tratan sobre los grandes movimientos revolucionarios, particularmente la revolución: francesa, rusa y China. En segundo lugar señala la influencia que sobre los historiadores ha ejercido el criterio establecido que postula a estos procesos revolucionarios como el rasero para medir otros procesos. Y por último el carácter diverso y particular de las revoluciones, cuestión que dificulta cualquier pretensión de generalización.
El historiador no desdeña los estudios basados en los análisis comparativos, sin embargo precisa que el método puede acarrear imprecisiones, puesto que hay que considerar que las posturas teóricas de los análisis de los procesos fueron decisorias en el momento de la elección y calificación del fenómeno.
Este estudioso autor británico, es enfático al señalar, que no intenta formular una teoría general de la revolución, sino más bien, el querer precisar dos aspectos importantes en la apreciación del estudio: el primero de ellos tiene que ver con una arista poco tratada o descuidada, como es: el final de las revoluciones, y el central al tratamiento de las revoluciones como incidentes o ruptura en un fenómeno de mayor magnitud, que denomina macro-fenómeno de la transformación histórica.
Toda revolución deja de serlo en un momento determinado, es este uno de los aspectos que el autor trata de precisar no dejando de reconocer la dificultad que conlleva ubicar ese momento. Cualquier revolución al triunfar establece una estructura organizada que la sustenta, que le da piso sólido al régimen. Esto puede llevar al establecimiento de grupos en el poder, que al final terminan defendiendo sus particulares intereses.
En este centenario de la revolución soviética, se seguirá escribiendo, mucho sobre ese proceso revolucionario, las jornadas decisorias de los soviets del año 17, pero también de los antecedentes: las heroicas luchas de 1905, la guerra contra el Japón, las condiciones económicas, políticas y sociales, la insurrección del acorazado Potemkin y otras unidades de la marinería , la organización política de los obreros y campesinos, la Primera Guerra Mundial, la organización de la vanguardia bolchevique con líderes tales como Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), León Trosky y otros. Todo esto forma parte de la complejidad de un tiempo doloroso, pero glorioso, son partos sociales, cuya sostenibilidad al parecer resulta aún más complejo.
Sin lugar a dudas la gesta bolchevique, de haber agitado y organizado con éxito al pueblo ruso, en un momento histórico de contradicciones irreversibles, de obreros industriales explotados y campesinos cuasi siervos de la gleba, sometidos a su vez a una cultura monárquica, será imposible ignorar como aporte a la gran historia de los pueblos.
LA REVOLUCIÓN ES CULTURAL