El STF no ha sido un guardián de la justicia. Ha sido un órgano dominado por la política donde ministros se acusan de psicópata y mafiosos. Este es el Supremo que ha retrasado el juicio de políticos burgueses y corruptos, como Temer, Aécio y muchos otros. Al mismo tiempo apresura decisiones que llevan a la prisión de Lula. Así, independientemente de las acciones llevadas adelante por Lava Jato, que juntó pruebas contra varios de estos corruptos, la resultante de esta justicia es selectiva, alcanzando un liderazgo con apoyo popular y en primer lugar en las intenciones de voto para la presidencia de la república, mientras políticos sin apoyo siguen en el poder, incluso fangosos hasta el cuello. Por eso estamos en contra de la prisión de Lula. No estamos ante un juicio imparcial y controlado por el pueblo.
Es necesario que se diga, sin embargo, que defender el derecho de Lula a responder en libertad no quiere decir defender la inocencia de Lula como mucha gente de izquierda hace. Lula colaboró con políticos corruptos como Sarney, Renan, Delfim y el propio Temer. Fue gerente de intereses de las empresas capitalistas, de las constructoras, de los bancos, del gran agronegocio, reivindicando esta gerencia hasta los días de hoy.
De mi parte creo que una posición de izquierda no acepta servir a dos señores. Pero hay una izquierda que acepta ser parte y defiende las reglas de este sistema. Es lo que llamamos una izquierda integrada en el régimen político de los ricos y de los capitalistas. No es la izquierda que defendemos.
Por eso no soy liderado por Lula. Me sumo, junto con Luciana Genro y muchos otros fundadores del PSOL, la defensa de que Lula no sea preso. A pesar de considerar que su arresto será por poco tiempo, ya que la casta política y sus defensores en el STF saben que la prisión de Lula aumentará la presión por la prisión de Temer, Aécio y otros, no dudamos en esta posición contraria a su prisión. Y también mantenemos nuestra posición por el derecho de Lula a disputar la elección presidencial. Tal defensa aún es más necesaria porque lo que está detrás de la definición del STF, su real interés, no es tanto poner a Lula detrás de las rejas, sino retirar su influencia de los comicios de octubre.
Esta es la continuidad del golpe parlamentario de 2016. Después de haberse servido del PT, ahora, desde 2015, decidieron excluirlo del condominio del poder, aceptándolo como máximo como oposición.
Nosotros, que siempre denunciamos la democracia iniciada en la nueva república como una dictadura del capital, sabemos que la elección sin Lula hace las elecciones con aún menos legitimidad popular. Por eso, además de rechazar la prisión, defendemos también su derecho de concurrir.
Al mismo tiempo afirmamos la necesidad de una nueva izquierda. Una izquierda que no sea liderada por el lulismo.