Después de seis años de euforia kirchnerista (2003/2009), los grandes números comenzaron a complicarse en la Agenbtina (2009/2015). Pero esa tendencia se profundizó con el macrismo y hoy –nuevamente- el fantasma del “default” asoma en el horizonte.
Voces autorizadas desde el neoliberalismo, como la de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, advierten los riesgos de continuar con este rumbo económico. Concretamente avisan sobre la posibilidad que el país vuelva a un forzado “default”, es decir a la imposibilidad de pagar la deuda que nos reclaman, de un modo semejante a lo ocurrido en el 2001. Ésta no es la primera y única voz que lo viene planteando.
Varios economistas locales, algunos de ellos ex funcionarios -como Carlos Melconian-, también alertan que la plata prometida por el FMI no alcanza para cubrir los vencimientos que tiene el país y los déficits macristas hasta el fin de este gobierno -en diciembre del 2019- y se pregunta ¿quién nos va a prestar?.
Pero… ¿cómo se llegó hasta esa situación?
El gobierno de Néstor Kirchner y los primeros años de Cristina Fernández permitieron mostrar un detalle muy interesante. Fue conocido como un “círculo virtuoso”. Se trataba del superávit mellizo: El financiero o de Caja (el dinero que entra y sale de la Caja estatal) y el comercial (la diferencia –en dólares- entre lo que se exporta e importa). Todo ello permitió que, en las arcas estatales, hubiera un sobrante de pesos y dólares.
El gobierno de Cristina se “endulzó” con esa situación. No percibió, la crisis financiera mundial del 2008 y no se aprovecharon esos años de “vacas gordas” para las inversiones necesarias: el dinero se fue en un mayor consumo. Cuando la torta comenzó a darse vuelta y nuestros productos de exportación fueron perdiendo valor empezaron los déficits. Aquel “círculo virtuoso” se transformó en un “círculo vicioso”.
Gastar más de lo que entra, importar más que lo que se exporta, a menos que seas una potencia que lo hace a costa de otros pueblos, no aguanta mucho tiempo. En este caso, el problema empezó como déficit fiscal (de Caja), al tiempo se amplió y también fue un déficit comercial.
El tope llegó en el 2015, el último año del gobierno kirchnerista. Reaparecieron los “mellizos”, pero esta vez como déficit y no como superávit de Caja y comercial. Lo que había sido un avance significativo del kirchnerismo terminó siendo su punto más débil.
Pero lo peor estaba por llegar. El macrismo venía con otras ideas. Según sus presagios, el país tenía por delante un futuro venturoso. Imaginaban que la crisis heredada tendría una fácil solución. Creían que el mundo nos esperaba con los brazos abiertos. Los dólares llegarían a carradas. Con una parte de ellos cubriríamos el déficit de Caja, con otra se harían las inversiones necesarias para que las exportaciones del crecimiento económico –que esperaban- permitiera ir emparejando las cuentas del comercio exterior.
El fracaso
Pasaba el tiempo y las cosas no sucedían del modo pensado. Así fue como el “segundo semestre” nunca llegó, los “brotes verdes” nacieron secos. Para colmo llegó Donald Trump y la economía norteamericana empezó a aspirar dólares. Solo había algunos dólares de capitales golondrinas o usureros internacionales destinados a la bicicleta financiera.
Esas maniobras explican los 75 mil millones de dólares que se llevaron, bajo el nombre de “fuga de capitales”, de la economía y el trabajo argentino. Dado que la economía argentina no daba señales serias de recuperación, también los capitales golondrina advirtieron que eran mayores los riesgos que las ganancias. A fines del año pasado nos avisaron que éstos tampoco seguirían fluyendo. La fuga de capitales y los recurrentes déficits dan cuenta que la deuda externa que nos reclaman creció –entre 2015 y 2017- en 81 mil millones de dólares.
El gobierno de Mauricio Macri se quedó sin plan, sin dólares y tampoco tenía pesos. Los errores y la imprevisión fueron acompañados con un fracaso de la cosecha, por la sequía. Fue la tormenta perfecta. Lo que el gobierno llamó “turbulencias” fue una “corrida bancaria” que mostró las desnudeces del gobierno y de su modelo económico.
Así fue que, desde el punto de vista de las cuentas públicas, el año 2017 fue catastrófico. Importamos más que lo que exportamos, alcanzando el déficit más grande de toda nuestra historia, 8.471 millones de dólares, augurando un balance aún peor para el 2018. Pero también gastamos más de lo que ingresó produciendo un déficit fiscal solo superado por el “Rodrigazo” (1975) que se lo llevó puesto al todopoderoso José López Rega y al déficit del “pico” de la época de Raúl Alfonsín (1989) que hizo que éste tuviera que irse antes de tiempo.
Todos esos antecedentes dejan como saldo una economía endeble y una deuda impagable, cuyos intereses son superiores a los sueldos que percibe la totalidad de los empleados públicos. De allí el justificado planteo de algunos sectores en el sentido que se trata de una “deuda odiosa” que no debe pagarse.
El gobierno -en cambio- en su afán de responder a los intereses que representa, está procurando salir mediante un salvaje ajuste que –muy probablemente- tampoco le alcance, por eso la idea de un nuevo “default” sobrevuela en las redacciones periodísticas, en los comentarios de lobbistas de los sectores financieros internacionales y los diplomáticos de varios países, ninguno de ellos puede eludir su consideración en sus momentos de sinceramiento.
Macri: lejos del mundial de fútbol y cerca del fin… de su presidencia
Hace unos pocos meses atrás, Macri se imaginaba que en este día estaría, en Moscú, disfrutando de las finales del Mundial y que ése sería el principal tema de la preocupación de los millones de argentinos. Sin embargo la realidad es muy distinta. Ahí está, navegando entre el fracaso futbolístico, una realidad socioeconómica que lo acosa y una perspectiva electoral que lo angustia con escasísima credibilidad.
Las cuestiones socioeconómicas y financieras tienen al Presidente a mal traer. Él sabe y los organismos financieros internacionales también que la situación social puede estallar en cualquier momento. Perciben que ese tema tiene dos grandes protagonistas: los sectores medios y quienes están socialmente más sumergidos.
Intuyen que no es lo más probable que la presión de los sectores medios termine en una explosión colectiva de gran magnitud. Las movilizaciones de protesta realizadas en las fechas patrias y convocadas por sectores afines al kirchnerismo tuvieron más de festejo que de bronca. En cambio reconocen que cuando esos movimientos son realizados por los excluidos ellos transcurren sobre la angosta cornisa de un estallido general. Es por eso que el gobierno y los organismos financieros internacionales excluyen del ajuste a los variados planes sociales.
De todos modos, ese acoso social se agrega al que diariamente tiene el gobierno por parte de otros componentes de la sociedad, entre ellos hay que destacar: La iglesia con sus reclamos sobre el aborto; los empresarios por las muchas imprevisibilidades y el estancamiento económico que afecta sus producciones y ventas; los militares preocupados por el desamparo en el que están, del cual lo sucedido por el ARA San Juan es lo más significativo, también reclaman por la situación de sus ingresos que -en esta semana- fueron atendidos.
El mundo financiero, con el FMI a la cabeza, aprieta al gobierno con planteos contradictorios. Quieren un fiero ajuste y pretenden que tenga el aval de las demás fuerzas políticas, situación harto compleja; tampoco falta la presión del sindicalismo de la CGT, que es el que tiene las mayores posibilidades de convocar a movidas que pueden hacer trastabillar al sistema gubernamental.
Por último, Macri no sabe qué le depara el futuro político. Su futuro electoral es una incógnita. Lo que parecía una reelección segura, ahora es más que problemático. Los datos indican que hay que descartar toda posibilidad que Macri pudiera ganar la presidencia en primer vuelta y –ahora- también Cristina lo podría derrotar en segunda vuelta, lo que hasta hoy era descartado por todas las encuestadoras.
En este marco Macri, que sufre por no poder cumplir su sueño de estar en el Mundial de Fútbol, vive la angustia de no saber cuál es su futuro. En su círculo más cercano crece el temor que, para el 2019, estén más cerca de tener que cansar los pasillos de los Tribunales penales que de una reelección .presidencial.
. *Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)