Buenos aires nos llegan desde el Norte. Los resultados de las elecciones parlamentarias, llamadas de medio término, en Estados Unidos de América, además de significar una contención al avance del fundamentalismo neoconservador que encarna Donald Trump, también expresan el anhelo creciente de cada vez más sectores de la población norteamericana, especialmente jóvenes, de ver florecer una verdadera democracia en ese país.
Mujeres, afrodescendientes, indígenas, latinas, musulmanas, obreras, socialistas y LGBTI ocupan un número significativo de puestos en la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, espacio político hasta ahora reservado, casi de manera exclusiva para las tradicionales castas políticas y los grupos de lobbies.
La mayoría de estas nuevas congresistas, y también de hombres congresistas, se inscribe dentro de la tendencia Socialista Democrática motivada por el Senador Bernie Sanders al interior del Partido Demócrata, o forman parte de organizaciones locales en sus respectivos Estados.
Esta rebelión de los electores y electoras en un número importante de los Estados de la Unión, es un golpe en el hígado al supremacismo blanco y machista de la élite imperial.
Llegan al Congreso norteamericano, estás fuerzas insurgentes, desde el alma profunda de la sociedad norteamericana logrando romper los sistemas culturales y políticos totalitarios que les impusieron a lo largo de un siglo, mediante la máxima alienación mediática y por un Estado de control policial y judicial asfixiante.
Los resultados electorales del pasado martes demuestran que las banderas por la igualdad social, por una auténtica democracia, por los derechos económicos de las mayorías y por el reconocimiento a la diversidad étnica, cultural, religiosa y sexual no pueden ser aplastadas para siempre por los sistemas de control político cultural, cuales quiera que estos sean.
En estos tiempos de las redes sociales de comunicación, la información y la propaganda fluye más rápido que la capacidad de las burocracias políticas para procesarlas. Ni siquiera los estudios de Big Data son capaces de dar todas las herramientas para contener el ímpetu democratizador de una generación de vanguardia, en todo el mundo, que ha aprendido a burlar la alienación generando sus propios contenidos, su propia estética como expresión de una ética de la diversidad.
Accidentes históricos como la elección de Trump en su momento y recientemente de Bolsonaro en Brasil, producto del hastío por las "clases políticas", de derecha o de izquierda, serán revertidos en el corto plazo por una tendencia creciente e irreversible en el seno de las sociedades contemporáneas a favor de la pluralidad.
El martes 6 de noviembre de 2018, el pueblo norteamericano ha dado un pequeño primer paso, pero victorioso, hacia la recuperación de su libertad y del reconocimiento a la diversidad que conforma esa sociedad. Ahora está la responsabilidad de ese nuevo liderazgo parlamentario de ser consecuente con el mandato de sus electores y electoras y vacunarse contra la cooptación que el sistema de lobbies intentara hacer con ellas y ellos.
En Venezuela, nos toca seguir perseverando en la defensa y ampliación de los espacios de participación democrática y protagonismo popular; de pluralismo político, social, étnico y cultural; de igualdad social y económica que consagramos en nuestra Constitución Bolivariana de 1999 y que hemos venido construyendo, con grandes avances, a ratos con retrocesos, a lo largo de dos décadas en medio de una guerra sin cuartel de las oligarquías y del imperialismo contra la Revolución Bolivariana.
En fin, cualesquiera sean las circunstancias, es nuestro deber seguir impulsando desde abajo, pasito a pasito, la consolidación de la democracia revolucionaria, de la democracia socialista, con amplia participación, en amplias libertades, como nos los orientó siempre el Comandante Chávez.