Justicia divina

El apellido Pinochet es, para miles, para millones de personas, sinónimo de barbarie. De dictadura. De oscurantismo. De terror. De asesinatos. De prisión. De muerte. Y al lado de ese apellido se ve erguido, el de Allende. Que es sinónimo de vida. De dignidad. De vergüenza. De justicia. De luz. De libertad. Cada 11 de septiembre desde que recuerdo, dos figuras emergían, emergen de mi mente, cada una con una aureola distinta. Cada una con un signo humano distinto. La alegría de las alamedas contra la tristeza de carabinas y uniformes. Allende y Pinochet.

Quiso el destino que Pinochet viviera mucho tiempo. Quiso el destino que su cara enjuta, ignominiosa y cínica quedara deambulando, atormentando a millones de corazones. Quiso el destino que el dictador asesino e inclemente muriera un 10 de diciembre, fecha declarada en 1950 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, como el Día de los Derechos Humanos. El dictador estuvo 17 años mandando y lideró la transición a la democracia en Chile, auto erigiéndose senador vitalicio, lo que constituyó una bofetada más para la dignidad de buena parte del pueblo chileno. Y digo buena parte porque hay otra es increíblemente pinochetista. Esa misma que en los funerales del dictador abucheó a la Ministra de la Defensa de Chile, esa misma que saluda al cuerpo inerme del dictador con la señal del fascismo.

La muerte de Pinochet evoca la impunidad, evoca el canto de Víctor Jara, evoca la poesía de Neruda, evoca el canto de Violeta Parra, evoca la trova cubana, evoca la tristeza de miles de exiliados, evoca los esfuerzos del Juez Garzón por hacer que pagara en vida sus crímenes, evoca a amigos y profesores de la universidad, evoca la nostalgia de chilenos y chilenas exiliados, evoca el dolor de los familiares de los desaparecidos, evoca los ojos lloviznados de esos desaparecidos, evoca a la solidaridad internacional, evoca rencores, evoca injusticias, evoca lecturas, evoca canciones y amores.

“Pinochet murió sin castigo”, dice acertadamente el titular abridor del diario Ultimas Noticias del 11 de diciembre de 2006. Eso es lo malo. Ojalá lo agarre la justicia divina.


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Mercedes Chacín*


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