¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!
Extracto del discurso: Oración por la paz, 7 de Febrero de 1948 por Jorge Eliécer Gaitán¹.
No es nuevo el conflicto que está sacudiendo a Colombia a partir de este 21 de noviembre. Desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán aquel fatídico 9 de abril de 1948, y posteriormente la insurrección civil llamada "El Bogotazo" que desencadenó una progresiva etapa de violencia que por supuesto, llevaron a la conformación de las denominadas guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Movimiento 19 de Abril (M-19), las cuales, si bien inicialmente tenían históricamente justificadas sus conformaciones y decisiones de enfrentar con las armas al status quo de la época, terminaron igual o peor en sus ideales que los engendros políticos que se habían adueñado del poder político en Colombia.
En efecto, de no haber sido por la desviación ideológica y de intereses económicos de las FARC, ELN y M-19 en los términos de hacerse con el poder amparados bajo la sombra del asesinato, terrorismo, la extorsión y el narcotráfico, es probable que en la nación neogranadina, aquella que fuese la primera de las naciones de Sudamérica en encontrar su independencia un 7 de Agosto de 1819 al mando del Libertador en los campos de Boyacá, hoy, tal vez tendríamos otra historia.
De hecho, ante un Estado colombiano que no fue capaz en desmontar las fuerzas guerrilleras terminó creando de manera ilegal e ilegítima los grupos paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), pensando sus creadores que el plomo se combatía con más plomo, y lo que sólo originó que la nación neogranadina se convirtiera hasta finales del siglo XX, en la nación con el mayor número de desplazados del planeta, todo ello envuelto en corrupción, impunidad y una nación hundida en una inmensa pobreza que sólo veía el como los grupos oligárquicos de siempre continuaban la expansión de sus riquezas ante un pueblo, sobre todo en las zonas rurales fustigados entre la miseria y la muerte.
Sería pleonástico ahondar en los procesos políticos, económicos y sociales en los cuales Colombia ha visto acrecentar sus problemas, más allá de indicadores de "crecimiento" o modernización de algunas ciudades, mientras el asunto trasciende espacios de discusión ideológica. La "paz" que logró Santos con la cúpula de las FARC, la guerrilla más numerosa de ese país, estuvo chucuta y desbalanceada porque ésta no se consigue sin justicia. Y eso implicaba necesariamente un acuerdo político y un desarme ante la vista de todos con levantamientos de los campamentos guerrilleros sobre lo más intrincado de la selva.
Igualmente, mientras el madurismo se encuentre en el poder en Venezuela, no habrá estabilidad para la vecina nación, no sólo porque la emigración desde la patria de Bolívar se multiplicará al ser ésta el primer puente con mayor número de visitas para seguir hacia otras latitudes, sino que resulta obvio que cuando se sobrepasan las siete cifras de emigrantes en cualquier país, eso desequilibra los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales, y en especial sus variables de alimentación, educación, salud y seguridad.
Lo más grave de esta situación es que son públicas y notorias las alianzas entre el madurismo y las disidencias de las FARC, no sólo para desestabilizar el sistema de poder político en Colombia, sino que los últimos, es decir, la guerrilla en vez de buscar un auténtico diálogo que no retrotraiga al país neogranadino hacia aquellos intensos combates, éstos parecieran revivir con la explosión de carros-bomba en zonas fronterizas, o hechos que tratan de copiar lo acontecido en Chile, o más aún, intentando revivir – esta vez por la fuerza y sin liderazgo otro "bogotazo" sin comprender que los hechos políticos desde el asesinato de Gaitán en 1948 aunque se encuentren vigentes en sus reclamos históricos; se encuentran extemporáneos, precisamente, por la evolución de la historia.
El problema de Iván Duque, y en esto se estrecha la mano con Nicolás Maduro, resulta que son regímenes que no escuchan los reclamos del pueblo, y se hacen los ciegos ante las necesidades de la gente, y con esto al añadir en ambos sus marcadas diferencias ideológicas están llevando a las naciones bolivarianas de lo que una vez fue La Gran Colombia con más de 2 millones de kilómetros cuadrados, hacia el caos y la destrucción social.
Quienes controlan Colombia y Venezuela jamás podrán asegurar bienestar a sus pueblos mientras tengan diferencias en todos los planos de quehacer en el poder político. Ni Duque ni Maduro lo lograrán porque ambos son la extrema derecha y la extrema izquierda, o sea, una bazofia política más putrefacta que otra, cuyos intereses están en sus mezquindades y prototipos de control ciudadano.
En síntesis, Colombia se encuentra entrampada entre su "paz", las FARC, las oligarquías y el madurismo. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.