La expansión del Coronavirus o Covid-19, como se le ha denominado, ya tomó carácter de pandemia al encontrarse en más de ciento veinte países. Venezuela, internacionalizada como está, era pensable que no se aislaría de la posibilidad cierta de que el virus le alcanzara, como en efecto ocurrió, de vuelos provenientes desde Colombia, Europa y EEUU, se inició –oficialmente- la pandemia en el país, dos personas infectadas, que en apenas unos pocos días se han multiplicado exponencialmente, hasta alcanzar la cifra de 33 contagiados con la enfermedad. El Sistema de Salud venezolano, Público y Gratuito, ya comienza a expresar sus grandes fortalezas para atender la pandemia y más aún; considérese que Venezuela, es objeto de un criminal bloqueo que impide el ingreso de alimentos y medicinas al país. Ello, ha conllevado a la mayor de las solidaridades por parte de naciones hermanas como lo son Cuba, China y Rusia, que han enviado especialistas, equipos especiales y hasta medicinas, para atender la contingencia en conjunción con el Sistema de Salud que, a su vez, como miembro integrante de la Organización Mundial de la Salud, ha seguido al pie de la letra todas sus recomendaciones y exigencias. La Administración Trump, ha contado para la ejecución de sus medidas criminales, de la colaboración de Europa y los gobiernos que integran el llamado Cártel de Lima, gobiernos de derecha, regidos todos por las políticas del FMI. Es así, que la llegada de la pandemia al país, ocurre en el marco de que Venezuela -país soberano y libre- ha denunciado ante la Corte Penal Internacional (CPI) al gobierno de Donald Trump y sus colaboradores, por crímenes de lesa humanidad, previstos todos, en el Artículo 47 del Estatuto de Roma, suscrito por la República Bolivariana de Venezuela, el 17 de julio de 1998. En el documento introducido ante la CPI, la República Bolivariana de Venezuela, presenta un grupo de casos y hechos, que han impactado la realidad venezolana –negativamente- como efecto de las medidas implementadas por la Administración de Trump y que han conllevado al país, como consecuencia de su ejecución, de un aumento de la tasa de mortalidad infantil y de personas adultas, incremento de enfermedades, reducción de la ingesta calórica de la población, afectación de servicios públicos vitales como educación, agua potable, electricidad, transporte, atribuibles a las medidas de coerción unilateral ejercidas por la Administración Trump, quien se ufanaba del éxito de sus políticas coercitivas; tal cual, se tratara de un trofeo de guerra: "La gente está sufriendo y muriendo…Tenemos muchas opciones en Venezuela, incluyendo una posible opción militar, en caso de ser necesario" (Donald Trump, 08 de agosto 2017).
La denuncia, expresa el hecho –constatable- de la muerte de pacientes sometidos a tratamientos de alto costo que no pudieron ser cancelados por el Gobierno Bolivariano, debido –fundamentalmente- al bloqueo, expropiación de CITGO y expropiación de cuentas bancarias en el sistema financiero internacional, bajo control del gobierno de los EEUU, de pacientes renales, trasplante de médula ósea y de hígado. Aunado a los enormes efectos criminales sobre el ingreso de las finanzas del país, al restringírsele toda posibilidad de venta libre de su petróleo, oro u otra materia prima de exportación, provocando una reducción drástica de ingresos, estimados en cerca del 90 por ciento, que le han impedido al país poder atender las grandes demandas sociales que reclama un pueblo noble y pacífico, sometido a una heroica resistencia que algunos ya comparan con la heroica resistencia del pueblo soviético contra la brutalidad nazista en Stalingrado. "Hitler afirmaba haber tomado sus conceptos de campos de concentración y de la utilidad del genocidio del estudio… de la historia de los Estados Unidos. Admiraba… los campos de concentración creados en sus tiempos para los indígenas en el salvaje Oeste. Ante sus allegados alababa a menudo la eficiencia de la técnica norteamericana de eliminación física por el hambre y la lucha impuesta en condiciones desiguales" ( J. Toland. Adolf Hitler, N.Y., 1981, p. 702). Por lo demás, el uso ilegal de medidas coercitivas unilaterales de parte de la Administración Trump en contra de la nación y pueblo venezolano, debemos denunciarlo ante el mundo, como un acto de terrorismo de Estado del gobierno de EEUU, según la definición utilizada por el Buró Federal de Investigaciones o FBI estadounidense: "el uso ilegal de la fuerza o la violencia contra personas o propiedades para intimidar o coaccionar a gobiernos, a la población civil o un segmento de la misma, en la persecución de objetivos sociales o políticos" (Gilberto López y Rivas, "El terrorismo global de Estados Unidos", La Jornada, junio de 2005).
La pandemia global del Coronavirus, comienza a reflejar las acciones heroicas de los pueblos en defensa de la humanidad, pero, también a mostrar la pequeñez de supuestos líderes que se creen "mundiales". Hablamos, en concreto, del caso de Donald Trump, quien se ha planteado la compra de una farmacéutica alemana que trabaja una vacuna para prevenir el Covid-19 y le ha impuesto el condicionante de que dicho producto, solo sería para uso de los estadounidenses. Tal nivel de egoísmo y miseria humana, es previsible en un ser tan despreciable como lo es Donald Trump. En la misma línea de actuación, el sub presidente de Colombia, Iván Duque, negado –obstinadamente- a coordinar acciones para enfrentar la pandemia con la República Bolivariana de Venezuela en una zona común, tan amplia como lo es la frontera colombo-venezolana, hecho que ha obligado a la OMS a intervenir para procurar hacerlo entrar en razón de que la colaboración binacional es la mejor opción para derrotar la pandemia, actuación, que ha logrado dicho objetivo después de tanta insistencia del mandatario venezolano Nicolás Maduro Moros. Pero, si faltaba alguien más torpe y brutal en esa competencia global que se ha abierto por la obtención de dicho título, tenemos el caso del primer ministro británico, Boris Johnson, quien ha optado como estrategia de ataque contra la pandemia, una especie de laissez faire, laissez passer (dejen hacer, dejen pasar), para que el virus circule libremente y se enferme el mayor número de ciudadanos y ciudadanas británicas y se cree –rápidamente- la inmunidad contra la misma. Ha dicho, Boris Johnson: "Quiero que el coronavirus circule para crear inmunidad en la población. Muchos vamos a perder a nuestros seres queridos en los próximos meses, pero es preferible tener una economía estable para los que se salven". Estrategia, totalmente opuesta a la recomendada por la OMS, que establece el confinamiento de la población y cierre de fronteras para aislar el virus y cortar la cadena de expansión del mismo, y derrotarlo con prontitud. Le ha respondido al primer ministro, un grupo de 600 acreditados científicos ingleses, quienes le han exigido que: "si no tiene evidencia científica que acredite que no conviene tomar medidas de distanciamiento social, las active cuanto antes". Boris Johnson, ha tenido que rectificar en su enfoque inicial y ahora plantea, como alternativa a los británicos: "evitar todo tipo de contacto no esencial". Rectificación necesaria, pues informes que provienen del mismo gobierno británico, como el elaborado por Public Health England (PHE) y divulgados en The Guardian, ya advertían que el 80 por ciento de la población podría contraer el Covid-19 en los próximos doce meses y 7,9 millones podrían ser hospitalizados, estimando –dicho informe- que la pandemia pudiera prolongarse hasta la primavera de 2021. El asesor científico del primer ministro Johnson, Chris Witty, ha reconocido públicamente que "el peor escenario posible" es que 4 de cada 5 británicos, pueden llegar a contraer la enfermedad. Si la tasa de mortalidad del Covid-19, está entre 0,6 y el 1 por ciento, supondría que entre 318 mil y 521 mil británicos infectados podrían perder la vida. Como efecto colateral, a las posturas políticas del premier británico frente al Covid-19, el pueblo británico, ha rechazado su postura para encarar la crisis y apenas un 36 por ciento le respalda. El repudio general de la población, le ha obligado a declarar menos sobre el tema, debido a que la población estima –mayoritariamente- que está más pendiente de la economía que de la vida del pueblo británico.
Cuba y China, se han constituidos en baluartes de la medicina internacional, en garantía de la vida para una humanidad que ha sido testigo muda de cómo la barbarie capitalista, les priva de la posibilidad de vivir –dignamente- si no cuenta con recursos monetarios para pagar su derecho a la salud. La pandemia del coronavirus, plantea nuevos retos a la humanidad, uno de ellos -sino el fundamental- es responder a la pregunta si tiene sentido dejar el costo de nuestras vidas, nuestra salud, a merced de la autorregulación de los mercados. Mejor aún, invertir en Salud, en sistemas de salud públicos y poderosos como el de China, Cuba o Venezuela. O como propone en EEUU, el precandidato Demócrata Bernie Sanders, y su Medicare para todos y todas las ciudadanas de EEUU, ¡Vacunas contra el Covid-19 para todos! ¡Un fantasma recorre el planeta, en exigencia de salud pública y gratuita para todas y todos! La humanidad despierta y está en rebelión global…