La guerra de EEUU contra el reino de España en 1898, tuvo como justificación la voladura del acorazado Maine, fondeado en la bahía de La Habana. La investigación de la marina estadounidense, concluyó que se debió a una mina –supuestamente- colocada por los españoles, quienes mantenían control de la isla, a los que se resistían un sector de la oligarquía cubana que veía con agrado subordinarse al nuevo orden, sugerido desde Washington por la Doctrina Monroe de “América para los americanos del norte”. Los medios estadounidenses, dirigidos por los magnates de la prensa Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, inflamaron la opinión pública estadounidense contra los españoles, y la ganaron para una guerra por el control de Cuba, “the richest slice in te earth” (la más rica tajada de la tierra), como solía llamarla el embajador de EEUU en Cuba, Stewart Woodford. La investigación española, concluyó que la explosión había venido desde dentro y no fue causada por una mina. No sería, sino hasta 1975, 77 años después, que otra investigación, dirigida por el Almirante Hyman Rickover, pudo determinar que la explosión habría ocurrido desde dentro del acorazado. 266 marinos estadounidenses, ofrendaron sus vidas por la ambición imperialista de darse banquete degustando esa “rica tajada” que era Cuba. Una guerra, que al grito: "¡Recordad el Maine y al infierno con España!", enfrentó ambas Armadas, durante tres meses y medio. Todo, justificado mediante una operación de falsa bandera.
A finales de 2011, la opinión pública estadounidense, debatía la salida de las fuerzas invasoras de EEUU en Irak. Acción descartada por la élite imperialista, convencida de la permanencia infinita de las fuerzas militares en Medio Oriente. Para justificar su permanencia en Irak, el imperialismo, acudió a una estratagema empleada años antes en Centroamérica, la creación de escuadrones de la muerte. El 22 de diciembre de 2011, múltiples explosiones de coches bombas ocurrieron –simultáneamente- en Bagdad, que causaron la muerte de decenas de civiles inocentes. Buscaban, los EEUU, instigar el odio entre la población –indistintamente- fuera su orientación religiosa para colocarlos a pelear, “como perros”, en un derramamiento de sangre que hiciera renacer la guerra civil. Con ello, buscaba EEUU, crear la sensación de que el pueblo iraquí era incapaz de autogobernarse y requería de las fuerzas armadas imperialistas, como garantes de estabilidad y la paz del país. John Negroponte, quien había establecido un régimen de criminalidad en Centroamérica, fue el encargado de sembrar en Irak, una situación similar que causó miles de muertos en una “guerra sectaria”, como le llamó la mediática occidental. Sunitas, chiítas, kurdos y cristianos se enfrentaron, mientras la embajada estadounidense movía los hilos de la muerte. El “caos constructivo”, Brzezinski, se hacía realidad sobre miles de cadáveres. Millones de dólares, se movían contratando mercenarios del mundo árabe para que asesinaran importantes líderes de la resistencia anti EEUU. El propósito era dividir para balcanizar a Irak en tres mini estados religiosos y étnicos distintos, uno sunita al occidente, otro chií en el oriente y un Kurdistán libre al norte, lo que se denominó en tiempos de Bush W.: el Gran Medio Oriente. ¡Divide y reinarás!
El sábado 07 de marzo de 2020, ocurre un singular incendio en un galpón del Consejo Nacional Electoral, CNE, de la República Bolivariana de Venezuela. Seis mil metros cuadrado del galpón resultan afectados por el fuego, además de 49.000 máquinas de votación, diferentes sistemas de auto identificación y otros componentes del parque tecnológico del organismo electoral. La investigación, dio un giro –inesperado- gracias a la experticia técnica de los cuerpos de bomberos y policiales, al ponderar que este año se tienen pendientes realizar las elecciones parlamentarias; mediante las cuales, se elegirá una nueva Asamblea Nacional, hecho que afectará los intereses de EEUU, en Venezuela, al ponerle fin a su autoproclamado diputado. Los medios occidentales, banalizaron los hechos, una vez que las primeras pesquisas dejaron al descubierto que se trató de un atentado terrorista. El objetivo, sin dudas, era afectar la operatividad del órgano electoral para las elecciones del 6D, intentando imposibilitar su realización. Los cuerpos policiales bolivarianos, determinaron que en las afueras del galpón, se generó un fuego distractivo, cuyo fin no era otro sino desviar la atención de lo que ocurría dentro del galpón. Cámaras de seguridad, permitieron determinar que el fuego interno fue generado por agentes acelerantes, colocados –anticipadamente- por manos criminales. Reseñó, el G/J Néstor Reverol: "Todo indica que los tres puntos de ignición premeditadamente estaban direccionados al galpón". Con ello, manos criminales, pretendían hacerlo ver como provocado por un fuego generado desde las afueras del galpón, “accidentalmente”. Reverol, dio a conocer que días antes, se realizaron jornadas de revisión y reemplazo de piezas y partes, en el galpón. Determinaron, que las piezas fueron rociadas de gasolina, días antes. Las pérdidas fueron contabilizadas en: 49 mil máquinas de votación, 127 mil boletas electorales y 582 computadoras del registro civil del organismo comicial. Duro golpe, que no pudo detener la voluntad de un pueblo y sus instituciones de avanzar hacia un proceso electoral y poder elegir una nueva Asamblea –auténticamente- Nacional. Los potenciales, autores intelectuales y materiales de ese acto terrorista, deben buscarse entre quienes se oponen a la realización de las elecciones, entre quienes -desde el exterior- ya anuncian que no van a reconocer a la Asamblea Nacional, nacida de ese evento electoral nacional, valga decir, Donald Trump y sus compinches terroristas en territorio venezolano. Iniciando agosto, el enviado especial de Trump para Venezuela, Elliot Abrams, hacía un llamado que desnuda sus intenciones terroristas: “El pueblo venezolano debe reaccionar contra las elecciones del 6D”.
El Líbano, ha sido colocado en la mira del imperialismo de EEUU, en el propósito, manifiesto y comprobado, de hacer a un lado al Eje de la Resistencia Antiimperialista en Medio Oriente, representado en El Líbano por la milicia del Hezbolá. Desde 2019, vistos los resultados obtenidos en Venezuela, la Administración Trump, centralizó sus ataques en el área económica para caotizar ese país (https://www.aporrea.org/tiburon/a292468.html). Siendo, el objetivo que busca EEUU, dividir la población libanesa y provocar una ruptura entre ese pueblo y el liderazgo, que se han ganado en el campo de batalla contra EEUU, Israel y Arabia Saudita, las fuerzas militares del Hezbolá, que vienen triunfantes de Siria, combatiendo contra las fuerza paramilitares del Estado Islámico, creadas, entrenadas y financiadas por EEUU. Este 04 de agosto, el mundo, fue testigo de un hecho que conmocionó a la opinión pública nacional e internacional. “Explosión en el Puerto de Beirut”, tituló casi que al unísono toda la mediática occidental, luego, también casi que al unísono, se inició una operación de satanización del Hezbolá. El fin, no era otro sino atribuir la causa de la explosión a un supuesto arsenal de armas de la milicia chiita del Hezbolá, como lo había denunciado Netanyahu en 2018, en el Consejo de Seguridad de la ONU. Entre los primeros que viajaron a Beirut para manifestar su solidaridad, estuvo el presidente francés, Emmanuel Macron, quien condicionó su ayuda en base a cambios políticos, que colocaran fuera del gobierno a Hezbolá. La opinión de Rusia, con relación al Líbano, fue manifestada por el embajador adjunto ante la ONU, Dmitri Polianski: “La mejor medida que EEUU puede tomar en este momento para mostrar una verdadera solidaridad, es el levantamiento de las sanciones unilaterales contra El Líbano a fin de que pueda reconstruirse”.
Donald Trump, en su ansiedad de ser partícipe en alguna guerra, en cualquier parte del planeta, echó más candela al fuego del puerto, expresando: "Me reuní con algunos de nuestros grandes generales y parecen creer que esto no fue algún incidente de explosión industrial. Parecen creer que fue un ataque. Algún tipo de bomba". Lo que obligó, al Secretario de Defensa, Mike Esper, a distanciarse: "la mayoría cree que fue un accidente, como se ha informado", en concordancia con lo que han manifestado otras fuentes vinculadas al poder real en EEUU, léase: el Pentágono. En Arabia Saudita, no faltaron medios que se expresaran atribuyendo la responsabilidad de lo ocurrido al Hezbolá: “El dedo acusador siempre apunta a Hezbolá…”, señaló en su Editorial, el diario Al-Riyadh, y como eso el resto de los medios, sin aportar pruebas. Se desató la Opiniomanía, decir ser o conocer algo y creer ciega y obstinadamente en ello, hasta que se produzca la metamorfosis, sin choque ni violencia, es decir, hasta que la ficción y lo imaginario se vuelvan realidad. Hasta que el error y la falsedad, se vuelvan verdad, tal pareciera ser el fin interesado de un actor hasta ahora no develado, pero ya saldrá a la vista de todas y todos. En Israel, la situación no era nada diferente, mediáticamente hablando, solo que esa nación vive un estado de conmoción interna, producto de intensas y masivas movilizaciones populares, que cuestionan y piden la renuncia del primer ministro, Benjamin Netanyahu, debido a su mal manejo de la pandemia por coronavirus, la crisis económica y el desempleo masivo, además de las denuncias por corrupción y tráfico de influencia que cursan en tribunales israelíes. El gobierno del primer ministro, Netanyahu, priorizando la economía, flexibilizó la cuarentena desde mayo, en que las cifras estaban en 17 mil enfermos, disparando el número de enfermos, que se elevó a 50 mil, con un índice de 1.900 casos diarios. Un desempleo del 21 por ciento y en alza, con una contracción proyectada por el Banco de Israel en 6 por ciento. Algunos estudios de opinión, hechos públicos, acerca de la intención del voto ante unas hipotéticas elecciones anticipadas, señalan que el Likud perdería entre 3 y 5 escaños en relación a las elecciones previas, lo que indica que Netanyahu está sufriendo un acelerado desgate político, que pone en duda su continuidad en funciones de gobierno. Con un escenario interno, desunido y confrontado, Netanyahu, ha optado por mantenerse distante de lo ocurrido en Beirut, y se ha limitado a manifestar su solidaridad: “Compartimos el dolor del pueblo libanés y sinceramente le echamos nuestra mano en este momento difícil”. Igual clima de distensión, fue asumido por Hezbolá, su líder Seyed Hasan Nasralá, en un discurso televisado, abordó lo ocurrido y negó cualquier vínculo de Hezbolá con el incidente: “Hezbolá no tiene depósito de armas, ni nitrato de amonio en el puerto de Beirut”, calificó como propaganda tales acusaciones. Apreció –positivamente- la visita de Macron y reprendió a EEUU, por las severas “sanciones” que han llevado al pueblo libanés a sufrir severas restricciones. Exigió justicia contra los responsables de la catástrofe: “Sin ningún tipo de impunidad todos los responsables de la explosión deben rendir cuentas (…) y ser castigados por esta catástrofe nacional”. Denunció, los intentos de los enemigos del país de generar divisiones, anunciándoles que cualquier conspiración está destinada al fracaso. “Todos los que inicien una guerra contra el eje de la Resistencia, no conseguirán ningún resultado”. Sin dudas, un discurso muy diplomático y pacifista, concordante con el momento político. Esto, pese a que en medio de la tragedia, se produce en El Líbano un intento fallido de asesinar a un miembro del Eje de la Resistencia, HAMAS, mediante un coche bomba, con el claro propósito de confrontar Hezbolá e Israel.
El Presidente, Michel Aoun, cristiano, quien contara con el apoyo de la Administración Obama para la presidencia del actual gobierno libanés, ha declarado a los medios de comunicación: “que la responsabilidad de lo sucedido se podría explicar con tres cuestiones: cómo ingresaron los explosivos al muelle, cómo se colocaron allí y cómo se almacenaron durante siete años, mientras varios gobiernos han estado activos”. También, ha señalado “que es posible que el incidente haya sido causado por negligencia o por una acción exterior, “con un misil o una bomba”. Siendo, esa última hipótesis, la que se sobrepone a la tendencia generalizada en medios occidentales, que dan como un hecho cierto, la hipótesis del accidente. Tal pareciera, que un tercer actor, juega –autónomamente- para caotizar la situación en Oriente Medio, después de la estabilidad alcanzada, gracias a la actuación con las armas de Rusia, Irán, Siria y el Eje de la Resistencia, y en especial, Hezbolá.
Postscriptum: Culminando la redacción del presente artículo, llegan noticias de El Líbano que dan fe de la renuncia del gobierno del primer ministro Hassan Diab, mientras en las calles los disturbios y los enfrentamientos violentos, entre sectores opositores y la policía, han recrudecido la situación en medio de la consternación general de la población, que aún no entierra a sus deudos. El gobierno de EEUU, ha manifestado su apoyo a las protestas violentas, que se vienen expresando en las calles de Beirut. Si en 2011, EEUU, Israel y Arabia Saudita, desplazaron miles de mercenarios a territorio sirio y crearon el Estado Islámico para procurar el anhelado “cambio del régimen” sirio, mediante el uso de las armas; nada de extrañar, que ahora mercenarios venidos de países vecinos, los hayan trasladado a Beirut para presentarlos ante el mundo como “pacíficos protestantes”, que exigen el cambio del gobierno por ahora, y luego, una vez derrocado el gobierno, avanzar en la salida de El Líbano del Hezbolá. Obsesión, anhelada por los gobiernos de esos tres países, que los une su odio iracundo contra Irán. El reciente nombramiento de Elliot Abrams, ahora representante de EEUU en Irán, es indicativo de los fines en los que ahora, se concentrará la Administración Trump para intentar desestabilizar –nuevamente- al Oriente Medio, para ello, requiere neutralizar al Hezbolá en El Líbano…