La izquierda latinoamericana ha estado históricamente yéndose por un barranco y en ocasiones lo ha hecho con mucha pompa, con bombos y platillos, dando tumbos, buscando salvavidas y sobre todo humillándose ante los esclavistas gringos y europeos. Lo venimos viendo últimamente, en los casos de don Alberto Fernández y de la propia Cristina de Kirchner en Argentina, en Lenin Moreno en Ecuador, en Pedrito Castillo en Perú, y sobre todo en don Gabriel Boric en Chile.

La izquierda española, por su parte, tiene en este sentido un comportamiento más miserable todavía porque en todo trata de imitar a los fascistas que les desprecia. Nada más deprimente que ver al deprimente Pablo Iglesia, quien para parecer decente ante sus pares del PP o el PSOE, se la pasa echándole unos ridículos tiritos al gobierno y otros a los movimientos populares de Latinoamérica.

Rómulo Betancourt fue fundador del Partido Comunista de Costa Rica y se distinguió por ser entre 1930 y 1936 un gran comecandela dentro de la izquierda de Latinoamérica. En 1937, comienza lentamente a dar giros extraños, aunque siempre apareciendo como un connotado revolucionario marxista. A la final, para 1941, decide buscar un rumbo propio para su partido AD, distanciándose de los comunistas, pero sosteniendo ardientemente las banderas del izquierdismo.

Con la careta de su supuesto izquierdismo llega a la presidencia de Venezuela en 1959. En apenas asumiendo su gobierno desata una feroz represión turbulenta contra el pueblo y el comienza como Boric a decir que el gobierno está firmemente decidido a acabar con los "desórdenes callejeros". En la plaza de La Concordia de Caracas, el 4 de agosto de 1959, en una manifestación de desempleados, caen abaleados por las fuerzas represivas del gobierno Juan Francisco Villegas y Rafael Baltazar González. Ese mismo día, un poco más allá, en la Plaza Santa Teresa, muere a manos de la policía, de un tiro en el tórax, Rafael Simón Montero. El gobierno ordena (Decreto número 107), la suspensión de las garantías durante 30 días en el Distrito Federal y estado Miranda.

El 11 de enero de 1960, en la avenida San Martín, cae acribillado también por la policía, Samuel Sánchez Álvarez. El 21 de enero de 1960, se manifestaba Betancourt «contra el bandidaje armado explosivo para el que ya no caben fórmulas civilizadas». Además, explicaba en detalle las medidas represivas adoptadas: «Y por eso se impartieron instrucciones a las Fuerzas Policiales y a las Fuerzas Armadas de Cooperación para que dispararan, y no al aire, contra cualquier persona o grupo de personas que se localizase in fraganti [...] sobre quien sea ubicado por un cuerpo armado colocando una bomba o lanzándola, se aplicará la última ratio de una descarga». Las mismas líneas represivas que el gobierno pinochetista de Bobic le dicta hoy a los carabineros.

El gobierno de Rómulo Betancourt tomó, entre otras medidas, la prohibición de las manifestaciones públicas mediante decreto, a la vez que determinó las previsiones necesarias para atacar con saña y aislar políticamente a los izquierdistas que él llamaba «cabezas calientes» de Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida, Rómulo Henríquez, Rafael José Muñoz, Jorge Dáger, Gumersindo Rodríguez, Américo Martín y Moisés Moleiro.

Pues bien, en esa dirección vemos a al presidente de Chile, Gabriel Boric, señalando como «inaceptables hechos» los actos de violencia ocurridos durante la jornada de ayer en el marco de las protestas por el tercer aniversario del estallido social que remeció la sociedad chilena en octubre de 2019. Gritaba hace dos días este energúmeno: «Quiero que sepan que nuestro Gobierno no va a descansar hasta quienes ilegítimamente se creen dueños de calles y destrozan tengan la sanción que se merecen». Siguió diciendo este batancourcito: "Ayer, en particular durante la noche, vivimos inaceptables hechos delictuales que si bien son menos que los del año pasado son igualmente graves e indignantes (…) Lo dije ayer y lo repito: la legítima protesta que robustece la democracia no puede ser sinónimo de violencia. No lo es… Carabineros tiene no solo nuestro respeto, sino que todo nuestro respaldo para el resguardo del orden público y para el combate frontal a la delincuencia… En esto no hay doble estándar. Quiero recalcar algo que dije ayer: no hay dicotomía entre respeto a DDHH y ejercer y hacer valer el estado de derecho. Eso es lo que Carabineros puede saber y tener la tranquilidad que cuenta con nuestro respaldo para combatir con toda la fuerza de la ley y el uso exclusivo de la fuerza, que les concede la Constitución, a la delincuencia, que no vamos a permitir que siga creciendo".

En realidad, todo este comportamiento es para congraciarse con los colonialistas, racistas y asesinos gringos y europeos, al carecer de valor propio para emprender un camino de justicia y de soberanía para sus países. Una situación que comenzamos a ver de manera valiente, por ejemplo, con las decisiones de que han venido tomando AMLO en México y últimamente Petro en Colombia.

Chile, en toda su historia ha tenido en política sólo un gran hombre y este ha sido Salvador Allende.

Pobre Chile, una cuña de mierda nazi en esta Latinoamérica tan desgarrada y traicionada…