Escribo estas líneas pasadas más de 60 horas de la noche del domingo 8 de enero, cuando la tarde comienza con un ataque de ganado bolsonarista de extrema derecha movilizado contra la sede de los Tres Poderes –Supremo Tribunal Federal (STF), Congreso Nacional y el Palacio del Planalto.
Estamos ante una maniobra derivada de la contaminación fascista en las instituciones oficiales del Estado, de los gobiernos subnacionales (como el Distrito Federal, DF) y también del Alto Mando de las Fuerzas Armadas, con atención oficial a la Fuerza Terrestre. En el caso del DF, el STF, a través del Ministro Alexandre de Moraes, ya decretó la detención de Anderson Torres (Secretario de Seguridad del DF y exonerado a media tarde del domingo), del comandante general de la Policía Militar del DF, Coronel Fábio Augusto, así como la destitución inmediata - por 90 días - del gobernador distrital reelegido, Ibaneis Rocha.
Creo que el Poder Judicial, una vez disminuida la influencia de la Operación Lava Jato (la opereta de Lawfare que alcanzó Brasil), puede tomar la iniciativa en investigaciones y sanciones por flagrante financiamiento y movilización del llamado "ganado bolsonarista". Quizás una parte de las fracciones de la clase dominante que son incondicionales de Bolsonaro, sus secuaces y el antiguo gobierno de sociópatas serán realmente castigados. El problema fundamental es el Partido Militar.
Los milicos y su portavoz en el gobierno electo
José Múcio Monteiro es mucho más el vocero, el títere o el muñeco de ventrílocuo del Alto Mando de las Fuerzas Armadas (especialmente del Ejército Brasileño, EB) que el Ministro de Defensa de un gobierno electo. Este triste papel no es raro en América Latina. En las negociaciones para el fin de la dictadura iniciadas bajo el liderazgo del General Onganía en Argentina (1966), el General exiliado Juan Domingo Perón nombró al político Jorge Paladino como su delegado en el país. Resulta que este político indicado por el "viejo" era mucho más un interlocutor del general Lanusse, el líder del proceso de "apertura" controlada. Cualquier coincidencia con el papel de Múcio em el el proceso de Apertura "lenta, gradual y restringida" comandada por los generales Geisel, Golbery y compañía (em la dictadura a partir del año de 1977), no forman ninguna coincidencia.
Perón depuso a Paladino y logró volver al poder a través de su nuevo delegado, Héctor Cámpora, un "auténtico" que tenía excelentes relaciones con la Juventud Peronista y sus fuerzas insurgentes. La pérdida de control sobre el aparato del Estado cuando hay una inmensa ola de fascistas dentro de él es siempre factible. Figuras de extrema derecha como el teniente coronel Jorge Manuel Osinde, el brujo y cabo de policía José López Rega y el comisario Alberto Villar (justiciado por un comando montonero) comandaron las alas de la Triple A, la cara visible de las Tres Fuerzas. Más de 2000 militantes socialistas de todas las tendencias y niveles de implicación fueron asesinados por la estructura comandada por estas figuras fascinoras. Por detrás, el aparato del Estado y el respaldo de las Fuerzas Armadas, juntos. Cuando los milicos genocidas recuperaron el Poder Ejecutivo en marzo de 1976, la escalada represiva alcanzó más de 30.000 muertos y desaparecidos en un país que en ese momento contaba con 22 millones de habitantes.
El ejemplo anterior puede variar en intensidad - y es cierto, hay diferentes momentos y distintos tipos de ataques de extrema derecha- pero es muy similar en "esencia". Ya se ha dicho y analizado casi todo sobre el papel de los financiadores del ataque a Brasilia (en particular, los agroempresarios, provenientes de los estados en las regiones Centro Oeste y del Norte, y partidarios de la economía política del crimen ambiental) y me gustaría citar aquí la contribución analítica de dos especialistas en el comportamiento de las Fuerzas Armadas en plena operación psicosocial (las maniobras clásicas del general Golbery do Couto e Silva, el brujo de la dictadura militar brasileña) a través de la modalidad contemporánea de "guerra híbrida". Veamos.
En este hilo, el coronel de la reserva del EB, Marcelo Pimentel, demuestra plenamente el conjunto de hechos y evidencias de compromiso por parte de la jerarquía superior de la fuerza terrestre en la "guarimba bolsonarista" del domingo. La guarimba es el tipo de rebelión de la derecha venezolana, en sus actos de sabotaje que se iniciaron durante los gobiernos de Chávez y se expandieron en los gobiernos criticables de Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López. Vale la pena señalar que si no fuera por el mando del general Vladimir Padrino y en la era de Hugo Rafael Chávez Frías, la constante y correcta colaboración del G2 (inteligencia cubana), el país de Bolívar ya estaría tomado por paramilitares. mercenarios contratados entre narcotraficantes y simpatizantes del expresidente colombiano Uribe Vélez con apoyo estadounidense.
Otro especialista que sugiero es este hilo, del antropólogo Piero Leirner. Siempre he considerado el concepto de "guerra híbrida" casi como tautológico y en muchos momentos fui crítico con las entrevistas de este colega profesor universitario. Pero, reitero, su aporte es invaluable y en el caso aquí citado, irrefutable.
El juego se esta jugando
Es posible que incluso la publicación de este artículo de José Múcio ya haya caído y los bienes de toda la familia Bolsonaro queden completamente bloqueados. El debate político también está abierto, en el análisis si Lula perdió o ganó en legitimidad o en el fortalecimiento de las instituciones republicanas. Lo cierto es que el Cartel dos Parasitas (el pequeño número de personerías jurídicas que manipulan y controlan el costo de financiamiento del Estado brasileño y afectan la tasa de cambio) puede ahorrar sus recursos de presión y chantaje, considerando la prioridad de la milicia en desestabilizar la base "amplia" del tercer gobierno de Luiz Inácio. Nos dedicaremos a este tema en futuros textos.
Otra certeza es el objetivo de amnistía por delitos contra la salud (durante la pandemia) y amenazas de golpe por parte del generalato, y para asegurar ese objetivo pueden ocurrir otros episodios como más "guarimba bolsonarista" o un atentado del Riocentro (en el 1o de mayo de 1981) en el siglo XXI. Hay una posibilidad concreta de "vuelo a ciegas". Las capacidades del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI, órgano asesos de inteligencia del Presidente) cuya cadena de mando está contaminada serán un desafío permanente para el nuevo gobierno. Gestionar un país sin inteligencia fiable y cuyo único y último cliente es la Presidencia es sencillamente imposible. Es bueno que la socialdemocracia sepa y recuerde esto en todo momento.
Por parte de los movimientos sociales, la izquierda más a la izquierda y millones de simpatizantes y participantes de la lucha popular, es acertada la decisión de responder al episodio del Capitolio Brasileño en actos públicos (24 horas después) y alerta antifascista total. Las consignas de "aplastar el fascismo en las calles" y "no a la amnistía" también. Estamos ante un problema continental, donde en toda América Latina (con el trumpismo tropical o subtropical) y de forma ampliada, en el conjunto de los países occidentalizados, el problema del neofascismo o protofascismo forma una amenaza continua.
Si vale la pena aprender entre el arte y el mundo de la vida, terminaré sugiriendo que veamos (todas y todas) dos películas. Uno es el clásico de Costa Gravas, Z (Francia/Argelia, 1969) donde se explica detalladamente el avance fascista en la sociedad helénica que precede a la dictadura de los coroneles en la OTAN Grecia. El otro apunta a la forma contemporánea de movilización de la extrema derecha. Je suis Karl (Christian Schwochow, Alemania, 2021) es una ficción donde el nazismo transeuropeo se convierte en fascismo cultural, manipulando a la juventud caucásica a través de identidades supremacistas.
La filmografía podría ser mucho más amplia, como ejemplos de resistencia, lucha y victoria del antifascismo como primera línea de defensa de los intereses populares. Recalco que lo más importante en este momento es no retroceder un milímetro, no generar ilusiones de "convivencia pacífica" con la extrema derecha y el golpe de Estado, y menos desmovilizarse o bajar la guardia. El presidente chileno, Salvador Allende, recibió consejos de la inteligencia cubana para desplegar 2000 profesionales de seguridad leales a tiempo completo. Reclutó solo a 45 para su "guardia técnica" y terminó derrocado por uno de sus ministros en la última formación de gabinete. Sumar las experiencias de dictaduras en el Cono Sur y golpes de estado en la era de Lawfare y Guerras Híbridas –como el golpe de 2016– nos permite madurar para incrementar los niveles de vigilancia y atención necesarios para no volver a dar un nuevo giro contra la soberanía popular.