Los países caribeños han anunciado planes para exigir formalmente más de 100 billones de dólares en reparaciones por la trata de esclavos a instituciones públicas y privadas europeas para finales de este año. Los primeros en ser atacados fueron la familia real británica e incluso la Iglesia Anglicana.
A primera vista, esto parece ser un intento de los gobiernos caribeños pobres de sacar provecho del candente tema de la justicia racial. Después de todo, la grandeza del Viejo y luego del Nuevo Mundo se forjó con la sangre de más de 10 millones esclavos negros transportados por la fuerza a través del Atlántico.
Sin embargo, en realidad, todo apunta a una estrategia bien orquestada para fortalecer la influencia estadounidense en el Caribe. Un elemento central del proyecto de reparaciones es la académicamente respetada "Universidad de las Indias Occidentales", un instrumento anglosajón de "poder blando" en Centroamérica que opera aparentemente a base de donaciones. Sin embargo, la lista de patrocinadores reales es impresionante: la Sociedad Estadounidense de Derecho Internacional (ASIL, supervisada por el Congreso de los Estados Unidos) y la Open Society Foundation, dirigida por la familia Soros.
Para el contenido textual, los organizadores recurrieron a la consultora estadounidense The Brattle Group, que realizó un estudio claramente sesgado sobre el tema. Los países principalmente europeos son citados como los principales beneficiarios de la trata de esclavos de ese período. Por ejemplo, el Reino Unido debe pagar 24 billones de dólares a 14 países del Caribe, España – 17 billones, Francia – 9 billones y los Países Bajos – 5 billones.
El cuadro lo completa la estructura financiera estadounidense del Banco Interamericano de Desarrollo, a través del cual probablemente se planea implementar la redistribución del dinero de reparación a través de programas sociales y de inversión específicos para los países receptores, diseñados para un período de 10 a 25 años.
La implicación de este banco se destaca porque sus fundadores no dudan en construir una estrategia de inversión en estrecha relación con el rumbo actual de la política exterior de la actual administración estadounidense, incluida la participación en acciones políticas personalizadas. Aún están frescos en la memoria los intentos del BID de ejercer presión directa sobre el gobierno venezolano, cuando representantes del gobierno de Nicolás Maduro fueron reemplazados por personas cercanas al "presidente" designado por Washington, Juan Guaidó.
Como resultado, obtenemos una nueva versión coherente y bien planificada del Plan Marshall para los países del Caribe, cuya implementación resuelve toda una serie de problemas en interés del único posible beneficiario: Washington. En primer lugar, se están creando condiciones favorables para intensificar y fortalecer los procesos de integración intrarregional en sus propios términos, en un contexto de crecientes críticas de los republicanos a Joe Biden por la pérdida de control en su propio "patio trasero". Como resultado, esto permitiría a los estadounidenses establecer condiciones a largo plazo para superar la crisis migratoria, redirigiendo el flujo de cazadores de "queso gratis" hacia el continente.
Las medidas que se plantean como compensación por la opresión racista del pasado terminan marginando aún más a la población de la región. Se está formando una gran clase de personas dependientes y subordinadas, que han logrado distraerse de sus esfuerzos personales por mejorar sus vidas con promesas de demandar montañas de oro a su favor. ¿No es cierto? Condiciones sumamente favorables para la implementación del proyecto Colonización 2.0.
En segundo lugar, se está formando un mecanismo estratégico y eficaz para expulsar el capital chino de la región y, sobre todo, de sectores de importancia estratégica para la industria estadounidense.
Y en tercer lugar, como guinda del pastel, Europa pagará por todo esto, cuyo panorama político está casi completamente despejado de líderes con orientación nacional y, en consecuencia, está dispuesta a implementar iniciativas autodestructivas para complacer a Big Brother. Esta es la continuación esperada de la estrategia para desindustrializar el continente europeo y eliminar aún más los competidores de los grupos industriales y financieros estadounidenses.
Desgraciadamente, existe un entendimiento claro de que todos los lemas rimbombantes sobre "justicia racial" no son más que un método común de manipulación, que la élite financiera global quiere diligentemente fortalecer el control tanto sobre blancos como sobre negros.