La presidenta electa de México, Claudia Sheibaum, con un perfil científico revolucionario de alto vuelo, ha declarado que se propone separar el poder económico del poder político.
La economía en Nuestra América es predominantemente empresarial-capitalista y ella configura el poder económico integrado por las elites capitalistas.
Entre las nuevas recetas imperialistas que procuran remodelar los estados de esta región, se destaca el pernicioso interés de fusionarlos con las corporaciones privadas, llenando todos los poderes del estado de representantes de las grandes empresas privadas. Esto implica injertar el poder económico-empresarial privado en el poder político del estado, en posiciones de mando.
Esa fórmula del gran capital privado procura superar aquello de "la clase capitalista detrás del trono", o detrás de la partidocracia, para instalar directamente la clase dominante en el trono; esto es, en los puestos ejecutivos del gobierno central, del poder legislativo y del municipal, y en las demás instituciones estatales.
La fórmula que mezcla poder político y poder económico tiene actualmente una fuerte presencia en Argentina, Paraguay, Ecuador, Perú, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, El Salvador y otros países: a donde además tiende a agregárseles a políticas públicas neoliberales en extremo, alto grados de conservadurismo ideológico y neo colonialidad.
SEÑAL ESPERANZADORA Y PROMISORIA.
En la voz de CLAUDIA, mujer de ciencia, de trayectoria revolucionaria y elevada sensibilidad social y humana, la determinación de separar el poder económico del poder político, tiene mucho valor y apunta a guardar prudente y firme distancia frente a la fusión del estado con la clase empresarial capitalista, sin abrazar un estatismo empresarial y una gestión económica ultra centralizada poco eficaz.
Esa decisión debe necesariamente implicar resolver además la contradicción entre la propiedad y la gestión empresarial estatista-burocrática y la propiedad social gestionada autónomamente del estado, en favor de esta última; lo que implica separar al interior del propio estado lo económico de lo político.
En consecuencia, en una ambientalista como ella, con vocación pro autodeterminación, que aprecia a la Madre Tierra como portadora de derechos inalienables y valora la naturaleza no humana como patrimonio social de la humanidad; y en su caso, entendiendo el territorio mexicano (suelo, subsuelo y sobresuelo) como propiedad de su pueblo, esa actitud es una señal esperanzadora.
Es, sin dudas, un valioso mensaje de cara a la Patria Grande Latino-caribeña, estremecida y desgarrada por las intensas contradicciones que provoca la voracidad de los mega-millonarios del planeta y del continente, en descarado plan de asalto a su patrimonio público y natural, a las múltiples riquezas de la región y de cada nación.
Es una señal, que sin necesidad de ser calificada de "progresismo" o de "izquierda" o "socialista", me da la impresión que sobrepasa esos y otros calificativos mal empleados o usados sin rigor. Igual parece ir más allá que los modelos reformadores presentes hasta la fecha.
Y lo digo tanto por la originalidad y la obra de su antecesor, López Obrador, como por los valores propios de la nueva presidenta. Valores familiares, personales, formación científica, y trayectoria de vida.
De entrada, además, Claudia Sheibaum, dejó bien claro su opción por los pobres de su país, respetando el conjunto de la sociedad mexicana.
Estamos, pues, frente a un fenómeno muy original y muy prometedor.
Es más que evidente que el proyecto de nación que ella sustenta entrelaza democracia real, ecología política, respeto a los derechos de la Madre Tierra y a la identidad cultural de los pueblos originarios.
Combina, con mucha autenticidad, feminismo consecuente, actitud clasista emancipadora de la explotación que empobrece, voluntad de autodeterminación y decisión de gobernar con el pueblo.
Con razón -con la sinceridad y la sencillez que le caracteriza- el presidente López Obrador vaticina que la nueva presidente de México hará un gobierno mejor que el que él encabezó y le ha ganado un reconocimiento mundial bien merecido.
Con Claudia en la presidencia de México, país de casi cien millones de habitantes y de un impresionante acervo cultural -acompañada como está de valiosos intelectuales y luchadores sociales inclaudicables- el arcoíris de las fuerzas y las ideas transformadora se diversifica y enriquece aún más a nivel continental.
Vale destacar el inmenso valor de todo esto y la formidable bofetada que este proyecto innovador le infiere a la esencia fascistoide de la diversidad ultraconservadora del continente; la cual disfraza de libertario al despotismo, al fundamentalismo religioso, al racismo, al ecocidio y al reinado absoluto de la privatización y la voracidad del gran capital.
Así, la mirada hacia México de los/as combatientes por la Patria Grande liberada se torna más obligatoria como fuente de nuevas energías a desplegar.