En el plano internacional en sus ocho años de gobierno el Presidente Hugo Chávez ha visto caer en América Latina, de la manera más infame y vergonzosa, a muchos mandatarios. Cayó Gonzalo Sánchez de Losada, en Bolivia, e inmediatamente este Presidente señaló en Washington que el culpable de su derrocamiento era nuestro Comandante. Claro, no era Chávez, fue el modelo neoliberal que no pudo aguantar el pueblo boliviano. En el instante en que estaba por caer, Condolezza Rice le exigió a la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, que hiciera lo imposible por ayudar a Sánchez de Losada. Comenzaron a llover titulares en defensa de la institucionalidad, pero el gringuito se fue de nalgas y un hubo tinta suficiente para alzarlo por lo calzones. La prensa llamaba a la calma; la prensa se entregaba a hacer sesudos análisis anunciando que dentro de poco todo se arreglaría el asunto de la paz en Bolivia y pronto el progreso renacería en todos los rincones de la patria. Sánchez de Losada mediáticamente era un gran estadista, en la realidad un pobre diablo. Este boliviano se había entrenado y educado de tal manera en el Norte que casi no habla español.
Al presidente Lucio Gutiérrez de Ecuador le pasó lo mismo, aunque Lucio no había sido un burgués como Sánchez de Losada. Lucio había llegado con el proyecto de apoyar al pueblo en sus reivindicaciones sociales: Poco a poco fue cediendo y desviándose de su camino inicial hasta que entró en las fauces del monstruo. Fue a Estados Unidos y adquirió serviles compromisos con el FMI, por lo que a los pocos meses no le quedó otra opción que cumplir las recetas funestas de este organismo y meter a su país a las decisiones de la estrangulante banca internacional. Tomado su palacio por el pueblo tuvo que salir en la maletera de un auto, escondido como un vil miserable. Lucio Gutiérrez también estuvo diciendo que Chávez lo había derrocado. No era Chávez sino el espíritu de Chávez que ahora está en todos nuestros pueblos. Sin que Chávez moviera un dedo Lucio se fue de bruces. Es verdad, en el fondo fue Chávez el gran culpable. Del continente de los oprimidos surge su sombra, surge su verbo, batalla su corazón bolivariano, es eso de la espada de Bolívar que recorre AMÉRICA Latina. Su fuego en cada barrio, en los campos, en las fábricas.
Alejandro Toledo que de cholo pasó a chulo. De ancestro indígena se buscó a una catira de blonde hair, nariz perfilada y todo lo más lejana a una india peruana, “para mejorar mi raza”. Se fue a EE UU a buscarla y la encontró en California. La catira es Eliane Karp: judía, racista, de padre polaco y madre belga, nacida en París. Eliane Karp odia a su cholo, lo llama “liendre”, “zafio”, “mono”. Ella ha dicho que no vivirá más en el Perú, y por eso le exigido a su maridito que aliste con Vicente Fox, Mario Vargas Llosa y Aznar para una gran campaña internacional contra el “caníbal Chávez”. Pero están jodidos, no calan, no les oyen.
La caída de la popularidad de Vicente Fox ha sido catastrófica, tan catastrófica que Felipe Calderón no lo quiere cerca y le ha exigido a su entorno que no lo meten en ningún acto protocolar donde él esté presente. Fox, de Cacique de México, de soberbio ranchero (ex Presidente de la Coca Cola), salió de su presidencia como un verdadero cachorro del imperio: apagado, lánguido, totalmente derrotado. Por la puerta de atrás de la historia de su propio país, y dejando a México en un estado de postración moral como jamás se había visto. Nuestro Presidente Hugo Chávez con su espada de claridades le llamó así, “el cachorro del imperio”. Aquella verdad había dejado una estela muy grande, y peligrosísima para Washington. Se movieron todos los medios para defender lo suyo. Se hizo una horrible campaña electoral donde se despedazó sin contemplaciones y violando todas la reglas electorales a Manuel López Obrador. Se trató por todos los medios de comparar a Obrador con un Chávez grosero, violento y hasta criminal. Se hicieron spots en las más poderosas televisoras, en los que se hacia aparecer a Chávez como un dictador cuyas medidas arbitrarias y tiránicas serían las que le sobrevendrían a México en caso de que López Obrador saliese triunfante.
Ciertamente creemos los latinoamericanos que las elecciones en México se las birlaron a López Obrador, porque el Consejo Electoral ahora ha reconocido graves errores en aquel proceso, y en gran parte de México y del mundo a Felipe Calderón se le conoce hoy como el “Usurpador”.
Igualmente horrible fue la campaña electoral del Perú, en el que involucraron a nuestro Presidente Chávez durante todo el proceso; una campaña que fue llevada a cabo con los mayores insultos a Chávez. Fueron incontables los epítetos vulgares de los que echó mano el hoy Presidente Alan García para atacar a nuestro Presidente y para tratar de hacer ver que era protector y financista de la candidatura de Oyanta Humala. Allí se presentó todo un cuadro plagado de delitos electorales, nunca del todo aclarados, que hacen presumir encerró un espantoso fraude.
Hoy la campaña electoral en Argentina se viste con los mismos atuendos: la prensa dispara contra Cristina Kitchner la misma sentina que bañó a Oyanta Humala y a López Obrador, a Rafael Correa de Ecuador, a Evo Morales de Bolivia, a Daniel Ortega de Nicaragua y a Lula Da Silva de Brasil. En todos los escándalos, el grandísimo culpable de lo que se denuncia es Chávez.
La cadena sigue siendo inmensa, chilla Ricardo Lagos de Chile contra Chile, lo hace también Carlos Menen, Cardozo, …
Exactamente como en una ocasión lo dijo de todos aquellos sus contemporáneos, guardando en algunos casos grandes distancias con los enanos que han enfrentado a Chávez. Pero en la época de Bolívar uno a uno fueron cayendo quienes de alguna manera le hicieron sombra: cayeron el Pacificador Pablo Morillo, el Virrey Sámano, Riva Agüero (en el Perú), Vidaurre (también peruano), Fernando VII, …