Algunos de los artículos y opiniones que he leído en Aporrea
referentes a las próximas elecciones estadounidenses, y en particular
sobre el precandidato por el partido demócrata de ese país, Barack
Obama, me parecen extremadamente simplistas. Lamentablemente se tiende
muy fácilmente en nuestras filas a reducir todo acontecer proveniente
de esas latitudes norteñas a un quejumbroso ¨más de lo mismo,¨ a
asimilarlo a asuntos -sin más análisis que planas fórmulas
autoservidas- del imperio. Se trata de una tendencia que predomina en
los medios bolivarianos, y aunque sea comprensible la propensión
antiimperialista que nos define, terminamos a veces por convertir ésta
en antiamericana. Lo cual no es lo mismo. Olvidamos que en nuestro
cauto pero franco juicio revolucionario no deberíamos en ningún
momento confundir el imperio con el pueblo de esa nación
norteamericana, tal como oportunamente, y en repetidas ocasiones, lo
ha señalado nuestro comandante en jefe, despejando, siempre cuidadoso,
cualquier duda frente a lo que sería un imperdonable y burdo error.
Los asuntos referentes a ese país llamado Estados Unidos no pueden,
simplemente, ser reducidos a los del imperio: un discurso genuinamente
bolivariano no lo permitiría.
Es cierto que la política de ese país está viciosamente ligada a una
estructura histórica imperial que no sólo no da voz al pueblo al cual
supuestamente representa, sino que efectivamente constituye una
amenaza para el mundo entero. Pero esa política suya es lo que es
porque en realidad siempre ha representado a sectores distintos que el
pueblo norteamericano, y que no son otros que la oligarquía de ese
país y la de muchos otros países que se someten a ésta a través de las
suyas propias. Se trata de una usurpación nominal, ante todo, del
pueblo norteamericano, y en esa medida la revolución bolivariana, por
ser universalista y humanista, tiene o debe tener un alcance tal que
pueda llegar incluso hasta ese mismo pueblo, dicho del ¨imperio¨.
De hecho, ya nuestro presidente ha dado sólidas pruebas de solidaridad
con el pueblo norteamericano, especialmente con el más desfavorecido,
abandonado en la miseria más vergonzosa, peormente cínica que el
status quo de la política capitalo-imperialista se ha empeñado en
generar y reproducir por todos lados. Lo cual es una prueba de que el
estado norteamericano, en realidad, no reconoce a esos sectores como
otra cosa que una pura fuerza de trabajo animal, relegándola a
condiciones infrahumanas de subsistencia.
Así, no es de extrañar que poco le importe, mientras convenga a su
incontenible expansionismo y a su insaciable voracidad hegemónica,
sacrificar a su propia gente en innombrables episodios tales como el
muy probable auto-multi-atentado del 11 de septiembre de 2001. Lo peor
es que para su depravada mentalidad neo-straussiana, la tragedia no
representaría siquiera un sacrificio de los suyos, sino un acto
patriótico que la historia misma se encargaría de justificar,
resumiéndolo todo en una pax americana secular.
Pero volvamos a las próximas elecciones. Hay algo que no debemos
olvidar, y es que el pueblo norteamericano, ese que no es diferente de
ningún pueblo oprimido del planeta, existe. Así como existen también
en ese país quienes, aun no padeciendo tal vez de una condición
económica insuficiente, o incluso disfrutando de una posición
materialmente holgada, piensan y disciernen mediante principios
humanistas y no quieren seguir sometidos a los dictámenes de una
política imperial que abusa de sus libertades y mal los representa en
el mundo.
Ese pueblo también existe en ¨gringolandia,¨ y está harto!
La nación norteamericana está a punto de explotar por dentro, gracias
a todo lo que ha tenido que tolerar en su nombre desde hace algún
tiempo, y peor aun: por tratarse de aquella misma que supuestamente se
sabría liderizando al mundo.
Si bien sus engranages políticos parecen irreversibles, si bien su
suerte imperialista parece estar echada, ese otro pueblo digno
estadounidense, maltratado, explotado y ultrajado en las sombras
conspicuas del capitalismo más deleznable, existe; y nuestra nación,
la de Bolívar, ha de reconocerlo la primera.
¿Por qué poner, entonces, este tema a un lado, y decir ¨más de lo
mismo¨? ¿No es en conflicto directo con la política de esa nación que
nos enfrentamos a diario? Deberíamos interesarnos más en los detalles,
entonces, ser más incisivos en nuestro análisis. ¿Podemos de verdad
creernos, habida cuenta del estado interno de las cosas, que el
próximo período presidencial en Estados Unidos puede seguir siendo
¨más de lo mismo¨?
Nada más improbable. En este mismo momento, ese país se ha dividido
(esto es, sus partes se han radicalizado) como nunca antes en su
historia moderna. Los bandos tienen ya a sus obvios representantes:
John McCaine y Barack Obama. (Clinton no arrastrará la masa con sus
problemas: son muy pesados para ella).
McCaine parece prometedor de un verdadero apocalipsis: ha dicho que
duplicará o triplicará Guantánamo, que triplicará las fuerzas
militares en Irak y que la ocupación se extenderá si es necesario por
50 años! Que es una locura que su país dependa de un suministro
energético que está en manos de un ¨dictador (Chávez) antiamericano,¨
entre otras cosas...
Barack Obama, por su parte, ha sido fuertemente criticado no solamente
por la derecha, sino incluso por los propios demócratas por haber
dicho que se entrevistaría sin problema con Ahmadinejad, con Fidel
Castro y Hugo Chávez; que no creía en esa política de falsa diplomacia
unilateral puesta en práctica por los poderosos del mundo a manera de
chantage, y con la cual se terminaba siempre por imponer una voluntad
imperial en todas partes; que el cambio social de su país debía ser
operado de abajo hacia arriba, refiriéndose a las clases sociales, y
no al contrario; que no habiendo nunca aprobado, en tanto que senador,
la invasión de Irak ahora consecuentemente ordenaría una retirada
paulatina pero efectiva de las tropas invasoras; que su política es
una política de la esperanza, pues ha sido precisamente ésta la que
han tenido que practicar a diario todos los sectores excluidos en
Estados Unidos para haber podido sobrevivir en esta nación hasta el
día de hoy...
Sólo por esto que propone, creo sinceramente que nuestro gobierno
bolivariano debería comenzar a comprender que este senador de origen
afrodescendiente, y que muy posiblemente será en efecto el próximo
presidente de los Estados Unidos de Norte América, representa en fin
de cuentas y de forma genuina a toda esa inmensa población norteña que
no puede más, justamente, con ese ¨más de lo mismo¨ y exige un cambio.
Es tal vez complaciente, e incluso reconfortante para un pseudo
radicalismo de izquierda, insuperablemente maniqueo, seguir pensando
que nada de lo que pueda ocurrir en política en estados Unidos puede
representar efectivamente un cambio, como lo expresaba recientemente
el profesor Vadimir Acosta en uno de sus programas de radio. Pero las
cosas no son tan simples. No se trata ni siquiera de que debamos
permitirnos, para no caer en este tipo de excesos, una dosis precabida
de optimismo de vez en cuando, sino que los cambios sociales realmente
acontecen en la historia, de vez en cuando.
Estos cambios ocurren.
Ocurren, a propósito, cuando las fuerzas operantes y las condiciones
de vida en situación de resistencia se ¨extremizan¨ en la sociedad.
Estados Unidos, a parte del recesionismo económico que le reservan
todos los pronósticos, padece hoy de una pobreza interna jamás
alcanzada después de la guerra; de un gobierno violatorio de las
libertades civiles nunca visto; de un irrespeto incomparable de su
ultra preciada y casi divina Constitución. Se trata de una nación que
viene despertándose lenta pero segura del shock profundo causado por
el 11 de septiembre, y que comienza a interpretarlo ya sin escrúpulos
ni miedos inducidos. Que sufre de los horrores cometidos en su nombre,
los cuales van del genocidio a la tortura legalizada, y que no duerme
ya sus noches de fantasía hollywoodense frente al atroz
desmoronamiento de su reputación mundial.
Cuando estos extremos se alcanzan, es sensato suponer que ciertos
cambios se produzcan; que las fuerzas en tensión luchen con más
potencia por lo suyo; que se tuerzan las estructuras; que se inviertan
los roles.
Pensar que los roles sólo logren cambiar de dueño en tales
circunstancias, es, por cierto, casi negar lo que ocurrió en nuestro
país cuando éste sufrió de una realidad incontenible. No llegaremos
por el momento a hablar de revolución en Estados Unidos, pero algunos
cambios allí sí que son de esperarse. Sabemos que será al menos el
comienzo de algo nuevo: las revoluciones toman tiempo, como bien
podemos constatarlo nosotros aquí...
El caso es que deberíamos, esto sí, pronunciarnos, en tanto que nación
bolivariana, acerca de la situación general interna de Estados Unidos,
y muy particularmente en relación a su próximos comicios. Ello por
todo lo expuesto más arriba, pero también por lo siguiente: el
candidato Obama, no sólo por el bien de los Estados Unidos, sino por
el bien de nosotros mismos, tiene que ganar las próximas elecciones.
Si el gobierno venezolano, en otras palabras, si Chávez, nuestro
presidente, se pronuncia abiertamente a favor de Barack Obama, la
repercusión que ello tendrá en Estados Unidos y en el mundo sólo puede
ser positiva. De verdad espero que lo haga. El presidente Chávez se ha
convertido en un líder de talla mundial en la defensa de la dignidad
humana, en contra de la exclusión y en contra del imperialismo
norteamericano, y sólo por ello haría ganar mucho apoyo para Obama en
su campaña, especialmente por parte de las clases que más lo necesitan
y que son las más numerosas. En todas partes...
La imagen de Chávez, por su parte, tan manoteada y mancillada
últimamente gracias a la guerra multifacética que se le ha declarado a
nuestro líder (económica, mediática, física, maquiavélica), también
podría favorecerse por este respaldo Obama. Le daría aún más
consistencia al mensaje de ambos. Si el mismo Obama no se esperase
este respaldo, poco importa, esto le daría también a él un mensaje, el
cual tal vez contribuya a clarificarle quien es Chávez -a quien
seguramente conoce muy de lejos. Y si además tiene la intención, como
dice tenerla, de hablar con los ¨chicos malos¨ del mundo, entonces
tendrá la oportunidad de conocerlos mejor si al menos uno de éstos lo
apoya, y allí entonces podríamos decir, con el viejo adagio, que
cuando las verdades se encuentran, la naturaleza encausa.
Nuestra nación se encuentra amenazada como nunca. De todos lados
llegan los ataques, y en muy variadas formas. Quizás nos falte hacer
más bulla a nivel internacional. Nos tienen contra las cuerdas y nos
empujan hacia una esquina. Confiamos en nuestra habilidad, y eso es
bueno pues ¨nos creemos¨, pero también somos parte de un todo y hay un
mundo allí afuera que nos resembla, que combate de lo mismo.
Unidos somos muchos, mucho más que nuestra suma.
Y damos mejor batalla.
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