Lo macabro, lo repugnantemente abominable, siempre han marcado a todos los gobiernos de Colombia, desde que los asesinos de Sucre: Santander, José María Obando y José Hilario López se hicieron con el poder en 1831. Con este trío nace la fría política del puñal, de la cicuta, la embocada, el premio a las traiciones, las eliminaciones extrajudiciales, la sevicia con los cuerpos de los asesinados. Un delirio de sangre y bochorno que se apodera de los partidos en pugna: el “corte franela”, “corte corbata”, “corte mica”, “corte de oreja”, “corte francés”[1], empalamientos de niños frente a casas arrasadas… todo un arte que se viene practicando desde hace casi dos siglos. Ahora, un asesino que traiciona a su jefe guerrillero Iván Ríos (al que él le da un tiro en la frente), va y le cercena las manos para llevarlas como prueba heroica de su acción. El gobierno de Uribe ahora lo debe poner en libertad y pagarle además una recompensa de dos millones de dólares. Un “bello” acuerdo de caballero entre criminales y el gobierno de Uribe.
Copio la siguiente noticia del día 8 de agosto de 2007 publicada en el portal de Aporrea: “jefes paramilitares del sur colombiano obligaban a sus hombres a tomar sangre y comer carne de sus víctimas, según confesó un combatiente desmovilizado en un video presentado en el Congreso de Colombia. En el video, el ex paramilitar conocido con el alias de “Robinson” declaró que su prueba de fuego fue asesinar y descuartizar a su mejor amigo, lo que le valió numerosas felicitaciones. Seguidamente, “Robinson” señaló que periódicamente los jefes de los escuadrones derechistas del departamento de Putumayo (sur), ordenaban a los combatientes que bebieran sangre de sus víctimas.
Además, anotó, "cuando no había carne ordenaban sacarla de los cadáveres para comerla", dijo el ex paramilitar, quien confesó haberlo hecho una vez. Agregó que regularmente varios paramilitares lo hacían, pero en especial destacó a un comandante al que llamaban “Muela Rica”. El video fue presentado en un debate en el que el Partido Liberal cuestionó los alcances y resultados de una ley de Justicia y Paz que otorga beneficios a los paramilitares desmovilizados en desarrollo de la negociación de paz con el gobierno, que concluyó en abril de 2006 con la desmovilización de unos 32.000 combatientes. Otro paramilitar desmovilizado confesó que algunos escuadrones de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) tenían escuelas para aprender a descuartizar a las víctimas y enterrarlas en pequeñas fosas.
Las técnicas para el descuartizamiento comprenden viejas prácticas que ahora recordamos: El “corte francés” se ejecuta despojando a la víctima aún viva, del cuero cabelludo, para que represente su cráneo blancuzco y sanguinolento.
El “corte franela” consiste en hacerle a la víctima una profunda herida sobre la garganta, muy cerca del tronco; con precisión y con fuerza se hace el trazado, con un afilado cuchillo sobre la parte superior del cuello.
El “corte de corbata” se hace como tasajeando con habilidad a una res muerta; con destreza, a través de una incisión por debajo del maxilar inferior por donde se hace pasar la lengua de la víctima para que quede izada sobre el cuello, como blandiendo al aire.
El “corte de mica”, consiste en decapitar a la víctima y luego colocarle la cabeza sobre el pecho.
El “corte de oreja” se hacía mediante la comprobación del asesinato cometido y de la cantidad de víctimas muertas, mostrando una caja de cartón llena de orejas conservadas en cal. Ahora los paracos También en estas espeluznantes ceremonias se practicaban diversas modalidades para “arreglar al muerto”. Una de ellas consistía en dejarlo muy “simpático”, forzándole el rostro para que apareciese sonreído y se adornaba colocándole sus propios testigos como guindas en la boca.
Todo esto está escrito en uno de los libros más terribles que he leído, “Colombia Violenta”, escrito por monseñor Germán Guzmán (quien párroco de El Líbano,Tolima), Eduardo Umaña Luna y Orlando Fals Borda. Allí aparecen testimonios estremecedores, imágenes de actores, víctimas. Yo invito a todos mis compatriotas a que lean esta obra para que comprendan un poco la realidad de esa nación vecina nuestra, que hoy está apareciendo con sombras siniestras en América Latina toda.
Todo esto es una monstruosa cultura que aún late en muchos sectores de la llamada “política” colombiana. Verdad que a mí me cuesta decir a veces pronunciar la palabra “hermanos colombianos”, aunque sé que la inmensa mayoría del pueblo vecino no comulga con tales prácticas; pero a la vez hay que insistir en que éstas son las que se vienen practicando allí desde que el Libertador murió en Santa Marta.
Y no se crea que esto únicamente sucedía en el Tolima. NO. Se daba en toda Colombia. En Pasto y el Cauca era igualmente horrendo. Ahí está el caso del famoso Juan Gregorio Sarria que algunos sectores lo llegaron a adorar como a santo, la mano ejecutora del Crimen de Berruecos. Solía este Sarria llevar al cuello un medallón con la imagen de Nuestra Señora del Carmen, figura que muchas veces llegó a empapar con sangre humana mientras le rezaba. Sostiene el historiador Joaquín Posada Gutiérrez que en un arrebato de celos cogió a un joven del que sospechaba estaba galanteando a su mujer y lo amarró de pies y manos en una cama; luego lo castró. Se le había seguido causa por este delito y llegó a confesar que su intención no había sido matarlo (tal vez creyó que su acción no era tan miserable); que primero escuchó la voz de la Virgen le inspiró ejecutase aquel acto. Entonces el monstruo se preparó para cumplir “el mandato divino”, busco un afilado puñal, se acercó aquel joven que temblaba amarrado en una cama, y él le dijo: “Tranquilo, tranquilo que le he rogado a la Virgen que me de buena mano para que no te mueras.”
Estados Unidos, en su búsqueda de una nación con la “cualidades” carniceras (que en sus entrañas más profundas tiene la vieja Nueva Granada) finalmente la ha encontrado. ¿Será ésta la Tierra Prometida, la más bella en la que el Creador realizó su más acabada obra, donde ahora el imperio colocará su manto de locura, sangre y fuego?