La mano derecha de Iván Ríos

La barbarie en el mundo tiene muchas expresiones. Una de las más terribles es la miseria no atendida. Son múltiples y de todo tenor. La de los presos iraquíes torturados en la cárcel de Abu Ghraib y luego fotografiados es otra, o el secuestro prolongado, por años, de un grupo de personas como lo hacen las FARC. También el linchamiento de uno de los llamados “azotes de barrio” en una de nuestras ciudades o el reciente descuartizamiento de un joven por parte de los invasores de un edificio. Algunas son difíciles de entender, otras son difíciles de explicar. Estas expresiones de barbarie son infinitas y suceden a diario. Prevalece la pasividad ante estos hechos. Todas son acciones inaceptables que deberían hacernos reflexionar sobre la condición humana, aunque no todas tienen la misma valoración moral. Cuando un acto de barbarie surge del propio Estado, en este caso del Estado colombiano, esta acción asume un carácter de infinita gravedad.

El gobierno colombiano confirmó que pagará la recompensa ofrecida de 2.6 millones de dólares. Esto es lo que vale la mano derecha de Iván Ríos, miembro del Secretariado Mayor de la FARC. Este monto de dinero, o cualquier monto, aunque éste fuese insignificante, está pagando un asesinato, una traición y una prueba que permitió verificar una identidad. Es un acto de barbarie sin atenuantes morales. No es lo mismo la cabeza decapitada de un rival en una de nuestras cárceles, por más terrible y cruel que este acto pueda ser que una acción avalada, estimulada y recompensada desde un Estado.

Algunos han señalado que esta acción establece, de hecho, la pena de muerte en Colombia. Esto es así pero no es lo más grave. Lo más grave es que un Estado, por vía de su gobierno, admita estas acciones cuando su deber es ser garante de la Constitución y las leyes, y, por encima de ello, y sobretodo, ser el garante de los valores y principios eternos del ser humano. Estos principios son la referencia sin la cual la vida misma pierde su razón de ser. La mitología nos ilustra en este sentido. En la mitología nórdica, estos valores eternos estaban grabados como referencia inquebrantable en un gran Fresno Universal. Era tarea de las fuerzas primigenias, la Tierra, el Océano o el Cielo, reclamarles a los propios Dioses cuando éstos se apartaban de ese camino y volver a orientarlos.

Cualquier acto de barbarie es inaceptable pero cuando éste lo comete un Estado, sus consecuencias morales son inconmensurables e, incluso, contradice y niega el sentido de su propia existencia.

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Reinaldo Quijada


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