No es poca cosa lo ocurrido en Nepal. Son años de lucha guerrillera, de sacrificios y contrastes sobre el campo de batalla, de miles de trabajadores, campesinos y campesinas masacrados por las bombas y las balas de una de las peores dictaduras monárquicas de la región, que ahora se revierten en una victoria popular intachable.
"Estamos sorprendidos", dicen los adoradores del "terrorismo mediático", "estamos consternados", sostienen en Washington quienes abrevan en el discurso injerencista de George W.Bush, porque no pueden entender cómo ha sucedido lo que para ellos es una hecatombe. ¿Maoismo en éstas épocas?, susurró, preocupado, a un periodista el genocida español Javier Solanas.
La respuesta la dieron en la calle los y las nepalíes que con una tenacidad y una conciencia blindada no sólo combatieron en la guerrilla sino que -recordemoslo bien- desafiaron a la policía y al ejército del rey Gyanendra, y fueron encarcelados, golpeados, torturados y hasta desaparecidos por su rebeldía, pero no cesaron de pelear nunca.
Así, durante años en la selva y en la montaña como guerreros y guerreras, y luego en imponentes manifestaciones que a partir de 2005 inundaron las calles de Katmandú y otros importantes centros urbanos del país, exigiendo la abdicación del monarca, se fue gestando este presente de victoria.
Por eso, no se trata de ninguna sorpresa. Sorprendidos pueden estar los cómplices internacionales de quienes hundieron a Nepal en la miseria y no creían en lo que desde hace mucho tiempo se anunciaba en los muros de las calles de Nepal: "La monarquía caerá y gobernará el pueblo dirigido por el camarada Prachanda". Ahora que el momento llegó, son los mismos "observadores" europeos y yanquis los que tienen que dar "la ingrata noticia" a sus diferentes metrópolis. Para ellos, comienza una pesadilla impensada. Para el pueblo de Nepal, se abre un camino de esperanza y construcción del poder popular.
Cabe señalar que Nepal es un pequeño país situado entre la región china del también convulsionado Tibet y el norte de India, con una superficie total de 140.000 kilómetros cuadrados. Alli viven aproximadamente 24 millones de habitantes, la mayoría de ellos habitando zonas rurales y en condiciones de extrema pobreza.
El actual Estado nepalés, creado hace dos siglos y comandado por un puñado de moribundos feudales, adoradores del capitalismo, ha sido acosado por muchas contradicciones irreconciliables que todos los esfuerzos reformistas para remendar la superestructura político-cultural, así como la base económica, no pudieron contener el deslizamiento gradual hacia su colapso total, y de esas cenizas surgieron los actuales fuegos.
Nepal es ahora el segundo más pobre del mundo. Como bien afirmara el PCN (M) en uno de sus llamamientos al pueblo para que se rebelara en las urnas: “La desigualdad económica, en la que el 10% de los ricos es dueña del 46,5% del ingreso nacional, es una de las peores del planeta; el 71% de la población vive debajo del nivel de pobreza absoluta; el 90% de la población vive en el campo en condiciones primitivas y el 81% trabaja en agricultura primitiva; solo el 10% de la población tiene trabajo y el 60% está subempleado; casi un tercio de la fuerza laboral se ha visto obligada a ir a trabajar en India y otros países donde los salarios son míseros o se han incorporado a las FFAA mercenarias de India e Inglaterra; el dominio imperialista y de potencias expansionistas en todas las esferas se está profundizando y más de dos terceras partes del presupuesto para el desarrollo depende de préstamos extranjeros”.
El contraste a esta situación de vida paupérrima lo da, en Nepal, su bellísima geografía donde se encuentran los montes Himalayas y el monumental pico Everest, tan visitado por excursiones planificadas por sectores de la alta burguesía europea y no pocos aventureros juveniles que con sus mochilas suelen llegar hasta la maravillosa Katmandú.
De la lucha armada al triunfo en las urnas
No son pocas las organizaciones político-militares que han tratado de recorrer el camino que hoy parecen estar culminando los partidarios del maoismo nepalí. Sin embargo, casi todos los esfuerzos en ese sentido culminaron en negociaciones -generalmente a la baja- entre el poder al que intentaban derrocar y las fuerzas insurgentes. Lo que marca la diferencia en este caso, es que mientras en otras experiencias las guerrillas se hallaron frente a la imposibilidad de obtener una victoria militar, en este caso nepalí, el poderoso ejército popular construido durante años por el PCN (M) y su influencia indiscutible entre el pueblo pobre (allí está el recuerdo de las grandes huelgas contra la monarquía) fue forjando una realidad de hierro que ni siquiera la presión internacional a favor de la realeza pude desconocer.
Veamos entonces, quienes son los vencedores de este presente nepalí y de qué rincones de la historia reciente del país, proviene este reconocimiento otorgado por el pueblo en las urnas.
El Partido Comunista de Nepal (Maoísta) fue fundado en 1949, pero recién en 1994 se produjo su relanzamiento como organización político-militar maoista liderada por Pushpa Kamal Dahal (más conocido como Camarada Prachanda). Fue formado tras una escisión del Partido Comunista de Nepal (Centro de Unidad), cuya denominación empleó hasta el 13 de febrero de 1996, cuando sus seguidores decidieron levantarse en armas contra el gobierno realista. Ese día, en todo el territorio nepalí se escuchó el grito de batalla que dio orden para comenzar la guerra popular prolongada: “La rebelión se justifica”.
En ese momento el Partido estableció inequívocamente en el denominado “Plan del inicio histórico de la guerra popular”, que esta guerra popular se proponía construir un Estado de Nueva Democracia, para luego “marchar al socialismo y finalmente al comunismo pasando por una serie de revoluciones culturales bajo la dictadura del proletariado, y por tanto es parte integral y un componente de la revolución proletaria mundial”. Como lo manifestara en un documento en 1996, el líder del PCN (M), el Camarada Prachanda, “esta lucha seguirá las leyes objetivas del desarrollo de la guerra popular por medio de sus diferentes etapas estratégicas y vueltas y revueltas, jamás deteniéndose hasta que logre su meta final: la sociedad sin clases, el comunismo universal que tan brillantemente enunció Mao en su teoría de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado. Por tanto, muchos más de nuestros hermanos y hermanas de clase tendrán que hacer el supremo sacrificio y dar la vida para que sigan ardiendo las llamas de la revolución hasta que todo rastro de la sociedad clasista quede en cenizas y alcancemos el comunismo porque, como dijo Mao tan aptamente: o todos entramos al comunismo o nadie entra”.
Hasta antes de convertirse en partido político y en opción electoral victoriosa, la guerrilla maoista dominaba el 80% del país, estableciendo gobiernos locales y regionales en varios distritos. Tras un año de pequeñas escaramuzas, lograron asentarse en la parte central del país junto a las tierras bajas del Himalaya (al este y oeste de Katmandú). Los guerrilleros y guerrilleras fueron creando organizaciones nacionales de apoyo entre las minorías de Magar, Gurung, Tamang, Newar, Tharu, Rai, Limbu y Madhise, así como de los nepalíes, formando un amplio frente llamado Samyukta Jana Morcha (SJM) o Frente Popular Unido (Maoísta), cuyo presidente era Baburam Bhattarai.
Quienes apoyan a los maoístas argumentaban que liberaron a la población del tiránico sistema de castas, dando igualdad de derechos a la mujeres (tanto en la lucha guerrillera como en los frentes de masas, ellas jugaron un papel destacadísimo), y que se enfrentaban a una monarquía opresora y autoritaria, ahora finalmente derrotada.
Una estrategia de guerra popular
EL PCN (M) se adhería a la estrategia maoísta de guerrillas y guerra popular, según la cual les serviría para tomar un control gradual del campo hasta rodear las ciudades, sólo luchando con las fuerzas gubernamentales cuando ellos superan en número significativamente al enemigo.
En 2001, el Ejército nepalí comenzó una campaña militar contra los rebeldes maoístas, especialmente en las áreas occidentales del país, con intermitentes alto el fuego.
El Departamento de Estado de Estados Unidos incluyó a este partido en su lista de organizaciones terroristas (algo que aún rige), y envió cientos de millones de dólares en ayuda al gobierno de Nepal para combatirles.
Cuando en 2005 el rey Gyanendra tomó el poder absoluto el partido convocó una huelga general indefinida en abril de 2006, junto a otros siete partidos opositores, lo cual llevó al rey a anunciar que restituía el Parlamento. Aunque los otros partidos finalizaron las movilizaciones y nombraron a un candidato a primer ministro, el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) rechazó la decisión del rey, por boca del mismísimo Prachanda, por considerarla una conspiración para permitir que continuara en el poder.
Asimismo, Prachanda acusó a la alianza opositora de incumplir el acuerdo que firmaron en doce puntos y de haber traicionado las aspiraciones del pueblo nepalí. Además, anunció que continuarían bloqueando Katmandú hasta que se cumplan sus demandas, pero el 26 de abril de 2006 levantaron el bloqueo de las carreteras con la exigencia de que los partidos políticos iniciaran la creación de una asamblea constituyente en su siguiente reunión.
En mayo del mismo año, fueron retiradas los cargos de terrorismo contra los miembros del Partido Comunista de Nepal (Maoísta), y se cursó a la Interpol la petición de anulación de las órdenes de arresto internacional contra los miembros del Partido. Finalmente en diciembre de 2007 el parlamento abolió la monarquía por amplia mayoría y decidió la reforma de la constitución e integración de los maoistas en el ejército.
Este partido forma parte del Movimiento Internacionalista Maoísta y del Comité de Coordinación de los Partidos y Organizaciones Maoístas del Sur de Asia.
Ahora, contra viento y marea, y en el marco de un aluvión de observadores europeos y gringos (como Mr James Carter), los maoistas se han alzado con un triunfo indiscutible. Victoria que tiene mucho que ver con la tenacidad de una lucha guerrillera de años y la convicción de que las ideas del PCN (M) están profundamente afincadas en la población de Nepal, que sufrió sobre sus espaldas una cruel dictadura monárquica amparada por EEUU y los paises europeos.
El triunfo antimonárquico en Nepal, abre, sin ninguna duda, perspectivas más que alentadoras en otros países que aún sufren gobiernos monárquicos en Europa, Asia y Africa. Son también un llamado de atención para quienes intentan una y otra vez, desalentar a los que luchan con las armas en la mano (cuando se cierran todas las vías pacíficas) contra los opresores de sus pueblos. Sin esa actividad insurgente, constante y prolongada, la victoria que hoy festejan los nepalíes en la calle hubiera sido imposible de lograr.
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