La directiva de “retorno de inmigrantes” adoptada por el Parlamento Europeo, emula al muro que levantó el gobierno EEUU en su frontera con México, pensando en contener el creciente flujo migratorio proveniente de América Latina. En este caso se trata de una “muralla legal” y no física, pero de mayor alcance, porque penaliza a 8 millones de inmigrantes ilegales -incluyendo a los menores de edad sin padres- con prisión de hasta año y medio antes de su deportación a sus países de origen, con prohibición de regresar durante los siguientes 5 años.
Esta medida ha sido repudiada por su irracionalidad y su carga discriminatoria e inhumana. Con ella la UE está aplicando la política del embudo y la intolerancia, al desconocer el rol que jugó históricamente nuestra región, cuando recibió con los brazos abiertos a grandes contingentes de inmigrantes europeos que llegaron a estas tierras para rehacer sus vidas, huyéndole a las guerras y a la miseria.
Para buscar el origen de ésta acción arbitraria, brutal y unilateral con ribetes fascistoides, promovida por la ultraderecha europea, debe hurgarse en las causas de los desplazamientos humanos en estos tiempos del capitalismo global. Mészáros en su libro “Socialismo o Barbarie”, al caracterizar las principales contradicciones del capitalismo señala entre otras, “dominación del trabajo vs dependencia del trabajo” y “desarrollo vs subdesarrollo”. La ampliación de la brecha económica y demográfica existente entre los países del sur “subdesarrollados” con alto crecimiento demográfico y los del norte “desarrollado” con bajo y en algunos casos con negativo crecimiento poblacional, objetivamente presiona los flujos migratorios de los primeros hacia los segundo.
Debido al envejecimiento de su población, paradójicamente Europa necesita de la fuerza de trabajo barata, para garantizarse la sostenibilidad de su crecimiento económico y del “estado del bienestar”, que le ha permitido disfrutar de una relativa paz social prolongada luego de haber sufrido las cruentas guerras del siglo XX. La población pobre de las excolonias europeas, está migrando por las mismas razones que lo hicieron los europeos en el siglo XVIII y XIX. Esta contradicción tiende a agudizarse, a medida que el proceso de globalización capitalista se acelera con la apertura de los mercados y el establecimiento del libre comercio a escala planetaria, al impulsar contradictoriamente el “libre” flujo de mercancías, capitales y personas con base en la ideología neoliberal “globalitaria”, haciendo caso omiso de las asimetrías y del desarrollo desigual.
No será construyendo estas murallas, por muy “sólidas” que parezcan, como podrá Europa y USA detener las migraciones, sino con el advenimiento de un nuevo sistema de relaciones internacionales basadas en el respeto a los derechos humanos y en la solidaridad de los pueblos, lo que pasa necesariamente por la superación del sistema capitalista global.
gamarquez2@yahoo.com