Bueno, no se qué tan importante sea para nosotros los latinoamericanos el advenimiento de un presidente negro (o afrodescendiente, si se prefiere) a la presidencia de Estados Unidos. Resulta un acontecimiento, ciertamente, entre los estadounidenses que, al decir del propio Obama, a su padre hace 60 años (apenas), no le hubieran permitido entrar a ningún restaurante de Estados Unidos.
No estoy afectado de obamanomía, y pude leer sin contagiarme el discurso que el mundo celebra como la pieza oratoria más bien lograda por un presidente de USA después de Washington.
Yo diría que el discurso de Obama en su posesión debe tenernos a todos muy preocupados, incluyendo a sus conciudadanos.
Pero como no se trata de mirar el solar ajeno, empecemos por advertir que el nuevo presidente de Estados Unidos ha entrado a ejercer, en lo que a nosotros respecta, con la misma óptica de sus antecesores: considerando a Latinoamérica como el “patio trasero” del Imperio. Ni nos mencionó.
Dentro de los problemas que tiene en frente Obama, y dentro de la problemática que tiene que enfrentar de entrada, antes de que el andamio se le venga encima, Latinoamérica en general, y Suramérica en particular, no existen para el negro; y lo digo como decimos negro entre nosotros: con cariño.
Por ejemplo, me parecía un exabrupto que Obama recibiera en su primera cita como presidente electo a Calderón, el que se robó las elecciones en México hace dos años. Y después vi que dizque se trataba de una tradición de los presidentes estadounidenses. Debe ser que así intentan resarcir en parte el robo de casi la mitad del territorio mexicano en el siglo antepasado.
Podríamos convenir que resulta mejor que el Emperador nos ignore, especialmente en estos momentos en que cosas más importantes para nosotros avanzan o empiezan a darse, que la asunción al trono de Washington de un afrodescendiente.
Quizás, en virtud de esa subestimación, podamos seguir avanzando, calladitos, en la consolidación de nuestra Patria Grande, la Patria de nuestros verdaderos Padres Libertadores, hasta donde ya nada ni nadie pueda detenernos en la busca de nuestro verdadero y real destino.
Por ejemplo, más trascendental para nuestros intereses latinoamericanos ha sido el encuentro, al cabo de 23 años de distanciamiento, entre los presidentes de Argentina y Cuba, Cristina Kirchner y Raúl Castro; más trascendental para nosotros es que Evo haya sobrevivido al feroz ataque del Imperio capitalista hace unos meses y que sigan despuntando en el oriente líderes que apuntan al socialismo del siglo XXI sin pena y con gloria. Más trascendental para nosotros los latinoamericanos es la forma en que sigue avanzando nuestra integración y nuestras instituciones regionales, quizás no tan rápido como quisiéramos. Y más importante a nuestros particulares intereses regionales es que Venezuela siga siendo faro de nuestros ideales y Brasil, nuestro gigante suramericano, siga compartiendo nuestra visión económica, política y social, quizás con algunos matices más capitalistas de lo que quisiéramos, pero bueno…
Y en fin: hechos trascendentales son los que se están viviendo en Latinoamérica hace más de 10 años sin que el Imperio, entretenido en su explotación económica neoliberal y en sus juegos de guerra en Asia y el Medio Oriente, se de por enterado. Y tal vez fue y será mejor así. Por eso celebro que Obama no nos haya mencionado en su discurso porque da a entender que seguimos subestimados y eso en términos del “Arte de la guerra” es una ventaja.
Ello no quiere decir que su discurso no resulte sombrío para nosotros. Parodiando a Kennedy, antes que estar viendo qué puede hacer Washington por nosotros, veamos qué podemos hacer por Washington…
Fuera de charla, el contagio de la crisis empresarial y financiera que ataca al Imperio, y que rápidamente se traducirá también en crisis social de grande extensión y repercusión, toca a nuestras puertas, de manera brutal. Habrá que estar preparados, por ejemplo, para recibir a muchos conciudadanos que emigraron a USA en busca del “sueño americano”. Están y seguirán siendo los primeros en perder sus puestos de trabajo y en salir en bombas, aquellos que se encuentran indocumentados. Y lo anterior es válido también para los latinos en Europa. Y esas remesas que, por ejemplo en Colombia ya constituían el segundo renglón de ingreso de divisas, desaparecerán.
En el campo económico, los gobiernos latinoamericanos debieran estar viendo a ver cómo blindan sus países de la fuga de capitales que se precipitará, no por desconfianza de nosotros, sino porque las trasnacionales, que todas se han apoderado de nuestros recursos y nuestros productos, concentrarán en sus casas principales la mayor cantidad de sus utilidades para soportar el vendaval. Y también se marchitarán las exportaciones porque, como ellos, los países industrializados sí pueden, lo primero que harán será, cerrar sus mercados. Y vendrán unas inflaciones devastadores y un desempleo impresionante. Todo por cuenta del aquelarre neoliberal que desde el señor Reagan en adelante, con la anuencia de unos ímprobos gobiernos latinoamericanos nos impuso el Imperio.
Fuera injusto, irónico e inaceptable que ahora tengamos nosotros que poner el pecho a la crisis del mercado y del capitalismo, cuando en el furor de su bonanza, poco o nada recibimos.
En fin, sigamos con nuestra tarea sin pensar que porque Obama sea negro va a cambiar la historia del mundo capitalista, del cual y por el cual, fue elegido. Nuestro destino no depende del color de la piel sino de la ideología socialista. Y esa, no creo que resida en el alma de Obama.
Ni bobos que
fueran los dueños del poder para haberlo dejado subir.
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