“Las relaciones del FMLN con Cuba y Venezuela no condicionarán ni determinarán las de mi gobierno con los de esos países”. Estas declaraciones, como al carbón, las ha estado repitiendo el recientemente electo presidente de El Salvador, Mauricio Funes. Malo, malo, dice un discreto pero muy buen observador amigo. Mal pitío trae la gata, decía en estos casos mi suegra. Y uno dice eso porque, Funes se define tajantemente, como si alguien le estuviese acosando, preguntando o exigiendo al respecto; declaraciones que de paso, son como muy de mal gusto, indelicadas y descorteses, tomándose en cuenta lo que Venezuela, Cuba y sus gobiernos representan y la alegría que sus respectivos pueblos experimentaron y expresaron por el triunfo de Funes y el FMLN. No parece ser una discreta y aceptable forma de tratar a quienes de hecho han sido amigos, por encima de todo del FMLN, hasta de Funes, aunque ahora a éste le incomoden, y las luchas del pueblo salvadoreño.
Y al pensar en esa situación, viene a la memoria aquel Lucio Gutiérrez del Perú, quien al ganar empezó con la misma cantaleta y llegó a excesos para probar lo verdad de lo que afirmaba. Porque como dice el venezolano, las cuñas del mismo palo suelen ser de las peores.
Uno, en cierto modo experimentado, no espera que las políticas de El Salvador y el gobierno de Funes, sean del mismo carácter de las que se implementan tanto en Cuba como en Venezuela, ya entre estas mismas hay necesarias, infaltables y notables diferencias, como igual sucede con Brasil y Estados Unidos, pero no deja de alarmarse de esa manía que está asumiendo el recientemente electo presidente centroamericano. .
No es como muy acertado, más un tanto chovinista, aquello que dijo que “la política exterior tiene que construirse a partir de intereses estrictamente nacionales y no de afinidades ideológicas”. Pero si así cree, de manera tan tajante y mecánica, ese es asunto suyo y a resolver con el FMLN y el pueblo salvadoreño, ¿por qué expresa con tanto placer y sin duda alguna que “el estilo de gestión de Luiz Inacio Lula da Silva es y será un referente para su administración”. ¿En qué quedamos? ¿No se contradice? ¿No es un prestarse al juego de la diplomacia divisionista del Pentágono?
Y si eso piensa, ¿por qué tanto empeño en hacerlo del conocimiento por adelantado de todo el mundo y armar tanto barullo? ¿Se siente obligado a ello? ¿No es ese estilo, el mismo de los esquivos y además, poco respetuoso con quienes le han brindado amistad desinteresada a él y al FMLN? ¿Acaso lo prudente no es callar cosas indelicadas y hasta humillantes para el mismo que las pudiera pronunciar?
Incluso llegó a decir algo de muy dudosa finalidad, que deja en entredicho su comportamiento posterior, empeñado en defenderse de los fantasmas que le acosan o mensajes subliminales, como que “la apertura de relaciones con Cuba y estrechamiento de las existentes con Venezuela”, no son sinónimos “de alineamiento o subordinación”. Por algo quiere que eso quede claro. Pero tampoco los gobiernos de Cuba y Venezuela, pese a que eso lo divulga la derecha y lo sugiere impolíticamente y nada diplomáticamente Funes, están en plan de “alinear ni subordinar” a nadie.
Pero no le mortifica afirmar de manera contundente que la conversación que tuvo con el presidente Obama, le confirma “el nuevo interés y visión” que éste “tendrá sobre América Latina”. Y consideró ese diálogo como “una expresión de confianza y esperanza”. ¿Por qué tanta zalamería con Obama si no puede ser discreto con respecto a los gobernantes de Cuba y Venezuela?
Llegado al caso y para dejar que el asunto se desarrolle, pareciera que Funes, en verdad está interesado en alinearse, dejemos lo de subordinación para más tarde, por esa nueva visón, confianza y esperanza que para él, representa el presidente Obama.
Y a todas estas, ¿qué dicen en el FMLN?
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