Puede parecer raro un artículo como este, pero el aporte de la teoría como un conjunto de hipótesis coherentemente articuladas entre sí, en el interior de un discurso, es tan relevante para la liberación de los pueblos como trancar las calles y levantar barricadas.
Al contrario de la mayor parte de los compañeros científicos políticos, entiendo que el análisis predictivo, también llamado de incidencia, se aplica a todo el espectro de la política. O sea, que podemos hacer formación y análisis para todo tipo de agrupación, movimiento, entidad, organización, corporación y grupo de interés. Digo eso porque en general, los analistas del sistema resumen la política al voto en la urna y a los bastidores de las relaciones parlamentarias e intra-institucionales.
Cuando los especialistas bajan la guardia, nuestra forma de pensar queda aún más recolonizada. En la ciencia política contemporánea, una mezcla de régimen político con modelo económico acostumbra ser transmitida como venta obligada. Se trata de un conjunto que tiene coherencia entre sí, que posee como premisas ocultas la teoría de la “elección racional”, el neoinstitucionalismo y el individualismo metodológico. En suma, la colonización de los pilares neoliberales, uniformizando las infinitas posibilidades de la política y maximizando los intereses privados ante las causas colectivas. La lona por encima de esa carpa erigida por Milton Friedman y Friedrich Hayek, en el lejano año de 1944.
Siempre es válido el recuerdo del primer ejemplo de esta combinación nefasta para la América Latina, en especial para el pueblo trasandino, fue en 1975 el Ministerio de las Finanzas del Chile de Pinochet, Contreras, DINA y otras barbaridades. En su origen fue un convenio entre la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, bajo el control de Friedman, con sus ex-alumnos de la Escuela de Economía de la Universidad Católica. Eso se dio aún en la primera mitad de la década de los 60. O sea, esa gente sabía bien como conspirar.
La máxima era: “La Libertad de Mercado está por encima de las Libertades Políticas!”. Así, tecnócratas e ideólogos partidarios de esa afirmación crearon la Opción Chilena. Carabineros cargaban con los fusiles de la fuerza de represión interna en moldes prusianos de Weber y Bismarck, junto con las medidas de gobierno que desglosaban la economía chilena, y las pocas pero relevantes conquistas arrancadas con uñas y dientes durante el gobierno de Allende.
En pocos momentos de la periferia del Occidente se vio un modelo tan claro y directo. Un modelo indisociable de la propaganda nazi-fascista ejercitada por el director de teatro Goebbels, de la forma de ejercicio de la estética de la violencia del III Reich. Lo mismo se puede afirmar en cuanto a la vinculación de las teorías que predican el juego de suma cero y la teoría democrática, como un ritual minimalista y desvinculado de la soberanía popular, con el ideario neoliberal que tuvo como marco cero en el Continente el Chile de Augusto Pinochet.
Exponer esos conceptos en el ambiente de la ciencia política practicada en el Brasil y en la América Latina siempre fue motivo de polémica, cuando no de pelea feroz. Esto porque el campo de la politología neoliberal en este, nuestro pedazo de mundo, retomó su fuerza en los años ’80, primero basado en los consensos de Washington y después en la depravación de los neo-coms que daban soporte a los absurdos de Bush Jr.
Pero, para garantizar el debate y el enfrentamiento de ideas, no cuesta mucho. La honestidad intelectual, la franqueza en la discrepancia abierta y directa y el coraje de formular teoría política con las vísceras, forman la carga de virtud necesaria para volcar este juego. Basta mover un poco el eje de la rueda del molino que sigue girando con rumbo inverso.
blimarocha@gmail.com
barometrointernacional@gmail.com